viernes, 6 de septiembre de 2019

CRÓNICA DEL ALTMÜHL 2

EL TRASLADO
La otra parte de los prolegómenos, una vez conseguida la bici, era acercarme con ella al punto de partida. Normalmente no suele coincidir lo uno con lo otro. Entre el alquiler de la bici y la primera pedalada de la primera etapa media una distancia en la que hay que invertir el correspondiente tiempo para neutralizarla, para poner todos los dispositivos mecánicos a cero. Los otros dispositivos, los del alma, llevan funcionado desde hace un tiempo, digamos, intemporal. La forma más eficaz y más rápida de neutralizar estas distancias de las que hablo es mediante el uso del ferrocarril. El DB. Con esto quiero decir también que el ferrocarril es el gran aliado de la bicicleta en estos recorridos cicloturistas. Como lo puede ser, para entendernos, el helicóptero para los excursionistas en la montaña, aunque la relación entre ciclistas y excursionistas con las respectivas máquinas en un caso y en el otro no tengan nada que ver. La prueba de lo que digo está en que la bicicleta es tratada, a la hora de comprar los billetes en la estación de la DB como un viajero más. Un viajero sin alma, si se quiere, pero un viajero al fin y al cabo, que tiene derecho a un espacio en el vagón correspondiente de acuerdo al contrato que ha firmado el ciclista al pagar el billete doble, uno para él y otro para su bici. La importancia del cumplimento de este contrato produce, como efecto no deseado o molesto, los transbordos que hay que hacer en distancias medias o cortas. Si uno utilIza el ferrocarril sin el acompañamiento de su bicicleta puede viajar más en sintonía con la velocidad que imponen los tiempos actuales. Pero al llevar la bicicleta de acompañante uno vuelve a los tiempos anteriores, por decirlo así, a la velocidad de la luz a la que tendemos, cuando no estamos inmersos de lleno en ella en nuestros movimientos. Me costó entender este giro no como una involución, sino como un gesto para escapar de uno mismo metido dentro del laberinto de la historia, en cuyo último recoveco tecnológico ha nacido la nueva aceleración en la que nos encontramos. Las pregunta que me hice en su momento fueron, ¿por qué no todos los trenes llevan vagones adaptados para colocar las bicis? ¿Realmente los usuarios del ferrocarril que llevan una bici de acompañante participan, igualmente que los que no la llevan, de la misma aceleración en la forma de conducirse por su vida? Si es así, ¿por qué se dejan acompañar por un artefacto, digamos arcaico, que a esa velocidad se convierte de inmediato en un trasto inservible? ¿Está escrito en algún lado que desconozco, que el hecho de ir acompañado por una bici al subir a un tren te convierte de forma instantánea en un amante de la lentitud, lo cual te hace más comprensivo y tolerante al efecto de perder el tiempo? Al fin y al cabo eso fue lo que sucedió, al hacer uno, dos y hasta tres transbordos (según los horarios) en la distancia de poco menos de doscientos cincuenta kilómetros que separa entre sí a Múnich y Rothenburg de Tauer, ciudad esta última donde comenzaba el itinerario del río Altmühl hasta su desembocadura en el río Danubio en la ciudad de Kelheim. Efectivamente, no está escrito en ningún sitio, como he podido comprobar durante todos estos años. Pero también he experimentado que la escritura es un acto de la voluntad de poder que siempre va ligada a lo que se oculta antes que a lo que se hace explícito. La prueba de lo que digo la deduzco del hecho de que todos los ciclistas que suben al tren, además de ir acompañados de su bicicleta, no olvidan hacer lo propio con sus dispositivos digitales. Un de los símbolos de la lentitud y otro de la máxima velocidad dejándose conducir, los transbordos que sean menester, por un símbolo intermedio como es el tren. Al final me he decantado por situar a los transbordos como lugares intermedios, propios y necesarios en el deambular de nuestra vida. Ciertamente no está escrito en ningún lado, ni he notado que nadie tenga necesidad de hacerlo. Estos transbordos además de una práctica funcional de la organización de la red ferroviaria alemana, significan también una expresión cabal de lo que el ciclista y el peatón coyuntural (que mañana pueden invertir esa coyuntura siendo el ciclista peatón y el peatón ciclista), subidos los dos sobre un tren, significan respecto del afán de desplazamiento que acompaña siempre al ser humano.