viernes, 8 de abril de 2016

BROOKLYN, película de John Crowley

No sé qué cara se nos pone, y que le ocurre a nuestra conciencia, cuando somos extranjeros de nosotros mismos, exiliados en el salón de nuestra casa, o al otro lado del Atlántico, pues en estos menesteres, tanto da. Porque esto de sentirse exiliado o extranjero, vivas donde vivas, se parecen todos al hecho de estar perdidamente enamorado de alguien que no te hace caso. Todo el mundo sigue a tu alrededor la vida normal y a uno todo le da vueltas hasta el punto de sentirse morir en medio de tanta y sofocante normalidad. Luego pasa el tiempo, compruebas felizmente que no te mueres, y te das cuenta de que ser extranjero siempre, estés donde estés y en compañía de quién estés, es tu forma particular de estar en el mundo. O de otra manera, es tu destino y tu carácter.

"Brooklyn", la peli de John Crowley, debe servir para lo de la cara. La novela homónima del escritor Colm Toibín debe servir para lo de la conciencia. ¿Cuál es el rostro del exilio?

Voy a la peli. La cara es la de la protagonista, Eilis Lacey, una chica de familia humilde que no encuentra trabajo en el pequeño pueblo del sudeste de Irlanda en el que vive. Cuando, iglesia mediante, le ofrecen un trabajo en unos grandes almacenes de Nueva York, no duda en aceptarlo. Al subir los títulos de crédito pensé: flojita. Aunque mas tarde pensé en la conveniencia de ese adjetivo. 


Por ceñirme al lenguaje cinematográfico, ¿qué rostro da cuenta de ese despropósito que es el exilio a que se empuja a todo ser humano al nacer, dejándole como única misión aprender a ser mortal, en compañía de otros seres mortales? Si en verdad somos exiliados de nosotros mismos, acompañados de diferentes maneras a lo largo de nuestra vida, entonces, ¿por qué califiqué yo de flojita a la película? ¿No es un adjetivo más propio de la jerga de gente integrada sin fisuras, gente de la academia vigilante del canon? El rostro de la mujer protagonista de la película trasmite una fuerza oculta que nace de su inexpresividad, y que desentona con esa "banalidad y flojera ambiental" con que, dije yo nada más salir del cine, está tratado todo lo que lo rodea. ¿Le he prestado toda la atención que merecía? ¿He tratado de dialogar con ese rostro desde mi experiencia de exiliado? ¿O era toda la banalidad y flojera exterior lo que le daba forma a toda esa resistente belleza?

El rostro de Eilis no es flojito, pero tampoco aparece desquiciado por el dolor del exilio, ¿era eso lo yo que esperaba? A la película a lo mejor le falta perspectiva, pero no sé responder hacia dónde. ¿Entonces? ¿Y entonces lo de flojita? Por ejemplo, a Eilis no se la ve llorar en ningún momento de forma desconsolada y a lágrima chorreante, que me hubiera parecido una escena previsible en una historia de ese tipo. Cualquier exiliado de carne y hueso lo hace en algún momento de su exilio. La experiencia del exilio va ligada al llanto. El rostro de Eilis solo mira la normalidad que le rodea, ella que al principio se siente fuera de todo. ¿Flojita por qué no salen chispas de ese encuentro? ¿O flojita por qué Eilis se va dejando llevar por esa normalidad? ¿O flojita porque la normalidad que rodea a la exiliada Eilis tiene un protagonismo exagerado y poco excitante? Ejemplo: se deja enamorar por un italiano guapo miembro de una familia que, vaya por dios, no es mafiosa. Es "decente". Como la familia que dejó en Irlanda. ¿Si se hubiera enamorado de un miembro , pongamos, de la familia Gambino, hubiera sido menos flojita, más "decente" cinematográficamente hablando?