martes, 24 de noviembre de 2015

SE TRATA DE CONTAR: ENTRE LA CALCULADORA Y EL ALMA

Lo difícil de la experiencia de la lectura no es leer, que es algo mecánico (cualquier animal "lee" a su alrededor para llevar a cabo sus estrategias de supervivencia), sino qué hacer con lo que hemos leído, que es lo incuestionable y genuinamente humano. Esto ya lo sabemos. Lo saben todos los seres humanos. Lo que no sabemos es por qué, sabiéndolo, nos comportamos al leer como lo hacemos. Lo que no sabemos es cómo lo sabemos.

Todo lector, indefectiblemente, aloja una parte de lo que ha leído en el contenedor de los datos y la otra en el contenedor de los sentimientos. Porque todo lector tiene dentro una calculadora y un alma. Porque todo lector existe, al mismo tiempo, haciendo sus cuentas y sintiendo lo que le cuentan. Ahora bien, ante la pregunta, ¿qué has hecho con lo que has leído?, ¿por qué la mayoría de los lectores usan sólo la calculadora, cerrando con el mismo impulsó la espita del alma? Misterio habemus. Ahí nos encontramos.

Todo narrador de un ensayo económico, político, sociológico, psicológico, antropológico, etc., existe usando la calculadora y el alma que lleva dentro. Todo narrador de literatura hace lo mismo. ¿Cual es la diferencia? El énfasis que ponen en el uso de la calculadora o en el del alma. Los primeros ponen mas empeño en que les salgan sus cuentas, y el segundo en sentir lo que cuenta. Pero, ¿por qué cuando nos ponemos delante de un narrador literario leemos como si estuviésemos delante de un narrador de los otros? ¿Por qué sólo queremos existir pensando en que nos cuadren las cuentas, sean estas económicas, profesionales, familiares, sociales, psicológicas, históricas, amatorias, etc., en lugar de existir también escuchando y sintiendo lo que nos cuentan? ¿Cual es la existencia mas inauténtica? ¿Que nos hace vivir de forma más auténtica como seres humanos realmente existentes?

Si oigo a alguien decir en la calle, "te quiero", la frase es correcta y exacta, pero no tengo ninguna garantía de que sea verdadera. Pero si oigo en un relato decir a un personaje, "te quiero mas que a mis ojos, te quiero mas que a mi vida y más que al aire que respiro, te quiero mas que a la mare mía. Que se me paren los pulsos si te dejo de querer. Que las campanas me doblen si te farto alguna vé", la frase es abrumadora y de todo punto incorrecta e inexacta, pero tiene toda la garantía de ser verdadera. ¿Seguimos en el misterio? Si seguimos, ¿por qué nos empeñamos en calcular sus dimensiones externas, en lugar de adentrarnos en sus vericuetos internos? Pero, ¿qué es el misterio? Es la distancia - entendida como tensión y como fuerza, no como una magnitud espacial - que media entre querer que siempre nos salgan las cuentas en la vida y aprender a sentir lo que nos cuentan en la ficción. Lo que hay entre lo que vemos y lo que es invisible. Porque, ¿estamos de acuerdo en que nosotros no lo vemos todo con un solo golpe de ojo? ¿Estamos de acuerdo que con ese golpe de ojo solo vemos lo obvio? Eso es lo que hay verdaderamente, y eso es el misterio.

Entonces, ¿por qué los Más dan vueltas y vueltas, como si estuvieran atados a una noria, alrededor del misterio, y son los Menos quienes se arriesgan solitariamente a adentrarse en su obscuridad? La culpa, ¿la tiene la calculadora o la tiene el alma? ¿La tiene el trajín que nos Okupa cada día para que nos cuadren de forma inaplazable nuestras cuentas o el sentir inaprensible y lento de lo que nos cuentan? Hacer que nos salgan nuestras cuentas supone trabajar con lo que es inteligible, sin tener por ello que mancharnos las manos, haciendo valer nuestra neutralidad en el proceso de ese conocimiento. Voilá, aquí un objeto y aquí un sujeto, limpios de polvo y paja, cada uno a lo suyo y en lo suyo. Es decir, supone trabajar siempre bajo la influencia de la luz cegadora. De hecho la vida humana comienza con un golpe de luz y un llanto debido a tanta luz. Un canto de protesta y de queja. ¿Hace falta tanta luz para existir? Porque, conviene no olvidarlo, la vida y la ficción antes que cuentas y cuentos, son, sobre todo, canto y aullido. El origen primordial de todas las cuentas y todos los cuentos.

Por otro lado, sentir lo que nos cuentan en la ficción significa tratar con lo ininteligible y oscuro, y mancharnos las manos con el mundo que nos cuentan. Salir del cuento con las manos llenas de ese mundo. No con ese mundo entre las manos, que es lo que hacen los lectores sectarios. De hecho toda novela comienza entre la niebla, que extiende sobre el alma del lector la voz de un narrador desconocido, y que solo vamos a conocer dentro de la novela. Comienza entre niebla, y con el lector en silencio y atento para averiguar cual es su lugar y su papel dentro de esa niebla.

Calculadora y alma. Canto y saldar cuentas y que me cuenten un cuento. Luz y niebla. Todo pertenece a nuestra humanidad. Todo nos hace ser como somos. Todo está relacionado con todo desde el principio de los tiempos, a pesar de la oposición de nuestra configuración interna por defecto. ¡Que no nos vengan a dar lecciones ahora los internautas de última generación! Lo sabemos. Lo sabemos porque llevamos toda nuestra existencia saldando cuentas y escuchando cuentos y cantos. ¿Cómo negárnoslo a estas alturas de nuestra vida adulta? ¿Cómo negárselo a los otros? Entonces, ¿donde está el misterio? ¿Por qué cuando leemos una novela queremos ser notarios o ingenieros o economistas o sociólogos o psicólogos o politólogos o antropólogos, ... antes que ser lectores? Si sólo se trata de eso: Ser Simples Lectores. Cantar, contar y que nos cuenten. Repito, ¿por qué nos acobarda tanto el misterio?