martes, 24 de mayo de 2016

YO SEGUIRÍA ESCUCHANDO A "EL FINAL DEL DESFILE"

Algún lector tienen una preocupación angustiosa, obsesiva, diría yo, porque pase algo, porque le pase algo a alguien, porque todo vaya mas rápido en la novela de "El final del desfile". Pero no dice qué quiere que pase, ni hacia donde, ni en que dirección quiere que pase, ni por qué debe ir todo más rápido. Cielo santo, ¡qué bello sería vivir así! Cuando las palabras contaran exactamente lo que dicen. Así la guerra y la maldad humana serían solo un paréntesis, un lapsus fugaz y transitorio en el logro de la vida buena. No serían jamás unas de sus partes inherentes y constitutivas.

¿Por qué lo que pasa y lo que le pasa a Tietjens no le interesa a ese lector apresurado y argumental? ¿Por qué no le interesa donde le pasa y cómo le pasa, y para qué le pasa?¿Por qué no fija su atención? ¿Por qué no activa su perplejidad? Pero lo más intrigante, ¿en que lugar de su máximo interés se encuentra mientras está leyendo, hasta el punto de querer verse ahí con Tietjens y los demás protagonistas? ¿Por qué mejor ahí que en las trincheras o en los cuarteles? Digo más, ¿qué me estoy perdiendo al no querer estar en ese ahí, al gastar mi tiempo siguiendo el acabamiento lento y cruel de un hombre derrotado, que a duras penas le queda aliento para llegar al día siguiente? Y por último, ¿cuánto dura la agonía moral de un ser humano? ¿Cuáles son sus infinitos pliegues y recovecos mientras llega el final? ¿Cuántas sus caídas y cuántos sus ascensos, cuántas las traiciones? ¿Se pueden medir y acotar en un número estipulado de páginas? ¿A qué velocidad tiene que ir todo ese complejo entramado existencial para poder sentirlo mientras se lee, y para que después adquiera sentido ante nuestra mirada? ¿Lenta, muy lenta? ¿Rápida, muy rápida?. Me gustaría saberlo.

¿Qué hacer, mientras tanto? Yo seguiría escuchando. Es sólo una cuestión de atención y paciencia. Dos atributos que vamos a tener que usar con frecuencia en los tiempos que se avecinan. Si nos fijamos, no muy diferentes a los de Tietjens hace casi cien años.