En lugar de pensar en un mundo visualmente homogéneo, continuó, amorfo e insensible (como en esa “naturaleza” o ese “espacio” de los geómetras, escindido de su devenir-sentido), en el cual la mirada del sujeto introduce perspectivas y descubre la belleza de los paisajes creando miradores, hemos de pensar más bien en un mundo objetivamente fragmentado en millones de perspectivas de las cuales la mirada humana es el producto antes que el productor. Los Anillos de Saturno, de W. G. Sebald, ha sido observada como un ejemplo paradigmático de narración capaz de extraer su energía de una condición fragmentaria y que logra huir del lugar destinado a la ficción. El escritor alemán, que residió en Inglaterra desde los 21 años, ha sido comparado reiteradamente con otros escritores europeos como Claudio Magris, Peter Handke y Enrique Vila-Matas. ¿Donde poner la confianza del escritor en la era de la sospecha? Dice la crítica, “El narrador fusiona con audacia la autobiografía, el ensayo, el reportaje periodístico, el artículo científico, la poesía y el relato breve. La historia nos hace cómplices de auténticas multiplicidades documentales donde los recuerdos y los datos son siempre acompañados de una cuota astuta de misterio.” Pero, ¿los espacios de que nos habla el narrador pertenecen todos a la historia y a las historias? ¿El sentimiento de abandono, que se repite en los lugares por donde el narrador camina y a donde el narrador llega y pernocta, es abandono también de la historia y las historias? ¿La ruinas o los residuos de esta historia son históricas o se incorporan al nuevo abrazo de la vida y la naturaleza? Todo trabaja con todo. Entre los seres vivos y las cosas hay relaciones de prodigio. Véase como ejemplo la relación con la liebre que el narrador se encuentra en el camino. “Me veo a mis mismo fundido en uno con ella.” (pg 260). Vestigios del pasado en las obviedades del presente y en los sueños de un futuro ya no utópico que remiten a la totalidad del mundo. ¿Es por lo cual que hay que volver al origen? ¿En que espacio de tiempo transcurren las afinidades electivas y las correspondencias? ¿Este libro trata de responder a esta pregunta mediante una forma de narrar tan fuera de la forma de narrar tradicional como extravagantes, extraordinarios y excéntricos resultan ser los personajes reales o históricos, vivos o muertos, que pasan por estas páginas? Convengamos que es es cierto, pero, ¿donde se aloja la continua perplejidad del lector? Un relato que avanza, como el mismo narrador dice, del mismo modo que “la quema incesante de todas las sustancias combustibles es la fuerza de propulsión de nuestra propagación por la tierra”.(pg 190) Esta imagen conceptual le viene porque allí en el lugar donde se encuentra estalla un fuego y todo lo que remueve su mente acaba vertiéndose en una imagen visual de extraordinaria fuerza expresiva: “Y nunca olvidare como los enebros que se elevaban oscuros en el reflejo de La Luz, uno tras otro, apenas eran rozados por las primeras lenguas de fuego ardían en llamas de un golpe sordo, semejante a una explosión, como si fueran de yesca, y como inmediatamente después se hundían en una silenciosa desbandada de chispas”.(pg 191) Imagen conceptual, imagen visual; pero ¿siempre imagen literaria? El entrelazamiento de ambas en torno a esa necesidad de caminar y meditar de vital importancia para el autor, ¿dan como resultado este libro? Como a Saturno en los anillos, se nos adhiere todo lo que nos sucede en nuestro girar constante en el espacio y en el tiempo. ¿Es ahí donde el narrador de Sebald entiende la grandeza de las cosas simples y duraderas? Restos y recuerdos que giran formando esos aros que nos rodean y que nos hacen encarnar el milagro que veía Browne en los seres vivos, es decir, lo increíble que le parecía que los organismos pudieran mantenerse en pie un día. Si seguimos vivos un día más, si hemos llegado hasta aquí después de tantos días haciendo lo mismo, ¿es por qué somos virtuosos o por qué somos peores que los grandes hombres que hacen la historia? Muchos años después de Browne, Primo Levi dejó escrito que los mejores cayeron los primeros en los Lagers nazis, solo sobrevivieron los éticamente inferiores. ¿Voluntad de poder irreductible? (Pg 166) o ¿indestructibilidad dogmática de la naturaleza? (Pg 66)