domingo, 12 de febrero de 2017

NOS QUEDA EL LENGUAJE

HANNAH ARENDT, EN PERSONA
¿Qué me queda cuando pienso que ya no me queda nada? Es decir, cuando pienso que todas las categorías familiares, profesionales, sociológicas, psicológicas, históricas, políticas, económicas,... de donde surgen todas las pulsiones utópicas, espejismos ilusorios e identidades incondicionales..., me fanatizan al ver que nunca se hacen realidad como yo deseo. Categorías, pulsiones, espejismos e identidades a las que pertenezco voluntariamente, o a las que me obligan a pertenecer a la fuerza, pero que compruebo se han convertido en significantes vacíos y trasparentes, donde se acumulan los detritus del fracaso de la HISTORIA de la Humanidad de Occidente, a la que pertenezco. Me queda el lenguaje, lo único que a la fuerza hice voluntariamente mío nada más nacer. Y me queda el Otro, que me dice que se está haciendo la misma pregunta que yo. Y, sobre todo, a ambos nos queda, al fin, la posibilidad de comunicarnos. De tratar de hacernos entender mediante ese lenguaje común heredado, sin desesperarnos porque tal vez no lo consigamos del todo. O nunca. Nos queda poder experimentar de forma esperanzada que dialogar, de eso se trata.