Lo que al final hizo que me decidiera a leer estas tres historias de Richard Ford entre hombres y mujeres, o mujeres y hombres, fue que siendo este uno de los asuntos de los que más se habla, también nos proporciona la magnitud y el alcance de los malentendidos que genera y con los que se contamina la ya precaria comunicación en el mundo. Todo ello, la mayoría de las veces, vive entre dos obcecaciones: "te quiero mas que a mi vida" y "no quiero volverte a ver, sal para siempre de ella". Las cuales no pueden evitar dejar al descubierto la fragilidad que hay debajo de la apariencia de su sólida contundencia: uno no es como se ha enamorado del hombre o la mujer de su vida y al enamorarnos no hacemos otra cosa que ofrecer lo que no tenemos a alguien que no es. Pero, a pesar de estas enormes paradojas, vale la pena desenredar esa madeja que son las relaciones entre los unos y las otras. O viceversa.
Abandonando el ámbito propio de la vida y metido ya en el de la literatura, que es donde voy a intentar pensar sobre estos asuntos a partir de las historias que nos propone Ford, lo primero que me doy cuenta es que en las relaciones personales no podemos convivir con un exceso de verdad. Sencillamente porque uno no puede perderse en ellas al mismo tiempo que darse por perdido. O porque no se puede sentir que va todo bien, temiendo al mismo tiempo que nunca las cosas estuvieron bien o que nunca pueden llegar a estarlo. En fin, que no se puede estar en misa y repicando. Esas mentiras nos permiten disfrutar, al tiempo que nos ciegan, de uno de los deseos mas anhelados por los seres humanos, la inmortalidad. No hay nada que nos haga sentirnos mas cerca de ella como dejarnos llevar por la fe de que hay alguien por ahí que nos desea y nos ama.
Por eso las cosas entre hombres y mujeres que pasan en la vida solo pasan y se conocen en la vida. Solo pasan cuando nos pasan, y nunca mas vuelven a pasar ni las volvemos a conocer de esa manera. Pero las cosas entre hombres mujeres que nos pasan en la literatura, bien como escritores o como lectores, no suceden, como en la vida, están pasando siempre, lo único que cambia es la forma de su representación y reconocimiento. Atención a la diferencia entre conocer y reconocer. Aquí está una de las claves de la lectura de los relatos de Ford. Conocemos, cada uno por separado, en el ámbito de nuestra vida, pero todos nos podemos reconocer, es decir, aprender en este caso, dentro del campo de acción de los personajes de "El Mujeriego", "Celos" y "Occidentales".
Esta irrupción de la literatura en nuestra vida, este intrusismo voluntario de lo de siempre en lo coyuntural de nuestras existencias, del reconocimiento en lo que ya de sobra conocemos sirve, pienso yo, para dos cosas. Una, para liberarnos de aquellas obcecaciones que pueden llegar a acabar con nosotros, y dos, para dar paso a una forma de entender las relaciones entre mujeres y hombres acompañadas, sin manías, de su corte de placeres y desdichas, de eternidad y olvido, de elevación y caída, en fin, de lo que todavía esta crudo y de lo que ya está cocido.
Lo quiero decir es que, ya que va a ser difícil o imposible no dejar de estar bajo su influencia, las relaciones entre hombres y mujeres nos deberían servir para acercarnos con más tino e imaginación a los misterios de la vida. Que continúan siendo los que permanecen ocultos en esos mismos hombres y mujeres que están por ahí, más o menos cerca.