miércoles, 11 de mayo de 2016

CARTA ABIERTA A UN LECTOR DE "LOS BUDDENBROOK"

Lo que tiene entre las manos, querido lector, no es un libro que se titula "Los Buddenbrook", sino una persona desconocida que le habla desde un lugar que no tiene que ver con la cartografía. Que no tiene otra intención que contar bien y con eficacia lo que le cuenta. Que es, debido a esos atributos y a esas intenciones, fiable. Mucho más fiable, en el uso y manejo de las palabras, que su mejor amigo o amiga del alma, y de carne y hueso, en quien tanto confía y de quien tanto espera. Que aunque parezca verdad lo que le cuenta no deja de ser mentira, es decir, no deja de ser una ficción. Que no olvide, sin embargo, que la única manera de acceder a la verdad de una vida es a través de la ficción. Ya ve.

Dicho esto, ¿dónde está su problema? ¿En que sigue creyendo que al tener un libro entre las manos, deja la verdad a sus espaldas? ¿En qué mientras lee tiene la sensación de estar perdiéndose algo de mucho más interés, y por eso siempre lee mirando al retrovisor? ¿En qué lo que le cuenta el narrador le parece menos fiable que lo que le cuenta su mejor amigo del alma? ¿En qué, dentro de la soledad y el silencio de la lectura, este narrador le parece alguien poco corriente? ¿En qué está convencido de que lo menos fiable es lo más inhabitual? ¿En qué la verdad es, por tanto, lo habitual?

Cierto es que lo que tiene entre las manos es una conversación inhabitual, que produce esa sensación de estar hablando con alguien que es y que no es ajeno, alguien que no es ajeno pero que tampoco es usted. ¿Cómo quieres cambiar el mundo si no tiene el valor y la fortaleza para cambiar, primero, de conversación? ¿Es fiable como interlocutor, y vuelvo al principio, para esa persona desconocida que le habla desde ese otro lugar? ¿O sólo se fía como interlocutor de alguien conocido que le hable en su mismo lugar? ¿De dónde le viene su atribulación ante esta lectura, que puede acabar en indiferencia y aburrimiento? ¿Del ruido de las palabras que oye cada día en ese lugar donde vive sitiado y encumbrado, al que nunca llega la música de las palabras dichas en otros lugares y que nos entrelazan con ellos? Me refiero a la música de las palabras de siempre.

Convengamos, a ver si podemos entendernos, que lo que ocurre dentro de nosotros es demasiado rápido y arbitrariamente entremezclado con lo que la mayoría de las veces desconocemos - eso que llamamos el azar - para aceptar, sin poner antes de nuestra parte todo nuestro esfuerzo, lo que nos propone este narrador desconocido en esta conversación inhabitual. Al poner ante nosotros, mediante asociaciones infrecuentes y similitudes inusuales, lo que está ausente como si fuera presente, mostrándonos la apariencia como si fuera realidad. Haciendo de “este colosal engaño” la fuente primordial de nuestro placer en la lectura.