jueves, 31 de mayo de 2018

INCENTIVOS PERVERSOS

La fiesta del postfranquismo trajo en el ámbito de la educación las actividades extra escolares. Como las familias empezaron a disponer de más dinero al trabajar el hombre y la mujer - muchas de estas familias se las conoce hoy, según los parámetros de la economía financiera que las hizo emerger, con el nombre de familias ninjas (no income, no job, no assets) -, lo que suponía tener menos tiempo para dedicarse al cuidado de sus vástagos, empezaron a reclamar actividades que ocuparan las horas posteriores a la salida de la escuela hasta que ellos pasaran a recogerlos. La familia ninja, por decirlo así, es lo que queda después de la desaparición de las bases del capitalismo calvinista apoyadas en sus tres columnas de mármol de carrara: esfuerzo, trabajo y ahorro. Es, también, el correlato necesario que permite entender toda esta debacle que se nos ha echado encima. Al estar fuera de las férreas exigencias que, con guante de seda, impone el sistema educativo vigente, las actividades extra escolares se dedican, amparadas en ese papel de segundón que padres y profesores ninja le permiten, a iniciar a los alumnos en las mañas de la creatividad. Pues la proverbial indolencia del cuerpo docente ante el ideal educativo democrático y su puesta en práctica en una sociedad diversa, coloca a sus miembros dentro del ámbito de influencia del efecto ninja aunque sus parámetros de identidad sean justo lo contrario, a saber, son trabajadores con ingresos, con trabajo, con activos. Con ello pretenden amortiguar, en esto padres y profesores ninja están sin grietas de acuerdo, el efecto pernicioso que tiene el fracaso escolar en sus hijos y alumnos y, por ende, en la apariencia de la unidad familiar y educativa. El caso es que los discentes están  deseando que acabe el horario lectivo, par empezar el horario creativo, todo lo cual hace que sus jornadas escolares sean interminables, aumentando así el nivel de estrés en sus frágiles e inexpertas psiques. Algo que se ha notado, por ejemplo, en el aumento de locales públicos, sobre todo restaurantes y hoteles, que, paradójicamente, han ido permitiendo en sus recintos la entrada de animales domésticos y negando el paso a las familias ninja con niños, debido, según dicen los gerentes que velan por la salud y el progreso de sus negocios, al aumento de la responsabilidad de los dueños de los primeros y a la despreocupación absoluta de los dueños de los segundos mientras están dentro. A pesar de la notoria capacidad para mirar hacia otro lado que han desarrollado las familias y los docentes ninjas, mediante un habilidoso haz de trucos - los mismos que necesitan para abastecer la falta de honradez y la traición cotidiana con las que ellos viven consigo mismos y entre los suyos - que les permite pasar por alto los problemas enquistados de la educación de sus hijos y alumnos desde hace más de cuarenta años, sin embargo, no pueden evitar los efectos no deseados de esa estimulación precoz de las potencias creativas que las actividades extra escolares esta produciendo en sus vástagos y discípulos. En primera instancia en el aula, que cada mañana se convierte en una jaula para el alumno que hace tan solo unas horas ha experimentado en la actividad extra escolar que haya elegido la llamada incipiente de la creación artística. Ante esta excitación indomable al docente no se le ocurre otra cosa que sacar al alumno fuera del aula, pues piensa que son sus cuatro paredes las culpables del colosal desasosiego de sus alumnos. En segundo lugar en el hogar del alumno, pues los padres culpabilizan, a su vez, del aburrimiento irritante de sus hijos a la escasez de actividades que el maestro les propone durante el tiempo que permanecen en la escuela. Como puedes ver el síndrome de la caza y captura del culpable - tan querido y practicado por las familias y docentes ninjas - se cierne implacable como un ave de rapiña sobre los asuntos de la educación actual. Los padres culpan a los docentes y estos a la tradición educativa cuyo campo de acción nunca abandona el aula. Cabe la posibilidad de que en las reuniones periódicas del consejo escolar, donde se ven las caras padres y docentes ninja, lleguen a algún acuerdo provisional sobre temas tan espinosos. Lo que ocurre es que pasado el efecto del mismo, que lo mas que puede durar es el resto del curso, vuelven de nuevo a las andadas culpabilizadoras que les produce sentir la angustia de ver a los menores de edad a su cargo fuera de todo tipo de control. La potencia creativa de las actividades extra escolares, antes de que pueda desplegarse con toda su fuerza, se convierte en un crisol de violencia que atenta igual contra lo grande y lo pequeño, o contra lo importante y lo accesorio, del ámbito escolar y familiar. El problema radica, según indican estudios recientes de psicología y antropología  educativa, en que ni las familias ni los profesores ninja son capaces de hacerse cargo de las energías que su nueva concepción de la libertad, valga la redundancia, ha liberado. La cosa viene de lejos, pero ha sido en los últimos años del siglo XX y primeros del siglo XXI cuando, debido a la aceleración que la economía financiera y la digitalización de la experiencia han imprimido a aquellos trucos cotidianos vinculados a ocultar la falta de honradez y la traición con se vive en familia y en la escuela, todo se ha precipitado de una forma inopinada e incontrolable. El mal, por decirlo al fin de una manera nada edulcorada, se ha colado entre los intersticios del calendario de nuestras vidas. Así, por ejemplo, los celos que campean a sus anchas entre profesores y padres ninja, no son debidos a una enfermedad, sino a una muestra de la pasión familiar y profesional. Mientras los hijos y alumnos siguen aplicadamente su jornada desquiciante, actividades extra escolares mediante, esperando confiada e ingenuamente que su temprano despertar creativo tenga su recompensa en el futuro inmediato que les espera, un porvenir en el que, como es fácil deducir, sus progenitores y profesores no han creído nunca. Y es que la larga fiesta del postfranquismo, a la que vengo aludiendo en los últimos escritos, ha cegado tercamente la mirada de los agentes ninja de la educación en cualquier otra dirección que no sea la del presente o actualidad bellotera, cuya única misión es convencer a sus seguidores que lo que se les ofrece es, se mire como se mire, inevitable. Es como si pregonaran alineados con la mentalidad ninja, no es que nos hayan engañando, o que nos lo hayan ocultando malintencionadamente desde hace años, es que el futuro se nos perdió a todos sin previo aviso. Como con las hipotecas subprime, calculamos mal. Eso es todo.

miércoles, 30 de mayo de 2018

LAS METÁFORAS NOS PIENSAN

“Para el poeta Robert Frost, la vida era un camino que discurre por encrucijadas insorteables; para Pessoa, una sombra que pasa sobre un río. Shakespeare veía el mundo como un escenario y Scott Fitzgerald percibía a los seres humanos como barcas a contracorriente. Nos rodean las metáforas, pero no solo cuando tomamos un libro entre las manos. En nuestro uso cotidiano de la lengua están tan presentes que ni siquiera las advertimos: “Las mujeres ante el techo de cristal”, “la burbuja del alquiler”, “los brotes verdes de la economía”, “cortar una situación por lo sano”…Considerada la forma por antonomasia del lenguaje figurado, a veces se ha tomado por un mero embellecimiento del discurso, un alarde intelectual o incluso una desviación lúdica del conocimiento lógico.”

martes, 29 de mayo de 2018

IDEA DE TOTALIDAD

El 18 de noviembre de 1676 Gottfried Wilhelm Leibniz puso sus pies  al fin en La Haya, después de un viaje en barco que meditó largamente antes de llevarlo a cabo. Tenía treinta años y en esas fechas disponía de motivos suficientes para poder reclamar para si el título del primer intelectual de Europa, por seguir con las clasificaciones a las que los alumnos de Eloy Gutiérrez son tan aficionados en su vida cotidiana dentro y fuera del aula. La intención no era otra, aunque Leibniz nunca llegó a aceptarlo del todo, que visitar a Baruch Spinoza, su gran rival intelectual, el único que podía desbancarlo del puesto de número uno. Una preocupación que solo angustiaba al filósofo alemán, pues el pensador holandés, que no había cumplido los cuarenta y cuatro años y le quedaban tres meses de vida, estaba  totalmente al margen de estas competencias y clasificaciones. Vivía en una habitación realquilada en casa de un pintor que tenía una numerosa y bulliciosa familia y con los que se llevaba cordialmente. De día, Spinoza se dedicaba a pulir lentes para hacer microscopios, un trabajo que puede que fuera la causa de la enfermedad pulmonar que le causó la muerte. De noche, a la luz de una vela, pulía su sistema metafísico. La idea de totalidad, que seguro estuvo presente en la conversación que mantuvieron los dos filósofos durante los tres días que duró la visita, fue la que eligió Eloy Gutiérrez para iniciar el nuevo módulo de filosofía con los alumnos de segundo de bachillerato. Ello fue posible tras arduas negociaciones con el claustro de profesores. Sabido es que siendo el último curso de la educación secundaria, lo han convertido en el primero de la larga lucha por la vida, o dicho con otras palabras. la larga carrera en la jungla de la información en dura competición por llegar el primero a la meta como sinónimo de haber conquistado la verdad. Quería oponer a la paranoia por la selectividad, puerta de entrada a aquella jungla, que en este último curso de bachillerato abraza a todos los alumnos, un jardín de conversación y cooperación donde pudieran despedirse de su adolescencia de tal manera que les permitiera, no tanto ser felices como pregonaban los antiguos, sino más bien adquirir la dignidad de poder serlo. Eloy ve este último curso del bachillerato como una bisagra en la vida de los alumnos entre el mito de la adolescencia que se va y el logos de la existencia adulta que llega. Y a la conversación entre Spinoza y Leibniz como una buena metáfora de ese giro existencial y educativo. Lo cual le puede permitir adentrarse en el ideal griego de educación, tal y como se refiere Jaeger, “Homero, dice, ha ensalzado todo: animales y plantas, el agua y la tierra, las armas y los caballos. Podemos decir que no pasó sobre nada sin elogio y alabanza. Incluso al único que ha denostado, Tersites, lo denomina orador de voz clara. La tendencia idealizadora de la épica, conectada con su origen en los antiguos cantos heroicos, la distingue de las demás formas literarias y la otorga un lugar preeminente en la historia de la educación griega. Todos los géneros de la literatura griega surgen de las formas primarias y naturales de la expresión humana.” Es decir, le permite hacer paideia mediante la mayeútica. Pretende así, con la mínima molestia, soslayar el orgulloso corporativo de sus compañeros y de la dirección del instituto, sin ponerse a los alumnos en su contra, conducta habitual siempre que captan alguna divergencia individual respecto al conjunto de los docentes. Ponerse a discurrir con los alumnos la idea de Dios que presidió las diferencias intelectuales entre Spinoza y Leibniz, le parece una decisión arriesgada pero muy adecuada - piensa Eloy - a ese giro que están a punto de dar los alumnos en sus vidas, al abandonar el instituto y entrar en la universidad. También porque el siglo XVII le parece una época deslumbrante y combativa, pórtico de una manera de ver el mundo a cuyo fin puede que estén asistiendo ya los alumnos que vienen a su clase. Si el que ha pasado a la historia de la filosofía como una de las mentes más brillantes ha sido Leibniz, el que sigue viviendo y dando continuidad a la historia menos vistosa de la humanidad es, sin duda, Spinoza. Cuyas ideas, por tanto, seguirán acompañando el destino de quienes cojan el relevo en este siglo XXI, pórtico a su vez de algo que no sabemos qué nos puede deparar. La idea de Dios como metáfora de la Totalidad es muy ajustada a la idea que tienen los bachilleres de todos lo tiempos. El peligro en la actualidad es que esa idea no provenga de la imaginación humana, sino del lenguaje interpuesto de las máquinas. O sea, que sea Leibniz, con su arrogante título de abogado de Dios en la Tierra, quien de el testigo a los alumnos digitales como abogados de internet en el cosmos, en lugar de Spinoza con su idea de Dios, desprovista de todo atributo humano. Es ese sentimiento de incompletud que, a pesar de su pretencioso título de abogado divino en la tierra, no podía dejar de sentir Leibniz, lo que le llevó a visitar a Spinoza en La Haya sin que nadie se lo pidiera, el que quiere discutir con los alumnos en relación a la misma pomposidad, vehiculada de forma acelerada y superlativa por los canales de Internet, con que van a irrumpir en la vida adulta. ¿Quieren pasar a la historia, como Leibniz, o dar continuidad a una humanidad renovada, como hace el pensamiento de Spinoza? ¿Como van a tratar, en la vida adulta, esa idea de totalidad que les ha acompañado durante la adolescencia?

lunes, 28 de mayo de 2018

ABURRIMIENTO EDUCATIVO

Se da la circunstancia de que Eloy Gutiérrez, profesor de filosofía del mismo instituto donde imparte sus clases Cristina Arozamena, dijo en un claustro de profesores, “ya no puedo más de este milagro que es no saber nada del mundo y no haber aprendido nada sino a querer las cosas y a comérmelas vivas". Muchos antes de estas declaraciones, Picasso le había hincado el diente tanto al arte como a la vida. Dejando el dato y la fecha para la Historia. La profesión de Eloy no es ahora otra cosa que un peritaje especializado que se encarga, por el mismo sueldo que el de profesor de filosofía (está es la única ventaja de su transformación profesional) - dice a continuación - comentar cosas de la filosofía, trasformada así en un anecdotario de eventos históricos, sin pararse a pensar y a dialogar a continuación con los alumnos, como parte esencial del aprendizaje, sobre esas cosas que les comenta. Los niños tienen pocas actividades y dicen que se aburren, es una cantinela con la que los padres recriminan a los maestros de la educación primaria su poco entusiasmo hacia la educación, y que Eloy lleva oyendo desde su época de estudiante en prácticas en la escuela municipal de su barrio, donde pidió al director, amigo de su madre, a la sazón, maestra del mismo centro educativo, que le dejara asistir como oyente a algunas de las clases que se impartían. Ya por entonces Eloy intuía vagamente que el propósito de la vida es hacerse un alma, pues no la traemos de fábrica, en lugar de un caparazón de tortuga. También que estar abocado a la muerte es la constatación de la vida, es decir, la prueba más pura de que esto marcha en una dirección. Algo que empezó a intuir cuando era un niño y un día le preguntó a su padre qué era la muerte. O mejor dicho, el enigma de la muerte. Su padre le contestó de la misma manera que cuando le preguntó, por aquellas mismas fechas y puede que debido a la torpeza que apreció en la primera respuesta paterna, las otras preguntas que, más pronto que tarde, los niños les hacen a sus padres, a saber, de donde venimos y por qué estamos aquí. El caso fue que de esta contradictoria manera, de la que no eran ajenas las enrevesadas respuestas de sus padres a sus preguntas infantiles - dice Eloy - llegó a la conclusión de que existe el alma y que, por tanto, la enseñanza  pública no debe tener otro propósito que educar ese alma. Ahora sabe que la alegría enfermiza, que vienen mostrando las madres desde antaño al pedir a los profesores más actividades para eludir él aburrimiento de sus hijos, no tiene razón. Pero él tampoco tiene el antídoto contra ella. La pretendida renovación del espíritu de sus hijos mediante la acción sin límites, no ha espantado el aburrimiento que los atenazaba, sino que lo ha  enclaustrado dentro del caparazón de tortuga que aquella ha ido construyendo con el paso de los años. Ahora sus alumnos entran en el aula con ese fardo atado a sus espaldas y, por mucho que les diga que lo dejen en casa, piensa que si él no lo remedia ya no lo  abandonarán nunca. El ideal griego educativo que estudió Eloy en la universidad y que le pareció acorde con la educación del alma no deja de parecerle vigente. Acorde con la manera trágica en que precipitan en la edad adolescente aquellas preguntas primordiales de la infancia, el mundo romántico que de todo ello se deriva es un mundo ideal. “Y el elemento de idealidad se halla representado en el pensamiento griego primitivo por el mito.”, dice Werner Jaeger. Nada mejor, por tanto, que el mito - piensa Eloy - para romper la coraza de tortuga dentro de la cual ha quedado encarcelado el espíritu del alumno que, por otro lado, no deja de repetir con ademanes físicos y fanfarronadas verbales, en sintonía en eso con la más acendrada tradición moderna, lo que Eloy Gutiérrez está harto, como ha hecho saber en el claustro de profesores del instituto, que se quieren mucho y que con ese mismo impuso lo único que desean es comerse el mundo con patatas.

sábado, 26 de mayo de 2018

AMÉLIE NOTHOMB

¿Cómo vive el mundo de hoy?
Con angustia, pero quiero pensar que la vida es más imaginativa que nosotros.

viernes, 25 de mayo de 2018

ÉCHALE PIENSO...

“Para que no piense, o como la banalidad se cuela en nuestras vidas. A base de no hablar de lo que nos importa y si somos competentes (no por que tengamos mucha información, sino porque tenemos suficiente experiencia) y no dejar de hablar de lo que no nos importa aunque seamos perfectamente incompetentes (por disponer de toda la información y ninguna experiencia del asunto).” El caso es que después de esta nota en su página de Twitter, a la que le siguió al día siguiente otra en la que se lamentaba de la desaparición de los fundamentos del capitalismo calvinista y burgués, que había leído en la facultad o alguien se lo había dicho que eran, a saber, el esfuerzo, el trabajo y el ahorro, y que aunque no los había conocido los echaba en falta, Cristina Arozamena ha decidido dejar su trabajo en el instituto al final de curso para dedicarse a pensar durante el próximo, aunque tampoco formara parte de su educación. La ausencia de sentido crítico que acompañó desde sus inicios a la fiesta cultural del postfranquismo - hasta cierto punto comprensible pues para eso era una fiesta - no ha dejado por ello, cuando aquella ha cerrado sus puertas por agotamiento, de crear un vacío que de inmediato ha sido ocupado por una oleada de ansiedad generalizada  que se vuelca de forma muy violenta en la búsqueda y captura de los culpables que han provocado que se haya bajado el telón dejando que las cosas hayan llegado hasta donde han llegado. Le recuerda - lo que también leyó en la facultad - a lo que tantas páginas y horas de cine y televisión ha ocupado desde su aparición, la caza de brujas en Estados Unidos del senador Mcarthy. Con la diferencia de que hoy las brujas pueden ser cualquiera, lo que ha ampliado de forma incontrolada la posibilidad de reproducción de la ansiedad que ahora se introduce en cualquier ámbito de nuestras vidas o en las vidas de los otros, tanto en asuntos graves como en los livianos pero siempre con la misma virulencia adobada con una indignación que pareció alergia de una primavera pero que ya se ha quedado entre nosotros como una pandemia. Todo el mundo se indigna, sino parece que no es nadie. Alexandre Kluge, escritor y cineasta alemán, divide la edad moderna en tres épocas. En primer lugar la de los ingenieros airados a la que siguió la de los organizadores precavidos, ahora estamos entrando de lleno en la época de los especialistas irresponsables. En el caso de la enseñanza semejante irresponsabilidad - dice Cristina Arozamena - tiene una repercusión directa en la vida diaria en el aula, donde ella se ha convertido en la bruja objeto prioritario de la caza de sus alumnos. El último reducto donde la autoridad del profesor aguantaba numantinamente las insensatas embestidas de los especialistas ha caído en desigual combate, pues la derrota del profesor en su feudo natural, el aula, ni siquiera es fotogénica. Todo se ha devaluado de tal manera que nos aproximamos al instituto cada mañana - continúa Cristina - con las huellas del fracaso en el rostro y, sobre todo, en los andares. Tal vez sea por ello que algunos de mis compañeros han dejado el coche en sus casas y llegan al instituto dando pedales. La diferencia que hay entre el ritual de aparcar el coche, después de dar unas cuentas vueltas por los alrededores del centro educativo, y el de dejar la bici en el parking que el ayuntamiento ha instalado en las puertas del instituto, define con acierto la perversa ambigüedad que preside la insensatez de los especialistas que imponen su ley una vez dentro. Siguiendo con esta misma ritualización de cómo se acercan al teatro de la representación educativa sus protagonistas, es digno de mención los coches deportivos de marca - Porche, Ferrari, MG - en que llegan algunos alumnos del instituto. Si son capaces de hacerlo tienen que hacerlo. Ni que decir tiene que no les importa en absoluto que todo el mundo sepa que es un préstamo de su padre o de algún familiar, o dicho de otra manera que su irresponsable apariencia es subvencionada. Es igual, pues los organizadores de todo buen evento - y las clases de cada día en el instituto las definen los especialistas en sus informes con esta nueva nomenclatura - le dan mucha importancia a los prolegómenos del mismo. “Una banalidad - acaba su nota de Twitter Cristina Arozamena - que se apoya en la pereza que se apodera ante la experiencia que tenemos con lo que nos pasa (lo verdaderamente nuestro) no en una falta de conocimientos como muchos arguyen para justificar tal desinterés.” No es de extrañar, por tanto, que el culpable del fracaso escolar ascendente no sea el alumno sino el profesor, Cristina Arozamena en este caso, que no atiende lo específico de su sensibilidad y su inteligencia. Una atención que si está bien enfocada - dice el director del instituto de Cristina, fanático defensor de los postulados de los especialistas irresponsables - genera en los alumnos la verdadera perspectiva de lo que les interesa. De lo cual se deduce que la función que se encomienda al profesor queda reducida a conseguir que eso sea posible. ¿En que te puedo ayudar?, sería la pregunta clave, y única, mediante la que el profesor se dirige a su alumno durante el tiempo que pasan juntos en el aula. Con esa hoja de instrucciones el aprobado general es inevitable y el fracaso escolar pasa a ser una cosa del pasado, que término a término coincide con la forma de ver el mundo que tenían los ingenieros airados y los organizadores precavidos, por este orden. Cristina Arozamena no se va del instituto por se sienta alineada con ese pasado. De hecho ella siempre dice, medio en broma medio en serio, que no tiene un pasado que echarse al coleto. Se va porque la pregunta ¿en que te puedo ayudar?, no entra a discutir que puede abrir a los alumnos las perspectivas más convenientes para los intereses que son más necesarios en el proceso de su aprendizaje, sino porque al mismo tiempo se ha dado cuenta que esa pregunta anula sus propias perspectivas, situándola  en el aula en un punto ciego desde el que no podrá repetirle a sus alumnos la misma pregunta hasta el final de curso. Sencillamente porque ahí será imposible que la vean, pues para ellos se habrá convertido en un fantasma o un zombi.

jueves, 24 de mayo de 2018

NO OPONERSE A LA ORDEN

Si a la etapa fúnebre del franquismo le sucedió la etapa jovial de lo que vino a continuación, que todo el mundo convino en denominarla con el nombre de la democracia, la orden era, como en toda fiesta que se precie, que no hubiera orden. Ello fue posible debido a esa forma de proceder mecánica que tiene el pensamiento cuando no piensa, ya que ha estado muchos años hibernando en el duelo de la derrota, en fin, la orden era que después de una dictadura lo que viene es una democracia, como después del día viene la noche y después del verano viene el otoño. Ergo, rápidamente asociamos que ser un demócrata era lo contrario que ser un fúnebre o un aguafiestas. Para Diego e Isabel Arozamena la orden era que Cristina y Rafael no entendieran ni percibieran como una orden, por ejemplo, que hacer ejercicio y andar era saludable; que tenían que ser unos niños fuertes; que no tenían que hacer ruido al entrar en casa; que tenían que ducharse cada día y lavarse las manos antes de sentarse a la mesa para comer; que tenían que decir buenos días o buenas noches; que no deberían asustarse por nada ni de nadie, por lo que lo mejor era que hablaran francamente entre ellos; que tenían que escuchar a sus padres y escucharse entre ellos; en fin, que tenían que hacer repaso de lo que albergaban en su conciencia y hacer las oportunas correcciones. Diego e Isabel querían que sus hijos no tuvieran la obligación de ser buenos y menos la cobardía de parecerlo, querían, puesto que estábamos en la fiesta de la democracia, que fueran lo que ellos no habían podido ser nunca, sin máscaras ni parabienes, ser auténticamente buenos.  Para lo cual era de obligado cumplimiento que Cristina y Rafael fueran al colegio no a aprender, sino a ser felices. Puesto que, al fin y al cabo, después de los años fúnebres del franquismo que todo el mundo asociaba con la infelicidad, la educación democrática no podía ser otra cosa que un sinónimo de felicidad. Orden que cumplieron a rajatabla los profesores que Cristina y Rafael tuvieron durante su etapa escolar, bajo la amenaza expresa de sus padres de sacarlos de la escuela o el instituto público y, en contra de sus propias creencias, llevarlos a la enseñanza privada incluso, llegado el caso, a la de matriz confesional. Bajo los auspicios poderosos de esta Santísima Trinidad laica, democracia-fiesta-felicidad, Cristina empezó hace un año su andadura profesional en el ámbito de la enseñanza. Ha sido suficiente tiempo para empezar a darse cuenta de que la fiesta de sus padres se ha acabado para siempre, pero que la educación no ha llegado todavía. Ni se le espera. Sin embargo, esa confusión (fiesta igual a educación) que sus padres siguen interpretándola - aunque anticlericales de pura cepa, como alardean ser, no lo digan con estas palabras - como su firme convencimiento de la presen­cia del orden superior por el que se deben regir todas las cosas en un mundo civilizado - así lo califican - ha dejado de tener eco y significado en los planes profesionales y personales de Cristina, ocupando su lugar un vacío inconsolable. No oponerse a la orden del mundo que le han dejado en herencia sus padres, bendecido por aquella Santísima Trinidad, nunca pensó que le fuera tan difícil, dificilísimo, en la práctica de su incipiente vida adulta. Se da cuenta de que, al igual que los alumnos que entran cada día en su clase, no tiene miedo pero tampoco sentimiento de culpa. Pero a diferencia de ellos, que como todos lo alumnos sí querían fiesta, ella ya no puede echar mano de semejante recurso porque le falta la fe suficiente para ser una colega más de la fiesta de sus alumnos y el cinismo necesario para parecerlo. La presencia de la Santísima Trinidad paterna le impide aceptar que cualquier persona enfrentada a un conflicto o a un dilema no sabe lo que le pasa, o al menos no lo puede saber todo. De repente, y en menos de un año de experiencia profesional, se dio cuenta de que ya no podía comerse el mundo como había imaginado cinco años atrás. Ni siquiera le consolaba la idea de que pudiera hacerlo de otra manera, y que esa fuera la causa de su desasosiego, que debido a un error de cálculo tal vez se hubiera  desviado momentáneamente del rumbo que había dibujado en el aula. Nada de eso. Sencillamente, el aula con los alumnos dentro se le aparece inconsistente o fragmentario, esa realidad cimentada cuando ella fue alumna por el colegeo de la fiesta se le vuelve ahora antitética, vuelve al clasicismo, ella en el estrado y los alumnos bostezando en los bancos. Así es incapaz de predecir el futuro más inmediato, lo único que desea es que suene el timbre y dar por concluida la clase y, por extensión, el día, la semana. ¡Viernes!, al fin. Por mucho que se informa hay cosas que no conoce, e intuye de manera angustiosa que no conocerá nunca, y muchas otras cosas y conductas de sus alumnos y sus compañeros le parecen contradictorias. Junto al aula las reuniones del claustro de profesores forman las dos estaciones del particular calvario en que se ha convertido su jornada laboral. No está acostumbrada a vivir en ni con la contradicción, pues la razón suprema que inspira la Santísima Trinidad paterna es coherente y siempre tuvo vocación de permanencia. Ahora que ha desaparecido trata de imponer un orden y de dar órdenes para no acabar loca, pero el primero es insatisfactorio y las segundas no tienen ningún eco en la actitud y conducta de sus alumnos que continúan a la espera de que la fiesta educativa reaparezca. Nota que la incipiente resistencia creativa que ha adquirido le abren un puñado interesante de posibilidades, pero no aparecen vinculadas a ciencia cierta a las decisiones que debería tomar, ni con el grado de importancia o irrelevancia que tendrían de poder llevarlas a la práctica. Se da cuenta, sencillamente, de que la respuesta a todo ese barullo imaginativo está en sus alumnos y sus compañeros de instituto, pero cuando grita, ¿hay alguien ahí?, el silencio más lacerante se apodera de todo. Así como se le revelan todas estas cosas, se le revelan otras que se podrían resumir así: Cristina Arozamena se siente incompetente ante los acontecimientos que le desbordan en su vida profesional docente y, como no, en su vida privada que está inevitablemente infectada de aquella.

miércoles, 23 de mayo de 2018

HIJOS SIN PADRES

Siguiendo con el escrito anterior, vale decir que la mala educación de aquellos padres ha hecho que sus hijos crezcan sin ellos, quedándose así completada la trilogía del natalismo de la especie humana. La cual queda constituida por la tipología clásica de los hijos con padres y, su némesis, los hijos sin hijos, a los que se añade esta última entrega de los hijos sin padres. Cuando Cristina Arozamena nació su hermano Rafael ya tenía dos años y medio. Su madre Isabel, al tener a su segundo hijo entre sus brazos, se dio cuenta de que la primera ya había crecido lo suficiente como para desparecer, lo cual le produjo primero una amable nostalgia seguido a continuación de un terror incontrolado. Fuera por esa combinación inopinada, y en justa compensación con lo que pensaba su marido Diego respecto al mundo, por lo que le pidió a éste que no dejara de capturar con su cámara de vídeo los mejores instantes que les ofrecieran sus hijos a partir de ese momento. Todo ello más la aceleración sufrida en los últimos años, que son los que han utilizado sus hijos para llegar a la mayoría de edad oficial, debería haber supuesto un cambio de actitud en el matrimonio Arozamena, algo así como pararse y pensar sobre lo que habían hecho y a donde habían llegado. Pero no ha sido así. Ni por parte de los padres, ni parece que a los hijos que piensan que la mayoría de edad es solo un dato que en nada les atañe. La forma de organización familiar que han elegido para vivir juntos es de tal manera que es imposible registrar ningún tipo de incompetencia que tenga que ver con el papel que cada miembro tiene asignado. Para entendernos, la familia Arozamena funciona como un sistema dentro de un doble eje de coordenadas y abscisas. En el primero queda registrado lo más tecnológico o cool, ahí se mueven como si fueran una empresa de venta a domicilio vía web antes de que la página web funcione, dicho de otra manera, funcionan con soluciones ficticias a problemas inventados. En el eje abscisas queda registrado lo más arcaico de su condición humana, donde para evitar el vacío que se produce entre una pregunta y su hipotética respuesta, es decir, para evitar el diálogo propio que se deriva de la implantación de la razón, lo que que se impone es la respuesta sin pregunta y la solución sin problema. Del mantenimiento del eje de coordenadas, por decirlo así y como no podía ser de otra manera, se encarga Diego y del de las abscisas la madre de sus hijos, Isabel. Vistas así las cosas pudiera parecer que la familia de los Arozamena hayan construido un modelo educativo que al fin ha logrado superar todos lo inconvenientes del pasado inmediato, o dicho con otras palabras, pareciera que Diego e Isabel Arozamena se hacen cargo verdaderamente de la educación de sus hijos. Pero si lo contrastamos con el ideal griego de Paideia que Werner Jaeger muestra en su libro homónimo, vemos la distancia que media entre uno y otro modelo. “No de otro modo es preciso interpretar la unión de la poesía con el mito que ha sido para los griegos una ley invariable. Se halla en íntima conexión con el origen de la poesía en los cantos heroicos, con la idea de los cantos de alabanza y la imitación de los héroes. La ley no vale más allá de la alta poesía. A lo sumo hallamos lo mítico, como un elemento idealizador, en otros géneros, como en la lírica. La épica constituye, originariamente, un mundo ideal. Y el elemento de idealidad se halla representado en el pensamiento griego primitivo por el mito.”  Y es que aquella mala educación de Diego e Isabel debería haber acabado cuando acabó la larga fiesta del postfranquismo pero, como les pasó a los docentes de entonces, los unos y los otros estaban ya inoculados por la desidia y la pereza intelectual que genera tantos años de jolgorio y algaravía, de tal suerte que fueron dos parámetros incuestionables en cualquier diseño curricular o familiar. La educación y la familia continuaron así enlazadas, y en esas estamos, por una especie de gincana sin fin que va desde los cero hasta los vientitantos años. Los hijos de Diego e Isabel, Cristina y Rafael, son, también con todos los derechos, eso que alguien con mucha lucidez denomina los zombis modernos. Esa combinación entre los más cool y lo más arcaico caminando sin destino y sin alma por las calles de una polis inexistente. No son malos chicos, ¡que van decir los padres!, pero en ellos la desidia y la pereza, herencia directa y sin testamento de sus padres, se ha hecho, como la sangre que corre por sus venas, una segunda circulación que pulula por su cuerpo arbitrariamente sin los momentos diastólicos y sistólicos de aquella. Y lo peor de todo es que lo que había que hacer en estos asuntos entre maestros y alumnos, padres e hijos, estaba ahí desde la antigüedad clásica, como dice Werner Jaeger. Como compensación, el momento para dar el salto y corregir el rumbo perdido no puede ser más propicio que este de la era digital. Lo que ha cambiado respecto a entonces es la posición de los protagonistas y los comportamientos que debería tener su lenguaje, que debería estar más atento ahora a las zonas ciegas de su realidad que pasan desapercibidas. Pero lo que falta es su disposición, que sigue empeñada en hablar por hablar de forma generalista y proceder mecánicamente a la hora de tratar de pensar.

martes, 22 de mayo de 2018

EDUCACIÓN CON RESACA

Los Arozamena nunca han pensado que el éxito de su matrimonio pudiera estar vinculado a su mala educación. Isabel y Diego Arozamena son un matrimonio cántabro que reside en Madrid desde que tuvieron el primer hijo. El es ingeniero de telecomunicaciones en Telefónica. Ella es profesora en un instituto de secundaria en Moratalaz donde da clases de biología y botánica, aunque antes de venir a Madrid había estado contratada en un centro educativo en Santander, cuya propiedad era del Opus Dei. Fue durante ese periodo de sus vidas en el norte de España cuando Isabel conoció a Diego y para ella, así al menos lo confiesa todavía sin rubor, fue como un flechazo. Puede que para Diego la cosa no fuera para tanto, pero ese déficit amatorio fue rápidamente devorado por el excedente que tenía la que iba a ser su mujer. Nuestra percepción de la realidad es muy limitada, por lo que no tenemos más remedio que utilizar algún tipo de metáfora si nos queremos acercar a ella. Cuando Diego e Isabel se instalaron en Madrid, en 2009, la crisis estaba galopando a tumba abierta y la doctrina del shock se había hecho con los mandos de la percepción de la realidad. Así que sencillamente se limitaron a dejarse llevar por las circunstancias ambientales y emocionales, algo incomprensible, pensaron entonces quienes más los conocían, si se tenía en cuenta lo lejos que quedaban los matrimonios de conveniencia, fuente de toda la mala educación que arrastra la humanidad. Era una manera eufemística de decir que lo raro fue  que no se divorciaran al poco tiempo de llegar a la capital. Crisis económicas surgidas simultáneamente a crisis emocionales ha habido siempre, pero lo que diferenciaba al caso de Diego e Isabel, y el de otros muchos matrimonios recientes en esos momentos, era la doctrina del impacto que dominaba la forma, o metáfora, de acercarse a la realidad en que vivían. Por ejemplo, Diego dejó de leer el periódico en papel y se apuntó a la inmediatez que le ofrecían las noticias que le llegaban vía digital. Isabel, por su parte, se hizo una adicta de los grupos de discusión en internet y de whatsapp. Por aquellas fechas dos honorables nonagenarios empezaron a salir en los medios digitales llamando a toda aquella efervescencia con la palabra indignación, invitando a todo el mundo a relacionarse pública y abiertamente con la realidad a través de este gesto primario. ¡Indignaos!, era la consigna general que a acabó en boca de todo el mundo. Del lado del mundo académico surgieron los primeros ensayos donde se registraba, sobre todo entre los más jóvenes, la nueva forma de vergüenza que suponía consumir productos afectados, digamos, por una parsimonia en su usabilidad (palabra que empezó a ocupar un lugar preeminente en la jerga habitual) de carácter neolítico. Todo ello, indignación y vergüenza por ser tocado por la parsimonia dio al traste con la tradición, más serena y más lenta, de vivir bajo la influencia de algún tipo mito. Al respecto Jaeger nos recuerda desde la atalaya de su obra Paideia que “Los mitos sirven siempre de instancia normativa a la cual apela el orador. Hay en su intimidad algo que tiene validez universal. No tiene un carácter meramente ficticio, aunque sea sin duda alguna originariamente el sedimento de acaecimientos históricos que han alcanzado su magnitud y la inmortalidad, mediante una larga tradición y la interpretación glorificadora de la fantasía creadora de la posteridad”. Ni siquiera el fútbol, dominador absoluto de esta parcela quedó indemne. La marea del momento convirtió al fútbol en lo que realmente es, veintidós niños millonarios dando patadas a un vegigo durante veintidós minutos. Se impuso entonces algo que un académico emérito, Emilio Lledó, lo denominó con acierto, adanismo, a la que no era ajena la sorna que empleaba al usar la nueva palabra en sus apariciones públicas. Pues lo que estaba sucediendo, y nadie parecía advertirlo, era sencillamente que se había acabado la larga fiesta de celebración del final del franquismo, durante la que la clase media a la que pertenecen Diego e Isabel, según ellos por derecho propio, había crecido de forma portentosa y acelerada, como no, gracias a la extensión de la cobertura social y el bien estar material. Se creó así un coyuntural en la una parte importante de la población era suficientemente rica como para poder invertir en los productos culturales que estaban apareciendo en el momento, pero no así disponían del suficiente bagaje o capital educativo como para poder discernir entre ellos o como para poder consumir productos de cierta enjundia o densidad. Lo que había sucedido es que la fiesta del postfranquismo había durado demasiado y esa clase emergente, a la que seguían perteneciendo Diego e Isabel con todo derecho, no habían tenido tiempo de educarse. Con estos mimbres, lo que se consolidó en los años que siguieron a la gran resaca de la gran fiesta postfranquista fue una cultura, digámoslo así, surfista o de superficie a la que Diego e Isabel se apuntaron con el afán propio del adanista, tal y como dice Lladó, a saber, creyéndose que el día en que se conocieron coincidió con la inauguración del mundo. Así con ese celo propio de los adanistas, que pretender enmendar el abandono del primer Dios Creador respecto a sus criaturas originales, Diego se ha comprado una cámara de vídeo para capturar todo lo que se cruza en su camino. El mundo es tan hermoso que mercería existir siempre, dice cada vez que vuelve de viaje con Isabel y convocan a los amigos para hacerles ver sus proezas.

viernes, 18 de mayo de 2018

QUANTUMFRACTURE

”Cuando tenía 14 años, José Luis Crespo vio un documental en internet. Hablaba de la teoría de cuerdas. "Me fascinó. Tenía la idea de que la física era algo más básico, pero la teoría de cuerdas me llevó a un lugar de fantasía, algo que sonaba a ciencia ficción", dice a Verne por teléfono. Cuando este manchego de Valdepeñas (Ciudad Real) se enamoró de la física empezó a nacer QuantumFracture, el canal de YouTube con casi un millón de suscriptores en el que Crespo habla de la ciencia que intenta explicar el universo”.

jueves, 17 de mayo de 2018

JAVIER RUESCAS

“Internet es una forma de conectar a mucha gente que se siente sola en sus círculos. Hay muchos chicos que no tienen gente que lea a su alrededor, familiares, amigos, en el colegio. Los ven como raros porque leen. Gracias a las comunidades que se generan en los canales de YouTube, en Twitter, se dan cuenta de que no están solos y que hay en otro país, en otra ciudad, o por ahí en el mismo barrio, gente a la que le gusta lo mismo. Durante años relacionamos a la literatura con los deberes, con el colegio. Si lees cinco páginas, te dejamos jugar con la Play; si lees un capítulo, puedes salir con tus amigos. Con las nuevas tecnologías hemos dado vuelta eso. Ahora si no lees, no interesas. Y eso se abre a todas partes. El último video que he subido es sobre El Lazarillo de Tormes. Hablo de clásicos, de novelas de adultos, de poesía, de todo. El público juvenil es muy agradecido, disfruta las historias, las vive, las hace suyas. No se queda con la historia, la comparte, la dibuja, te la comenta por las redes”.

miércoles, 16 de mayo de 2018

PROFESORES REPLICANTES

Siempre me ha impresionado de los profesores y maestros el alto concepto que tienen de sí mismos como tales. Aunque el tópico y las malas lenguas digan que solo se hacen docentes por el salario y la cantidad de tiempo libre que disfrutan, tiene que haber algo más. Por lo que me animo a pensar que su egótica perseverancia en el oficio no se sostiene únicamente a base de parámetros crematísticos, ya que ese algo luego lo trasladan a su vida privada, haciendo al final un todo indistinguible. Solo hay que quedar a cenar con un grupo de profesores o maestros para comprobarlo. Es entonces cuando oyéndoles hablar alrededor de la mesa, como si no pasara nada, su conducta se aparece ante mi esencialmente oscura, en el sentido de que por  mucho que tratemos de hablar del asunto educativo, animados por las viandas y los vinos, aquella seguirá siéndolo. Tanto es así que, a diferencia de los artistas, cuando llegan al tercer acto de su vida profesional, incluso ya hay casos que mucho antes, viendo los resultados obtenidos entre las mesnadas de alumnos que han pasado por sus aulas, los docentes nunca hablan de fracaso y suicidio. Solo hablan de jubilación, o baja por depresión, que deben ser entendida en todos los casos como sinónimo de cansancio. Que proviene de una sacralización del positivismo que ofrece tener todos datos frente a la aporía que lleva consigo cualquier proceso de aprendizaje. Aprender es totalmente imposible porque es imposible aprender lo que no se sabe (no se sabría lo que hay que aprender) e igualmente imposible aprender lo que se sabe (puesto que ya se sabe). Cuenta Verónica Muñiz, la profesora de dibujo del instituto del barrio, que corre un chiste por las redes sociales que dice así, ¿qué hace un profesor de secundaria cuando la clase no le hace caso? Apaga la luz del aula, coge una baja por depresión, vuelve antes de que acabe el curso y los aprueba a todos. Así el curso siguiente vuelve a encender la luz del aula con alumnos nuevos. Es decir, apaga y reinicia el sistema educativo, a   imitación de lo que hace un técnico con los sistemas informáticos. Es por ello que los cuerpos de los docentes, ante la falta de valor para el suicido o, sin llegar a tanto, el cambio de oficio, acaban siendo el campo de batalla de todos lo delirios que los padres y madres de sus alumnos se inventan para que sus hijos tengan lo que, según dicen, ellos nunca tuvieron. No sería más adecuado, dice Muñiz, volver al refrán antiguo, cuando seas padre comerás dos huevos. Un dicho que aunque tenga ecos cervantinos, más en concreto sanchopanzistas, no deja de estar en sintonía con la tradición de la antigua Grecia en el sentido que nos habla Jaeger, algo que es imposible encontrar en los ademanes de los profesores replicantes. Werner Jaeger dice,  “Hablamos, entonces, de la importancia educadora de los ejemplos creados por el mito, así las advertencias o estímulos de Fénix a Aquiles, de Atenea a Telémaco. El mito tiene en sí mismo esta significación normativa, incluso cuando no es empleado de un modo expreso como modelo o ejemplo. No lo es, en primer término, por la comparación de un suceso de la vida corriente con el correspondiente acaecimiento ejemplar del mito, sino por su misma naturaleza. La tradición del pasado refiere la gloria, el conocimiento de lo grande y lo noble, no un suceso cualquiera. Lo extraordinario obliga aunque sólo sea por el simple reconocimiento del hecho. El cantor, empero, no se limita a referir los hechos. Alaba y ensalza cuanto en el mundo es digno de elogio y alabanza”. Según refiere Muñiz el director de su instituto es un enamorado de la omnipotencia que se atribuye a los sistemas informáticos, lo que no hay manera de convencerlo es que, en gran medida, es una consecuencia de la ficción. A nivel técnico no hay dificultad para trajinar con la información, pero alguien ha tenido que introducir antes esa información en el sistema, y aquí reside la limitación de la informática: más que todo, no cabe el Todo. Entre otras razones porque el Todo es un atributo divino, y el claustro de profesores del instituto de Muñiz está formado por sujetos humanos que deciden todo lo que es necesario almacenar y todo lo que no. Respecto al Todo, por decirlo así, son miopes.  Respecto a los datos que hayan introducido con antelación, y los que no, están montando o editando un relato, aunque no sean muy conscientes de ello. Por ejemplo, cuántos chicos de procedencia latinoamericana, que no faltando nunca a clase, y manteniendo un comportamiento adecuado en el aula , ese que debería evitar que el profesor o la profesora apaguen la luz y se pidan una baja por depresión, sin embargo no consiguen llegar holgados a las pruebas de selectividad. Cuantos de procedencia autóctona, cuya conducta es la opuesta a los anteriores, llegan sobrados a esas mismas pruebas. Para intentar acercarse a ese misterio, no confundiendo el por qué con el cómo, como hacen los científicos respecto al origen de la vida, Verónica Muñiz se dedica buena parte del tiempo que duran los claustros a hacer dibujos de las caras de los compañeros asistentes. Piensa que en esos rostros puede encontrar algún rastro de lo que fue en su día su vocación de dedicarse a enseñar al que no sabe, eso de lo que es impotente la interminable palabrería de los profesores enclaustrados. No dar nada por definitivo nunca y la búsqueda de la verdad por encima de cualquier pretensión personal son actitudes que cualquier sistema no tolera a quienes a él se encuentren adscritos, de ahí el apagar y el encender de muchos profesores para empezar de nuevo, como hace cualquier informático. Puede que aquí se encuentre el por qué de la enfermedad del docente, pues aquellas dos virtudes forman la esencia de su profesión y, como tal esencia, no puede ser de otra manera. Disponemos de una adaptación a la educación de la normas ISO de calidad, dice Muñiz, aunque lo que pedimos en silencio es poder reconocer ante Homero, el gran poeta de la educación griega clásica, nuestros anhelos enfocados hacia un ideal educativo moderno. 

martes, 15 de mayo de 2018

DATOS POR IDEAS

Cuando se aproxima el mes de junio el alma de los estudiantes de secundaria queda afectada por una agitación cuya procedencia, los exámenes de selectividad, la hacen solo aparentemente obvia. Es seguro que manejan toda la información al respecto, pero aún así no dejo de verlos a la puerta del instituto, en los días previos al examen, con los nervios desatados. Duarte lo explica mediante un sencillo cálculo de probabilidades. Ellos tienen todos los datos de la población que este año acaba el bachillerato, y según la publicidad dominante, Facebook que lo sabe todo de sus usuarios, es fácil deducir con antelación quien va a aprobar la selectividad, y quien no, de todos los que se presentan. Que en este caso son, por un lado, los bachilleres que han optado por la rama de letras y, por otro, los que han pensado que la vida les irá mejor si se adentran por el camino de las ciencias, hecha así la separación a la manera tradicional, ya que las diferentes bifurcaciones que han adquirido, a su vez, la dualista división renacentista tampoco añade nada nuevo al asunto. Muy al contrario, todos esas nuevas carreras acaban confluyendo, o están mediatizadas, si nos atenemos a los contenidos de sus diferentes materias, por el paradigma dominante del conocimiento moderno. Que está construido a partir de una suma incesante de datos, cuya información automática se basa en la combinación de ceros y unos, a lo que se añade la convicción de que el itinerario de un curso, pautado con sus trimestres o cuatrimestres, más la vieja práctica de hincar codos durante ese tiempo, sin que se especifique la intensidad ni frecuencia de semejante anclaje, hará que el alumno lo acabe adquiriendo. Sin embargo, Verónica Muñiz, profesora que da clases de dibujo en el instituto del barrio, no piensa que las alteraciones de los alumnos se deban únicamente a la secuencia de este mecanicismo que parece que se pone en marcha en cuanto se acercan estas fechas. La perspectiva que le proporciona dar una materia que no es estrictamente de letras ni de ciencias, le permite vislumbrar en los alumnos lo que oculta la aparente obviedad de sus conductas. Ella dice que la cuestión de los nervios y ansiedades no tiene que ver con el talento del alumno, que a esas edades como la energía es bastante abundante, sino con la actitud frente a él. O dicho de otra manera, con el talento para sacar todo el jugo al propio talento. Eso se nota de forma especial, dice Verónica, cuando sus alumnos se ponen delante del folio en blanco con el lápiz en la mano. La información que poseen respecto a lo que tienen que dibujar es bastante elemental y la tienen delante, no han de ir a buscarla. Sin embargo, la idea que ha de sustentar al dibujo en el papel y que al final propiciará el conocimiento del trabajo del alumno y de quien, además de él lo contemple después, no está determinada por el mecanismo del calendario ni de la capacidad de “empollar” que tenga el dibujante. En la enseñanza del dibujo lo fundamental reside en el proceso específico de mirar. Es un tópico que Verónica no deja de repetir en los aburridos claustros de profesores, donde al parecer lo importante es cumplir las expectativas que previamente han calculado en el diseño curricular del instituto. Una recta, un ángulo o una mancha sobre el papel no son importantes porque registren fielmente lo que el alumno hay visto, sino por lo que le permiten seguir viendo. No importa tanto su perfección o fidelidad, bien al modelo que tenga delante o al recuerdo de su memoria, como la amplitud de la perspectiva que a través de ellos se abre respecto a cuando todavía no habían sido dibujados. Hay mas resistencia por parte de los alumnos a cumplir los preceptos del diseño curricular de lo que parece, continúa Verónica. Como decirlo, es una resistencia, seguramente nada consciente por su parte, a la suma facilidad que le quieren dar al aprendizaje de los alumnos los directivos de instituto mediante el uso abusivo de la informática. Piensan que no llevándole la contraria aprenderán más y mejor. Sin darse cuenta que, normalmente, la abundancia de datos no les permiten a los alumnos elaborar sus ideas. La abundancia de información, como diría el viejo Platón, es apariencia de sabiduría. La aporía del aprendizaje se topa, así, con la informática, siendo este choque la causa inexplicable - no porque lo sea, sino únicamente porque quienes manejan la comunidad educativa se empeñan en mantenerlo oculto - de los nervios y ansiedades primaverales de los estudiantes preuniversitarios. 

lunes, 14 de mayo de 2018

PROMETEO CANSADO

Liberar la energía nuclear y la de los que no tenían voz, ¿ha sido acertado? Visto lo visto y oído lo oído, ¿qué nos queda? Cuesta creer, como decía Hanna Arendt en la entrevista que le hicieron en 1964, que lo que nos queda es el lenguaje. Más bien lo que nos queda después de todas esas grandes  liberaciones de energía es ser espectadores,  convecidamente pasivos, de las calamidades ajenas que ocurran a una distancia suficiente para que no nos salpiquen y de la inteligencia creativa, también ajena, para que nos seduzca sin otro compromiso por nuestra parte. Si te fijas, esta es la experiencia moderna por antonomasia. La experiencia de la pasividad y su cansancio acumulado. Así lo intuyó Kafka en su relato, Prometeo, “Hay cuatro leyendas referidas a Prometeo. Según la primera, fue encadenado al Cáucaso por haber revelado a los hombres los secretos divinos, y los dioses mandaron águilas para devorar su hígado, que se renovaba eternamente. Según la segunda, Prometeo, espoleado por el dolor de los picos desgarradores, se fue hundiendo en la roca hasta hacerse uno con ella. Según la tercera, la traición fue olvidada en el curso de los siglos. Los dioses la olvidaron, las águilas la olvidaron, él mismo la olvidó. Según la cuarta, se cansaron de esa historia insensata. Se cansaron los dioses, se cansaron las águilas, la herida se cerró de cansancio. Quedó el inexplicable peñasco. La leyenda quiere explicar lo que no tiene explicación. Como nacida de una verdad, tiene que volver a lo inexplicable”. Es de sobra conocido que lo que acabaría siendo la monumental cartografía cultural y educativa de los orígenes de vida burguesa moderna, la Comedia Humana de Balzac (a partir de la cual seguimos nosotros imaginando, inútilmente, la nuestra en la actualidad), está inspirada en la lectura atenta por parte del autor francés de la obra Zoología de Buffon. Que, para entendernos, fue el antecedente inmediato o inspirador, en clave literaria, de los documentales actuales de La 2. Cien años después, aquellos fundamentos originarios de la vida burguesa inspirados en la vida de los animales, parecían tambalearse ante la irresistible dominio del nazismo en el continente europeo, una forma de animalidad humana nunca antes conocida por los zoólogos y que, como es fácil suponer, no estaba catalogada dentro de la obra magna de Buffon. Werner Jaeger escribía entonces lo siguiente - tratando de explicar lo inexplicable de un momento en el que, paradójicamente, lo humano, mejor dicho lo humano ario occidental sobre el resto de la humanidad del planeta, era visto como la plena y definitiva realización de su espíritu, que lo tenía aupado en el escalafón más alto de la Historia. Dice así Jaeger, “La vida posee plenitud de sentido, pero sus experiencias carecen de valor universal. Se hallan demasiado interferidas por sucesos accidentales para que su impresión pueda alcanzar siempre el mayor grado de profundidad. La filosofía y la reflexión alcanzan la universalidad y penetran en la esencia de las cosas. Pero actúan tan sólo en aquellos para los cuales sus pensamientos llegan a adquirir la intensidad de lo vivido personalmente. De ahí que la poesía aventaje a toda enseñanza intelectual y a toda verdad racional, pero también a las meras experiencias accidentales de la vida individual. Es más filosófica que la vida real, si nos es permitido ampliar el sentido de una conocida frase de Aristóteles. Pero, es, al mismo tiempo, por su concentrada realidad espiritual, más vital que el conocimiento filosófico”. En esas estamos. Prometeo y su herida se cansaron (los dioses lo hicieron mucho antes), y su inexplicable peñasco se confundió entre las toneladas de escombros en que acabó todo. Hoy, en los inicios de la era digital y del cambio climático, ya nada apetece demasiado ni nada resulta esencialmente desdeñable. La energía que libera la fusión atómica se ha convertido en la imagen renovada del diablo (terror nuclear) y la de los que nunca tuvieron voz da forma a los diferentes huecos (o eventos) donde aquel se aloja, ya que, a diferencia de Prometeo y de los antiguos dioses, al nuevo diablo le gusta la compañía de los humanos. Tan es así que, dos meses después de que asistieras al congreso anual de la asesoría educativa laboral donde trabajas, convocaron en el mismo lugar, un hotel rural a la entrada de la serranía de Ronda, un concierto de piano a cargo de un profesor de música del instituto de secundaria de Antequera, a cuya organización se adhería la concejalía de Cultura del municipio andaluz. Dichas las palabras y los parabienes oficiales, mediante las cuales el alcalde de la ciudad insistió en la importancia de la música para la educación integral de los alumnos,  el concierto comenzó con música de Bach, primer compositor de un repertorio cuyo contenido llegaba hasta el romanticismo. Yo me senté en la parte de atrás de la sala para tener, así lo encendí, un campo de audición mas idóneo. Cuando el repertorio llegó al clasicismo, Mozart como no, delante de mi tres señoras manejaban el móvil intercambiándose las capturas fotográficas de última hora en el propio concierto, y a mi derecha una niña de cuatro años hacía pasos de ballet, es de suponer, provenientes de su recién iniciada actividad extra escolar. Escorados a mi izquierda dos adolescentes daban pábulo a sus hormonas. Antes de que Beethoven iniciara la etapa romántica del concierto en el piano del profesor del instituto de Antequera, la plenitud de la vida se impuso con todo su repertorio de acciones indiscriminadas y entrecruzadas, casi inapreciables unas más notorias otras apuntando cada una a donde le petaba, pero todas bajo la vigilancia y en sintonía, respectivamente, con aquellas energías liberadas que he mencionado al principio. No hubo, por decirlo así, un golpe puro de vida, ese que es portador de sentido y  conocimiento, como era de esperar habiendo entre los oyentes muchos de los alumnos del pianista. Y que no aparece porque esos alumnos lleguen al final de curso o sean muy aplicados e hinquen mucho los codos, sino que llega cuando se presenta su inevitable estación, y esa tarde lo podía haber sido, habiendo podido llevarnos a todos hacia dentro de lo que el profe de música estaba creando sobre las teclas del piano.

domingo, 13 de mayo de 2018

ANDRÉI TARKOVSKI

“Entre las 90 horas perdidas, 40 pertenecen a lecciones impartidas en cursos para directores de cine y guionistas de Moscú en los años 1977 y 1981; otras 40 recogen los numerosos encuentros que el cineasta tuvo con espectadores de diferentes ciudades rusas entre 1976 y 1981 y el resto pertenece a encuentros profesionales con cineastas de Estonia, con técnicos y jóvenes cineastas de la Mosfilm y de la Unión de cineastas de la URSS o con los protagonistas de su película de 1979 Stalker, aquel apasionante viaje cuyo destino sigue siendo hoy uno de los arcanos de la historia del cine.”

viernes, 11 de mayo de 2018

PÁRVULOS

El escritor Gustavo Martin Garzo no se hasta qué punto espoleado por la noticia, que no por recurrente deja de ser misteriosa, que en España siguen sin leer nunca un libro más del 40% de los ciudadanos, insistió en la conferencia que dio en el Aula de San Quirce de Segovia con el título 'El valor de la lectura’, incluida en el ciclo 'Valores y Sociedad', que el momento especial de contar un cuento es el que funda la literatura. Minutos después de leer la noticia en un periódico digital, y mientras, en el Museo de Picasso de Barcelona, estaba contemplando conmocionado dos de las obras que el pintor malagueño pintó con poco más de quince años, La primera comunión y Ciencia y Caridad, entraron por el lado izquierdo donde está expuesta la segunda un grupo de niños y niñas de cuatro o cinco años de edad que, acompañados por dos o tres monitores, se disponían a hacer la visita al museo. En un momento de la conferencia Martin Garzo, al mismo tiempo que se lamenta de lo difícil que sigue siendo en España poder ganarse la vida con la literatura pues nunca ha habido lectores, hace mención al extrañamiento, que no le abandona desde que era joven,  respecto al hecho de que haya tanta gente que no lee nunca un libro. Sin embargo, a los monitores que acompañaban a los párvulos al museo de Picasso no hacía falta preguntarles, debido a la edad que tenían, por qué no se habían quedado en el aula contándoles un cuento a sus alumnos, en lugar de traerlos a un lugar donde lo que mejor sabían hacer era molestar - por más que aquellos no dejaban de decirles a estos que no hablaran o que lo hicieran en voz baja con la mueca del dedo índice apretando los labios cerrados - a quienes en ese momento estábamos disfrutando de las piezas que se muestran en el Museo del pintor malagueño. Los nuevos estudios neurológicos seguro que tienen una respuesta, o varias, para contestar a la pregunta de por qué la proverbial dispersión de la atención y concentración infantil logran fijarse más ante las imágenes que con las palabras. Puede que esta respuesta satisfaga de inmediato a los monitores de los párvulos, pero ni siquiera se atreve a encarar el misterio del que habla Martin Garzo. No está tan clara la vinculación que el autor vallisoletano hace del hábito adulto de la lectura con que se hayan escuchado muchos cuentos durante la infancia. Muy al contrario parece más lógico que si a uno lo acostumbran de niño a escuchar cuentos, lo normal es que cuando llegue a la edad adulta quiera seguir haciéndolo. En este sentido parece sensato pensar, según la teoría de los mundos especulares, que sean la teatralización de las imágenes las que mejor den continuidad al efecto de busto parlante que tiene el contador de cuentos sobre su audiencia infantil. Este sea quizá uno de los efectos no deseados, como ya te he comentado varías veces, de las sesiones de la Hora del Cuento, que en las últimas décadas se ha extendido como una actividad extra escolar por todos los centros educativos de la península. Más que lectores lo que ha producido han sido candidatos a subir a un escenario o a ponerse delante de una cámara. Lo que un contador de cuentos no puede transmitir nunca es la soledad y el silencio, en fin, la necesidad de intimidad que le es propia a todo acto de lectura. El misterio de por qué tantas personas no leen nunca un libro, al que se refiere Martin Garzo, no hay que buscarlo, por tanto, en el lado visible o en la teoría especular de la vida, sino en su lado menos evidente o más oscuro. Según dicha teoría cada galaxia tiene una imagen especular, del mismo modo que las partículas elementales tiene su polo opuesto. Lo que lo diferencia de la escritura y la lectura es la forma y el lugar donde se alojan esos entendimientos reflejados. Pues leerle a alguien un cuento no tiene su polo opuesto en la fundación de la literatura, como dice Martin Garzo, sino, todo lo más, en que el oyente haga también de lector de cuentos a sus semejantes. No olvidemos que la teoría especular de la vida no deja de responder al principio mecánico que hace que todo dentro de ella se mueva. La fundación de la literatura sólo se da en el momento íntimo de la lectura y en el contrapunto de la escritura. Y ahí no opera el principio mecánico del espacio, sino el de la intuición del tiempo. Hay una gran diferencia entre hablar y la lectoescritura. La palabra hablada va destinada a la vida y ahí busca su reflejo o aquiescencia, mientras que la palabra escrita y leída busca adentrarse en los misterios del mundo donde busca su revelación. La escritura y la lectura tienen que ver más con aceptar la vida tal y como es, incondicionalmente, con lo que no se puede decir de palabra. Es una forma de la felicidad que, me di cuenta de inmediato en cuanto los vi entrar en la sala donde yo me encontraba, los monitores que acompañaban al grupo de párvulos al Museo Picasso no compartían en absoluto. Los monitores sentaron a los párvulos en filas de a dos delante del cuadro de la Primera Comunión, y el blanco deslumbrante que lleva la principal protagonista del hermoso cuadro bastó para acallar momentáneamente el suave griterío que tenían montado. Luego les dieron a cada párvulo papel y lápiz, y les dijeron que hicieran un dibujo de lo que estaban viendo. Lo hicieron bien y lo hicieron todos, con esa naturalidad que les daba verse reflejados en un espejo. Ciertamente me resultó emocionante observar como se fundaba o se expandía su alma recién estrenada. 

jueves, 10 de mayo de 2018

LA ENERGÍA SOBRANTE

Cuando Pablo Ruiz Picasso nació en Málaga, el 25 de octubre de 1881, el mundo del arte se encaminaba junto con el siglo XIX hacia un futuro incierto dentro de la nave de la Historia del Progreso en la que lo habían metido, más o menos, cien años antes, para llevar cabo un viaje de no retorno. Es, para entendernos, lo que en el ámbito de lo material están imaginando ahora los ingenieros que preparan el primer viaje a Marte. Lo que ocurre es que en el ámbito espiritual, que en teoría es también el del arte, los viajes hacia el más allá no tienen el freno ni las limitaciones que impone lo material, y de una u otra manera los viajeros que se embarcan en tal aventura acaban siempre creyendo que deben cumplir con su destino. Caiga quien caiga. Es por ello que, debido a la ligereza y plasticidad que proporcionan a sus usuarios la tecnología digital, hoy es habitual encontrarte con viajeros marcianos que, sin haberse movido de su casa paterna, van y vienen con total desparpajo del planeta rojo, por seguir con la metáfora astrológica. Me refiero a los diseñadores de formación, que viendo que no acaban de abrirse camino profesional, de repente, un día quieren ser artistas emergentes, o a algunos seguidores de instagram que ademas de sus selfies, inasequibles al desaliento, nos cuentan también sus cuitas. Todo este vaivén, como es fácil suponer, al niño malagueño le era totalmente ajeno y, sin embargo, paradójicamente estaba destinado a ser su padre fundador. Por aquellos años solamente Picasso se limitaba a ser un buen hijo y un estudiante aplicado en la escuela de San Telmo de Bellas Artes de la ciudad andaluza, donde su padre era profesor. Así que pronto destacó como un excelente dibujante. Dicen que una obra suya de esta época, la de un picador en una corrida de toros, lo acompañó durante toda su vida, pues no quiso nunca desprenderse de ella. A medida que pasa el tiempo y el llamado arte contemporáneo cumple años hasta ser ya la estampa representativa de una época, la del siglo XX el corto, 1914-1989 (como lo renacentista representa al siglo XVI, lo barroco al siglo XVII, lo rococó al siglo XVIII, lo romántico al siglo XIX, siempre, claro está, según la manera historicista de ver y contar el mundo) creo que Picasso se ha convertido con pleno derecho en la figura que mejor encarna toda esta época. Que no es otra que la demolición de la idea de arte que, en paralelo con la idea de Dios, había sostenido a una idea de humanidad desde el arte parietal de las cavernas. Tengo para mi que la tensión entre lo visible y lo inviable, entre la presencia y la ausencia, que siempre había formado parte de la existencia humana, constreñida, digamos, por la idea de Dios que, en última instancia, determinaba las reglas del campo de juego donde toda esa energía debía y podía desplegarse, se desató de una manera incontrolable como nunca antes había existido en los años de formación del joven Picasso, o por decirlo así, en los años protocubistas, el llamado período azul de su carrera pictórica. A estas alturas del tiempo histórico la humanidad, con Picasso al frente, había alcanzado la mayor distancia posible del ideal griego que aparecía con Homero a su cabeza. Todo lo que vino después, hasta hoy mismo, no ha sido otra cosa que la experimentación en el alma propia del arte y en el cuerpo de los seres humanos de lo que supuso, a mi entender, ese dislate que no puedo dejar de calificar, por otro lado, como admirable. Ni el Dios Creador, con su proverbial vagancia, se atrevió a tanto. Creó el mundo en siete días y se ausentó para siempre, y se te he visto no me acuerdo. Durante casi dos milenios si querías ponerte en contacto con El tenía que ser, previa petición de audiencia, a través de los múltiples abogados que ha tenido en la tierra a su servicio. Pero Picasso, no. Con mucha menos energía y con fecha de caducidad para su vida, hasta el último aliento estuvo sacándole jugo a la energía que intuía permanecía oculta detrás de la apariencia física que adoptan los cuerpos para sobrevivir cada día. Lo veía como un infinito almacén de arcilla, para seguir con el mito de la creación bíblica, que estaba esperando al primero que llegara para darle forma. Una forma, como puedes decudir, que tenía aspectos y manifestaciones también infinitas, de ahí su obsesión, ya octogenario, con seguir trabajando sin descanso y con parecido afán que cuando se enfrentó por primera vez a esa intuición, de la que son buena muestra la serie de cuadros de esa etapa azul que ya he mencionado. ¿Que se perdió y que se ganó con aquel admirable dislate picassiano?, me preguntas en tu último escrito. Pienso que, de una parte, se rompió para siempre el hilo narrativo de una tradición que, para bien y para mal, nos mantenía en contacto con los fundamentos y con el alma original del pensamiento occidental. Así lo atestigua Jaeger, “La poesía griega, en sus formas más altas, no nos ofrece simplemente un fragmento cualquiera de la realidad, sino un escorzo de la existencia elegido y considerado en relación con un ideal determinado. Por otra parte, los valores más altos adquieren generalmente, mediante su expresión artística, el significado permanente y la fuerza emocional capaz de mover a los hombres. El arte tiene un poder ilimitado de conversión espiritual. Es lo que los griegos denominaron psicagogia. Sólo él posee, al mismo tiempo, la validez universal y la plenitud inmediata y vivaz que constituyen las condiciones más importantes de la acción educadora”
Pero, por otra, la actitud picassiana nos dejó en herencia algo extraordinario, el ejemplo de una conciencia expandida como una variante de la conciencia encorsetada habitual, en un mundo sin garantías ni vigilancia divinas, que nos ofrece la posibilidad de colocar nuestra mortalidad en un lugar apreciablemente distinto del que tenía antes de aquella ruptura con la tradición que no fue otro que hacernos creer a todos que éramos inmortales. Cuarenta y cinco años después de la muerte de Picasso, queda, por tanto, la posibilidad de reencontrarse con uno mismo tal y como, en nuestra intimidad profunda, nos conserva la eternidad. Lo que, tal vez, en su obsesión creativa por aprovechar al máximo toda la energía sobrante del cosmos, el pintor malagueño nunca llegó a ver a lo larga de su dilatada existencia.

miércoles, 9 de mayo de 2018

MARGARET BODEN

Es habitual entre los adictos a la tecnología de la era digital, en la que nos encontramos en el paleolítico, que la inteligencia artificial acabará por superar a la inteligencia humana. Lo primero que se me ocurre es la discusión debería versar no si se está a favor o en contra, sino a cuento de qué se puede producir ese extremo. Y no tengo otra respuesta que si el lenguaje de las máquinas es, también, nuestro único lenguaje, a base de no separarnos de ellas, no me cabe ninguna duda que la inteligencia de las máquinas será más eficaz que la de los humanos. Ahora bien, si seguimos trabando complicidades lingüísticas con nuestros semejantes, dudo mucho que una máquina intuya que Faulkner, por poner un ejemplo que tengo a mano, cae, como lo pueden hacer las estrellas, sin que nadie los mire. 

martes, 8 de mayo de 2018

LA PRECARIEDAD

La directora editorial de Seix Barral dice, en un entrevista para una revista digital, que es falso que los grandes grupos editoriales solo publiquen libros para ganar dinero, y que sean las pequeñas editoriales quienes publican la auténtica literatura. Por otro lado, desde la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) se aprecia una tímida recuperación de las ventas de libros después de unos años muy duros durante los cuales la crisis ha golpeado sin miramientos al sector. Buena parte del futuro de las librerías, dicen los más optimistas de ese mismo sector, se juega en el regreso a su vocación primera, donde la cercanía, la calidad y la agitación cultural van de la mano. Respecto a los que escriben la situación es parcialmente confusa. Los hay, la mayoría, que siguen apegados a la narrativa decimonónica como una manera de contar imperecedera. No en balde la visión del mundo de los ciudadanos es la misma hoy que hace doscientos años, si aceptamos, dicen sus defensores, que la velocidad digital no es una variable que afecte al fondo de aquella visión epifánica, pues la verdad de las mentiras prevalecerá siempre. Entonces, ¿por qué cambiar la narratividad de los relatos? Y entre quienes quieren escribir mediante una narratividad diferente basculan entre la autoficción y la antificción. Entre los que huyen del yo del escritor para tratar de llegar a otro sitio, y quienes hacen el camino inverso. Los que no cambian, como la Navidad, son los destinatarios de lo que los escritores escriben, los editores grandes o pequeños editan y lo que las librerías físicas u online ponen a la venta. Pasan los años y las estadísticas permanecen invariables. Sin entrar a valorar el por qué de las diferentes actitudes frente a lo publicado, los datos, solo datos, quedarían así: el 40% de la población española no lee nunca un libro, el 50% lee lo que ofrecen las grandes corporaciones editoriales y el 10% restante prueban en la oferta de las pequeñas editoriales. Atravesando la existencia de todos ellos, escritores, editores y lectores, la precariedad es el lugar y la forma, es decir, el donde y el cómo suceden todas esas cosas. Pero lo peor es que ya no se contempla como un estado económico coyuntural a superar, ni como un agujero anímico del que salir, ni como un pretexto para una nueva configuración política. En esos órdenes de las cosas, los profesionales de la economía, la psicosociología  y la política siguen cada uno a lo suyo, como si no hubiera ocurrido nada. ¿Quiere ello significar que la existencia humana occidental - pues tampoco hay indicios de que, aunque con mejores datos, la tendencia sea otra en ese ámbito geográfico que tiene todavía fe en progreso - ha llegado al pie de ese abismo donde vislumbra su propio acabamiento? Jaeger, mirando retrospectivamente hacia la antigua Grecia, nos advierte al respecto,“Existe y ha existido en todo tiempo un arte que prescinde de los problemas centrales del hombre y debe ser entendido sólo de acuerdo con su idea formal. Existe incluso un arte que se burla de los denominados asuntos elevados o permanece indiferente ante los contenidos y los objetos. Claro es que esta frivolidad artística deliberada tiene a su vez efectos «éticos», pues desenmascara sin consideración alguna los valores falsos y convencionales y actúa como una crítica purificadera. Pero sólo puede ser propiamente educadora una poesía cuyas raíces penetren en las capas más profundas del ser humano y en la que aliente un ethos, un anhelo espiritual, una imagen de lo humano capaz de convertirse en una constricción y en un deber. La poesía griega, en sus formas más altas, no nos ofrece simplemente un fragmento cualquiera de la realidad, sino un escorzo de la existencia elegido y considerado en relación con un ideal determinado.” ¿En qué momento, valga decir, se jodió todo? Los expertos en demonologia dicen que fue cuando nuestra impaciencia le dio voz y voto al diablo en nuestra vidas, al cual se le reconoce por su afición a tirar a la basura lo que ya ha obtenido. También, dice la rama más ontológica de aquella especialidad, por malinterpretar a Spinoza que, repito, dijo Dios, o Naturaleza. Nunca escribió Dios, o Diablo.

lunes, 7 de mayo de 2018

DIOS, O NATURALEZA

Recién estrenado el siglo XXI, todo un augurio, saltó una noticia en los periódicos, y las incipientes formas de conexión digital, en la que se hacía mención de la decisión del gobierno holandés de modificar algunos aspectos del de la vigente ley educativa, pues el actual tenía algunas lagunas que le parecían inadmisibles. Las autoridades educativas holandesas se referían particularmente al área de humanidades, donde autores como, por ejemplo, Erasmo, Spinoza y otros, eran completamente desconocidos por los escolares contemporáneos de los Países Bajos. La nueva enmienda a la ley educativa pretendía que las obras más importantes de estos autores fueran de obligada lectura por los alumnos durante su periodo de formación escolar. Lo cual suponía que esas lecturas se incluyeran dentro de los diseños curriculares que elaborara cada centro educativo. Nada más conocer la noticia de que Spinoza volvería con pleno derecho a las aulas, las autoridades católicas holandesas se levantaron, movidas por el proverbial odio que sienten hacia todo lo que venga del judío sefardí, y lanzaron su contraoferta educativa inspirada en el concilio Vaticano II, punto de referencia de todo lo que puedan ofrecer de renovación los jerarcas del Vaticano. La noticia tuvo una repercusión continental y planteó de nuevo la idoneidad de los sistemas educativos, en un momento en que se estaba llevando a cabo en Europa la aplicación del plan Bolonia. Pero aunque no tuvo la misma repercusión, digamos, a nivel mediático, la vuelta del pensamiento de Spinoza al lado periférico de la actualidad no pasó desapercibido para quienes lo ven como uno de los orígenes de nuestra forma de vida moderna. La clave de la forma de pensar del judío holandés es, de manera sintética, la manera que tiene de concebir la idea de Dios, al desprenderla de cualquier vestimenta o atributo humano, voluntad e inteligencia sobre todo, que nos permita de inmediato a los hombres y mujeres poder recurrir a esa idea ante los dolores y ansiedades que nos provoca continuamente nuestra finitud e imperfección. Es decir, nuestra mortalidad. Para decirlo con otras palabras, el dios de Spinoza nos obliga a enfrentarnos, si o si, con nuestra condición de seres mortales, sin que podamos buscar atajos o subterfugios, ni prebendas o sinecuras, que nos permitan evitarla o canjearla como moneda de cambio según las contingencias de la existencia de cada individuo o grupo social. Como podrás observar, queda clara la diferencia que existe entre el sujeto de todas las perfecciones, que sería lo que defiende el Vaticano incluso después del Concilio Vaticano II, a partir del cual ha aceptado una cierta libertad de conciencia entre sus feligreses, y una sustancia con infinitos atributos que es la idea que defiende Spinoza en su obra Ética. La visión sustancial de Spinoza restaura, a mi entender, la distancia y el destino que los antiguos griegos tenían con respecto a sus dioses, y que la visión subjetiva de la Iglesia hizo desaparecer por considerar que era un atentado directo contra la línea de flotación del sistema que acabaron por imponer a todo el mundo occidental. Escuchando las palabras de Werner Jaeger no puedo dejar de pensar que el tipo de racionalidad que emplea Spinoza para construir su visión del mundo no es ajena a la que inspiraban las magnas obras del gran poeta de la antigüedad griega, Homero, cuyos detractores allanaron el camino a los predicadores de la Iglesia de Roma en su afán por que la distancia y el destino de ese sujeto de todas las perfecciones tuviera siempre a la vista y controlados a todos los demás sujetos que, por el contrario, eran depositarios de todas las imperfecciones. Dice así Jaeger, “Nos repugna, naturalmente, ver cómo la poética filosófica tardía del helenismo interpreta la educación de Homero como una resaca y racionalista fábula docet o cómo, de acuerdo con los sofistas, hace de la épica una enciclopedia de todas las artes y las ciencias. Pero esta quimera de la escolástica no es sino la degeneración de un pensamiento en sí mismo justo que, como todo lo bello y verdadero, se hace grosero en manos rudas. Por mucho que semejante utilitarismo repugne, con razón, a nuestro sentido estético, no deja de ser evidente que Homero, como todos los grandes poetas de Grecia, no debe ser considerado como simple objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más grande creador y formador de la humanidad griega.” 
No en balde el mejor conocedor del pensamiento de Spinoza fue Leibniz, el abogado defensor de los intereses de Dios en la Tierra - como a él quería que lo recordaran en los siglos venideros -, quien de forma secreta arrastró toda su vida la visita que hizo al pensador holandés en La Haya, el 18 de noviembre de 1676, donde conoció de primera mano lo que significaba el giro radical, en la distancia y en el destino, que llevaban en su seno las ideas de aquel. Un giro en la distancia porque, de repente, Dios, o sea Naturaleza - como Spinoza quería expresar su idea - está en todo, incluso dentro de uno mismo, convirtiéndose en un nombre amable y venerable del  nombramiento y ordenamiento de lo pueda haber más allá de las limitaciones de ese uno mismo mortal. Y un giro en el destino, ya que recupera la autonomía moral o dignidad del ser humano que lleva implícita en sus actos, perdida o aniquilada al tener que rezar o dar gracias por seguir vivo imperfectamente cada día a ese sujeto de todas las perfecciones. Recupera, por tanto, una forma de proximidad que, dentro de aquella racionalidad primera, siempre gozaron los héroes griegos respecto a los dioses que los protegían y los guiaban. Esa nueva distancia y ese nuevo destino posibilitan, ahora sí, imaginar un nuevo ideal sobre la educación dentro de la racionalidad moderna. Siempre y cuando aceptemos que es una racionalidad, como la de los poetas griegos, propia del alma, que acota su distancia y desde ahí busca su destino no con datos, sino con sentimientos que son formas de sentir con sentido. Es decir, no con datos, sino con ideas. Un alma universal que es la que pone en contacto a Spinoza con Homero, no una alma internacional, como la preconiza el Vaticano, que solo sintoniza entre el fervor de los católicos del planeta.

domingo, 6 de mayo de 2018

LIBRERIAS: A LA ESPERA

“Cada vez que se cierra un bar se pierden para siempre cien canciones. Se desvanecen mil te quieros y los goles por la escuadra salen lamiendo el palo”. Así arrancaba el anuncio televisivo de la campaña Benditos bares diseñada por la agencia Sra. Rushmore para la compañía Coca-Cola España en 2013. La pieza, un disparo directo a la emoción, tuvo un éxito indiscutible. Aquel año, por primera vez durante la crisis, se abrieron más bares de los que se cerraron. Sólo en el último trimestre se registraron la apertura de 3.500 establecimientos, dando la vuelta a una tendencia que en los cuatro años anteriores obligó a unos 50.000 cierres. Que se sepa no hubo ninguna iniciativa similar en el SECTOR DEL LIBRO que perdió entre 2008 y 2014 un total de 3.424 librerías y registró en ese mismo periodo una caída en ventas de casi mil millones de euros, de 3.185 a 2.195 millones. Casi de golpe, un tercio del mercado desapareció”.  

viernes, 4 de mayo de 2018

TÓMATE TU TIEMPO

Arcadio Oliveras es un joven maestro de la escuela rural del pueblo de Cuenca en el que vive Silvana Montoro, la maestra argentina que en su día emigró a España por razones del corazón. El primero es, por tanto, quien se encarga de la educación de los hijos de la segunda. Un niño y una niña de siete y nueve años respectivamente. Paradójicamente Silvana hubiera preferido que sus hijos se educaran en casa, pero el negocio de la carpintería de su marido tenía unos altibajos que impedían la estabilidad económica deseada también por Silvana para sus hijos. La educación pública no puede perder el carácter industrial de su origen, repetía con frecuencia en las reuniones de la asociación de padres y madres de la escuela de la que ella fue durante un tiempo su presidenta. Te lo comento, aunque sé que opiniones como ésta te llevan los demonios, por lo que tiene de distorsión o agitación del pantano del que quieres ser su vigilante desde la orilla. Me refiero a lo público, ese ámbito al que te sueles referir como algo que no se toca. Vox populi, suprema lex est. De todas maneras, has de reconocer que no le falta razón a Silvana en esa apreciación que tiene respecto a la herencia industrial de la educación pública. Una herencia que, transformada adecuadamente para la ocasión del cambio que supuso el encendido de las luces ilustradas, lo es de otra, a saber, la de, digámoslo así, la industria y andanzas del cristianismo que dominó el imaginario occidental durante casi dos milenios. Silvana Montoro coincide con Werner Jaeger - cuya obra Paideia me confiesa que no deja de leer con creciente interés - en que “Es característico del primitivo pensamiento griego el hecho de que la estética no se halla separada de la ética. El proceso de su separación aparece relativamente tarde. Todavía para Platón la limitación del contenido de verdad de la poesía homérica lleva inmediatamente consigo una disminución de su valor. Por primera vez, la antigua retórica fomentó la consideración formal del arte y, finalmente, el cristianismo convirtió la valoración puramente estética de la poesía en una actitud espiritual predominante.”  Todo se desencadenó como siempre de forma no prevista. Fue como consecuencia de la revista que los de la asociación de padres y madres de la escuela editaban cada trimestre con la intención de que fuera, al mismo tiempo que un instrumento para hacer balance, un lugar de encuentro de todos los que lo habían hecho posible. Un trimestre más. Ni que decir tiene, como podrás deducir, que dado el escepticismo de Silvana respecto a las posibilidades de la educación pública, imaginaba la revista como la constatación de un fracaso anunciado, para, partiendo de esa constatación, intentar abrir los ojos de los incrédulos. Nunca se lo hice saber, pero todo su empeño, que no estaba alimentado por el rencor o el resentimiento sino por una honesta idea de intentarlo de nuevo, corría el peligro de sumergirla en una depresión. Y una depresión en un pueblo del que además no era oriunda, aunque tuviera la impresión contraria, es menos llevadera que si le toca afrontarla en una gran ciudad. El anonimato de ésta, a mi entender,  juega a favor del deprimido. El caso fue que, para el número del último trimestre del curso, le pidió a Arcadio Oliveras que escribiera un artículo sobre cómo veía la educación tanto a nivel general como en lo concerniente a lo que correspondía a la escuela del pueblo. Estaba convencida que romper con aquel maleficio que había impuesto el Vaticano, y habían heredado los poderes laicos de la modernidad, solo se podría llevar a cabo con un ejercicio continuado de amor incondicional a la naturaleza humana vista en su doble vertiente creativa y holística. Arcadio Oliveras era profesor de gimnasia y se encargaba de coordinar todas las actividades de la escuela que tenían que ver con la actividad física. Justamente por eso, a Silvana le interesaba su enfoque de la educación vista desde ese ángulo, digamos, materialista. No pienses que pretendió ponerle una trampa. Silvana sabe que hoy el cuerpo, en detrimento de la reflexión sobre el espíritu, acapara todas las convicciones de la sociedad. También piensa que es posible adaptar la capacidad de amor incondicional de padres a hijos, fruto de una tradición ancestral a la que ella pertenece y dentro de la cual se siente íntimamente partícipe, de manera que la conducta individual de los profesores pueda ser objeto de una legislación pública. Es una propuesta osada, sin duda. Solo confía en que es esa hipotética nueva legislación haya una cláusula de irrenunciable cumplimiento, por la que los ciudadanos que se postulen como enseñantes públicos estén todos obligados a tener a su cargo el cuidado y protección de al menos un vástago. No ve otra manera de que la palabra “pública”, hueca de todo significado al que pueda atenerse quien la pronuncia - no se que pensarás tú desde la asesoría laboral donde trabajas - vuelva a gozar de la honestidad y disfrutar del esplendor que le dieron los antiguos griegos. Aún así no le sorprendió que Arcadio Oliveras le respondiera, yo no sé escribir. Es lo que tiene estar sobrado de convicciones, que incluso afecta al sentido del humor. No entendido como pérdida, sino como degradación de un pilar fundamental de la existencia humana. Silvana me dijo que lo miró a los ojos fijamente, pues notó que la propuesta lo cogió con el paso cambiado. El desconcierto le vino, no porque sus palabras le hicieran tambalear su convicción del papel central que su trabajo de educador físico ocupaba en el diseño curricular del escuela del pueblo, sino porque alguien lo detuviera su forma de moverse infatigable y segura, y le hiciera una propuesta que lo obligaba a lo contrario. Pararse. Después de unos segundos, que parecieron horas, en los que solo existió el silencio entre ellos, Silvana, que reconoce que para ella fueron de auténtico deleite, le contestó: tómate tu tiempo.