Positivamente el Coordinador se encuentra solo entre los lectores del club de lectura, hombres y mujeres de mente deformada por los hábitos viciosos de la falsa sabiduría. Son almas envenenadas por la brillante seducción de la doxa (en su doble significado de opinión y de gloria o fama), incapaces de instalarse en el recinto austero y solitario de la verdad que sostiene a la novela, desde el que el Narrador les habla, y en el que inútilmente (el Coordinador lo sabe muy bien) les invita a entrar. La falsa sabiduría de los lectores, que oponen con tenacidad tanto en el momento de la lectura individual primero y después en el momento de compartir esa experiencia con otros lectores, no es otra que la que les proporciona la práctica profesional, sobre todo en lectores que tienen profesiones de una cualificación media o alta, y la que se deriva de la práctica social y familiar, hoy muy activas ambas e influenciadas y avaladas por el uso constante de las redes sociales e internet entre sus miembros, en este sentido podía decirse que muchos lectores que acuden a los clubs de lectura nos son lectores literarios sino lectores algorítmicos, protegidos todos por lo que algunos expertos llaman el democratismo postmoderno pero que a mí me gusta denominar como el populismo educativo y cultural rampante. El sopor de las palabras de los lectores, a medida que transcurre la tertulia, no es otra cosa que un reflejo de la modorra espiritual de esa falsa sabiduría aludida que los acompaña en su vida. Ya Heráclito había hablado de la modorra de los que viven en su mundo particular (en la doxa) y de la vigilia de los que comulgan en el nus (órgano de la verdad).