¿Por qué empezamos el día con noticias de la radio o la televisión, es decir con relatos basados en hechos reales, en lugar de con poemas o relatos oscuros, donde predomine el misterio de la vida? Por el carácter perfomativo de la noticia, que dice y actúa al mismo tiempo ante el oyente o espectador. Esa simultaneidad es lo que la convierte, no ya en verdadera o falsa, sino en auténtica, en tanto en cuanto es lo que necesita el deseo del oyente y el espectador de forma inaplazable. Fíjate que la razón ha quedado relegada, o simplemente desaparecida, en este tipo de operaciones, que hoy son, en el trajín conversacional directo u on line las más numerosas, por no decir las únicas realmente existentes, es decir, visibles, tocables, medibles, contables. En fin, auténticas. Pues refuerzan la idea que deseamos íntimamente: que tenemos el mundo en casa, como una propiedad, y que esas operaciones añaden o colorean, sin esfuerzo, esa colección de piezas inconexas que lo constituyen.
Los dos relatos, el de tu profesor y el de tu hermano, hablan de lo mismo, la soledad. El de tu profesor habla de la soledad aceptada y comprensible sin más, vale decir auténtica según lo que he comentado en el párrafo anterior. El de tu hermano habla de esa misma soledad cuando se vuelve inaceptable porque se nos ha hecho incomprensible, cuanto se le acerca el ojo que la mira. O lo que es lo mismo, el relato de tu hermano muestra la cara oculta de las experiencias de la vida oculta no porque alguien o algo se haya dedicado a esconderlas, sino por nuestra falta de atención y de lenguaje para poder atravesar el velo de la falsedad que la enmascara. El relato de tu profesor evoca más bien a una de esas noticias con estructura de conversación, que escuchamos en la radio o vemos en la televisión cada día. Transmite ese tipo de autenticidad de lo basado en hechos reales, que tanto nos gusta porque, sobre todo, nos tranquiliza. El mundo sigue en su sitio y nosotros también. El relato de tu hermano, por el contrario, no tiene esa tipo de autenticidad, porque no se puede acceder a él a través del imperativo del deseo, eso que sin demora nos gusta o nos tranquiliza, sino que solo se puede leer a través de la razón poética. Por lo tanto, las magnitudes que se deben utilizar ya no son claridad, inmediatez, seguridad, proximidad, autenticidad, sino que el lector se ha de adentrar y aprender a moverse en la oscuridad, inseguridad, desconcierto, lejanía, para poder acercarse a la verdad, que no quiere decir autenticidad, y volver para contarlo. Escribir. Cosa que el lector auténtico, o literal, no necesita en su relación con un relato auténtico. Pues mantiene una relación performativa, no creativa. La primera es una relación sin distancia estética, hablar y actuar, escribir y leer se dan al mismo tiempo, mientras que la relación creativa si tiene esa distancia, que no es otra cosa que el tipo de lenguaje empleado por el narrador, y que el lector ha de recorrer, yendo y volviendo, de forma inexorable.
Por lo demás los argumentos de los dos cuentos proceden, en ambos casos, de los conflictos protagonizados por sus narradores en el campo de su vida afectiva. Ninguno de esos argumentos resulta extraño y pueden pasar por lugares comunes de nuestras preocupaciones habituales. lo que cambia, como ya he dicho, es la posición del lector y los comportamientos del lenguaje. Atentos en el relato de tu profesor a lo explícito, del que se derivan, claro está, lo implícito que arrastra; prestando la atención y concentración a las zonas oscuras y misteriosas que forman el relato de tu hermano, del que al escribir tú sobre como lo has leído sobresalen los aspectos que oculta, que de ninguna manera pueden ser ya, al conocerlos y reconocerlos de esa manera, los que hubiera descubierto la forma de proceder del pensamiento generalizador y mecánico, para entendernos, del pensamiento auténtico.