miércoles, 20 de abril de 2016

LA TORMENTA DE HIELO, novela de Rick Moody

Siempre me han interesado los narradores que esconden su buen hacer narrativo bajo el ropaje ordinario y visible de la vida cotidiana. Esos que sacan oro de la disgregación inevitable que aquella esconde. Que el narrador de "La tormenta de hielo" pronuncie sus primeras palabras diciéndome que me va castigar (me va a dar "la paliza") con una comedia de una familia que conoció cuando era pequeño,y que lo que me va a contar es un cotilleo, me hizo pensar que estaba delante de unos de esos tipos. Quede claro que esto, más que una virtud, no deja de ser un prejuicio mío, que en este caso me ha facilitado el encuentro con este narrador. Y que, a lo mejor, me ha hecho perderme algo importante.

No tuve que esperar mucho, en el segundo párrafo empieza a desplegar ya la fuerza de su cotilleo ("Primero: la habitación para invitados, con el ordenado descuido de todas las habitaciones para invitados"). Lo que llamamos extraordinario, me viene a decir, esta construido con grisáceas tácticas e inconfesables vulgaridades. Benjamin Hood es un buen ejemplo de ello. Si crees que las grandes pasiones e ilusiones humanas están hechas con los materiales mas nobles, te engañes, no son mas que meras supersticiones. Y si piensas que con mis palabras voy enjuiciar el proceso de su abulia y corrupción, conmigo no cuentes. Ya te he advertido, la vida de Hood y sus vecinos le darán a tus convicciones una dura paliza. Esta vez sin comillas. Solo se desencanta quien previamente se ha encantado. Créeme, los conozco bien, no es nada personal. Son así, y dicen y hacen estas cosas. Eso es todo.

Pero no olvido que el narrador también me dice que en parte la historia es suya, lo cual delata que no es solo la necesidad de cotillear (hablar por hablar) lo que lo anima a contar, sino el hacerlo con una intención determinada que le afecta y le importa. Y eso se nota en el estilo del lenguaje que emplea, que sin perder ese aroma de chascarrillo (el narrador parece, en la manera que tiene de elegir y describir los detalles de los protagonistas, un bufón que sabe de todos los chanchullos de esa corte aristocrática de la Sociedad del Bienestar Occidental una de cuyas sucursales está situada "en la mas agradable y superficialmente tranquila de las zonas residenciales de las afueras. En el Estado mas rico del noreste. En el país mas opulento de la Tierra") consigue, sin embargo, ordenar y dotar de coherencia a los fragmentos e hilachas de la disgregación desde donde habla. Y lo hace rompiendo la linealidad y literalidad propia del cotilleo auténtico, que solo busca la información acumulativa de los hechos y los datos.