miércoles, 25 de noviembre de 2015

SOBRE IDEAS Y CREENCIAS

Siguiendo a Ortega y Gasset, en las creencias estamos, las ideas las podemos tener o dejar de tener. O dicho de otra manera: las creencias no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Las creencias son acríticas y las damos siempre por supuestas siendo el continente de nuestra vida, no los contenidos, que se apoyan para su obtención en el continente: es lo que llamamos las ideas, a las que acompaña el pensamiento crítico. Por las ideas podemos llegar a ser capaces de dar nuestra vida, pero no podemos vivir de ellas como si hacemos con las creencias. Y las dudas, ¿dónde colocamos nuestras dudas? Cerca de las creencias o de las ideas.

Los inventores de la tradición del cristianismo a partir del Nuevo Testamento, a la que pertenecemos, pusieron la oscuridad y el misterio (ese Saber que Hay en el No Saber) en un sitio lo más alejado posible de las creencias de la vida cotidiana y rellenaron el hueco con dogmas de fe e instituciones religiosas. Lo hicieron así porque llegaron a la conclusión que no había nada que leer ni que pensar, aunque sí había mucho que creer. Esta claridad dogmática que se impuso en el mundo occidental desde entonces, y a la que las diferentes revoluciones dieron continuidad en su versión laica, dejó numerosas zonas de la vida humana trágicamente suspendidas del vacío o de la búsqueda ciega. De poco ha servido que críticos radicales del cristianismo, como fue el caso de Nietzsche, propugnaran tener la voluntad de la ignorancia y aprenderla. Nos es necesario comprender que, sin esta suerte de ignorancia la vida misma será imposible, que es una condición merced a la cual únicamente próspera y se conserva lo que vive. Sin embargo, solo aspiramos, como ya he dicho otras veces, a ser trasparentes como el vidrio. Por eso las formas de curación espiritual actual con vitola científica, paradójicamente, no habilitan para tener ideas, sino para restaurar la estancia de sus creencias que es lo que ha perdido el ser de vidrio. Sirven para instalar de nuevo la claridad dogmática de tales creencias, que el mal espiritual, al hacer nido en sus adentros, ha hecho desaparecer o temblar en sus sólidos fundamentos. Ya que ese malestar, que los seres humanos únicamente de vidrio padecen, lo que hace es acercar de nuevo la oscuridad y el misterio de la sentimentalidad primera. Algo que nuestras sociedades actuales, firmes creyentes todavía de los beneficios del Laicismo y del Progreso, no pueden digerir de ninguna de las maneras. Nada de lo anterior, claro está, quiere decir que esos seres humanos de vidrio solo habiten sobre sus creencias, y que no tengan ideas.

¿Cómo leemos habitualmente: bajo el palio protector de las creencias sólidas, o seducidos por la perspectiva o el horizonte que nos pueden abrir las ideas frágiles del relato? ¿Cómo se debe interpretar esas conocidas y recurrentes frases dichas por muchos lectores: "no se lo que me quiere decir el narrador" o "no sé como expresar el cómo me afecta lo que me dice el narrador"? Explicabilidad y expresividad son dos carencias frecuentes del lector en su acto único e irrepetible de lectura ¿A cuenta de que ponemos esas dos carencias: a la falta de ideas frágiles o al exceso de creencias sólidas? ¿Qué impulsa el diálogo, cualquier diálogo: las creencias sólidas o las ideas frágiles? Sin embargo, muchas tertulias quedan abortadas, o son muy aburridas, o sencillamente no se inician ni se convocan, debido a que todos llevamos dentro el tertuliano que en un momento u otro dice: "por ahí no paso, esto me lo tienes que aceptar, es indiscutible, no puede ser motivo de discordia." ¿De dónde nos sale semejante sentencia: de la solidez de nuestras creencias, o debido a nuestra incapacidad para enfrentarnos a los nuevos horizontes o perspectivas que nos alumbran las frágiles ideas? ¿Qué aborta la tertulia: las sólidas creencias o las frágiles ideas?

¿Por qué no aceptamos que las creencias sólidas son las que nos permiten levantarnos cada día para salir al mundo, pero son las frágiles y cambiantes ideas las que nos permiten caminar por él? Las creencias sólidas en las que estamos hacen que el mundo no tiemble bajo nuestros pies, pero son las  ideas frágiles que tenemos las que consiguen que se mueva ante nuestros sentidos. Lo que hay de vivo en la vida está precisamente en su modo de no estar, o en lo que no poseemos para siempre. ¿Por qué lo "creemos" al revés? ¿Somos conscientes del peligro que corremos de que nuestras frágiles ideas se hagan roca y se transformen en creencias? ¿Qué mundo es este en el que ponemos el pie en la tierra por la confianza que nos proporcionan nuestras frágiles ideas y en el que luego caminamos aupados sobre la fe sólida de nuestras creencias? Un mundo al revés. Un mundo transparente y, sin embargo, muy pesado o aburrido por falta de significados relevantes, puesto estos los proporcionan las frágiles ideas y la forma como las perciben los sentidos, no las sólidas creencias.

El malestar espiritual de la modernidad actual radica, según el filósofo coreano berlinés Han, en el exceso de positivismo que metemos en nuestras vidas, olvidándonos de su negatividad inmanente. Tan positivos somos, que desde hace ciento cincuenta años hemos prescindido de la figura del dios creador. Solo creemos en lo que de ciega tiene nuestra razón y en su enorme vanidad asociada. El mundo por venir será muy pesado y duro de habitar si no inventamos un nuevo dios creador, que ocupará como todos lo anteriores el lugar del Saber del No Saber. Aunque el camino hacia él ya no será trazado por las creencias sólidas donde estamos, sino por las ideas frágiles que tenemos, cuyas estrategias de comunicación ya no estarán rebozadas por la estática y árida vanidad del yo sabelotodo, sino por la humildad de quien tiene la voluntad de la ignorancia y quiere aprenderla. E intenta comunicarla a los otros.