lunes, 24 de abril de 2017

PALABRAS SENSIBLES QUE VAN Y VIENEN

Palabras sensibles de ayer y hoy. Palabras que merecen ser escuchadas juntas. Pues las une la voluntad de que adquiera sentido su sentir, es decir, el sentimiento honesto de quien las dice. Eso es lo que escuchamos. Y eso hace a sus dueños únicos y eternos en su mortal humanidad.

La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba. La cuestión de la autocompasión.

Doctor, he venido porque mi mujer no me deja en paz. - y se apoyó en la mesa para coger aire.
Yo, ya sabe usted que estoy bien, es solo que ayer fui  al huerto a plantar las patatas y supongo que me cansé un poquito mas, - hablaba despacio, respetando todas y cada una de las pausas para respirar. 
Y esta noche con la tos no he parado quieto, y la mujer ya por la mañana me ha hecho venirlo a molestar.

¿No nos convendría un trato nuevo, o diferente, con la palabra vida y con la palabra nada? ¿Podríamos aceptar sin miedo, entonces, que nada no es igual a muerte? Ciertamente deberíamos acostumbrarnos a vivir con el dolor. O mejor dicho, con la mortalidad. ¿Molestamos porque no aguantamos el dolor o es la idea de la mortalidad la que nos tortura? ¿Por qué nos angustia pensar que después no hay nada?

Le tomé el pulso y la ausculté. Su corazón ya no latía bien, y ella lo sabia. Cada célula de su cuerpo era consciente, y en ella brillaba la serenidad del enfermo. Ya no tenia prisa, cualquier cosa que hubiera dicho, le hubiera parecido bien. Porque ella lo sabía. Yo no. 

¿Duele el dolor en el cuerpo o duele en el alma? ¿Cómo saberlo en una sociedad que ha eliminado el alma de la psicología, como ha consentido que eliminen las palabras sensibles de la literatura y la filosofía de la enseñanza secundaria? ¿Qué hemos perdido con lo qué hemos ganado? Hemos perdido todo lo que no puede ser visible y todo lo que no puede ser aprehensible. Hemos ganado todo lo demás. Metidos en esa ruleta, ¿sabemos de donde proceden las palabras de lo que ganamos? ¿Y a dónde se han ido las palabras que acompañaban a lo que hemos perdido? ¿Siguen siendo nuestras a pesar de que las hayamos perdido? ¿Nos hablan desde el lado de la pérdida? ¿Queremos y sabemos escucharlas?

Me separé y me escondí tras el ordenador para disimular mi pánico. Es la mente del necio que enloquece al pensar que una vida cuelga de su ego. Es difícil de extirpar. Aun no sé en que clase nos impartieron ese temario, pero ojalá hubiera ido al bar.

Veo las puertas del día y de la noche con sus goznes, en torno de ellas dintel y umbral de piedra, infinitos, etéreas ellas mismas, y a cal y canto como un cofre cerradas por Diké, la diosa de múltiples castigos.