viernes, 24 de febrero de 2017

CRÓNICAS DEL RÍO ODER 3

FRANKFURT DE ODER - KURSTYN

La biografía del escritor Heinrich von Kleist entró en mi vida en orden cronológico inverso. Hace unos años, en la última etapa del viaje en bicicleta, remontando el Elba y luego el Havel, que hice entre Postdam y Berlín, me topé por casualidad con su tumba cerca del lago Wannsee, a las afueras de la capital alemana. Del von Kleist escritor tenía referencia en una obra que leí sobre el misterioso caso alemán, en el que se hacía mención a lo que significan el movimiento romántico en el desarrollo de las letras alemanas. Como todo romántico, y siendo alemán todavía con mayor motivo, von Kleist aspiraba a lo absoluto, lo cual le llevó, después de una corta carrera literaria, a suicidarse al lado de la tumba donde descansa eternamente, y que visité aquel día de forma fortuita. Seguramente que en aquellos días me detuve con más atención en su biografía, pero lo cierto fue que, otra vez de forma fortuita, me enteré, como si hubiera sido la primera vez, que von Kleist había nacido en Frankfurt de Oder. Y efectivamente, la ciudad cuida la memoria de su poeta con esmero. Tiene un museo dedicado al escritor y su obra,  y un itinerario por sus calles mediante el que pretende recordar su presencia durante los años que allí vivió en los que cursó los estudios secundarios, antes de enrolarse en el ejército prusiano. Después de su licenciatura se dedicó a recorrer el mundo para tratar de entenderlo y encajarlo en su ideal romántico de lo absoluto. Lo cual, a la larga, fue la fuente del desencanto que le llevaría a acabar con su vida antes de tiempo. La obra poética y teatral de von Kleist tuvo el reconocimiento que se merece, únicamente después de su muerte.

Antes de iniciar la ruta del Oder, que me llevaría al mar Báltico, quise hacer una de las ceremonias que luego repetiría varias veces a lo largo del recorrido, y que formaba parte del espíritu que daba sentido al mismo: atravesar la frontera y entrar en territorio polaco. Bien mirado, con ese gesto, hacía un flaco favor a la memoria de las aspiraciones absolutas de Kleist y de todos los románticos, a saber, las fronteras son la prueba fehaciente y supurante del fracaso de aquellas ensoñaciones. Más aún, son el testimonio de la insaciable tozudez en seguir perseverando en levantarlas, aún hoy, a pesar de la cantidad de muertos que han dejado sobre el continente. Las diferentes corrientes populistas que cruzan y se entrecruzan en Europa a cuenta, y como respuesta, a la crisis de 2008, son una seria advertencia de que el espíritu romántico sigue muy vivo, no sólo en la mente de las personas que es de donde no debería salir, sino en los planes públicos para la organización política y social de los europeos del siglo XXI. Sin embargo, para la percepción del ciclista esta frontera de Frankfurt de Oder es lo que llamo una frontera osmótica, pues la ciudad polaca del otro lado de la raya forma parte del mismo conjunto urbanístico. Solo los típicos rótulos fronterizos recuerdan que se sale de un país y se entra en otro, y viceversa. También, en este caso, que la riqueza está mal repartida o no tan meritoriamente ganada. Lo cual hace patente, sin que tenga que dejar constancia en las nuevas ediciones cartográficas, el nuevo diseño fronterizo del continente. Los que tienen y los que tienen más. Igualdad, ¿es este el nuevo reto del absoluto romántico? El cruce de la frontera tenía también la pretensión de visitar un antiguo estadio olímpico, construido durante la primera gran carnicería mundial por prisioneros de guerra. Así mismo merecía mi curiosidad acercarme al monumento a Wikipedia, que el alcalde de Stbineci mandó erigir hace años, para homenajear al nuevo santon laico de la Europa sin fronteras. ¿Colma el portal digital global los anhelos absolutos del espíritu romántico actual?