¿Será la lectura compartida en un club de lectura la que haga claudicar al lector autosuficiente ante el asombro de lo que no ha sabido y hubiera debido saber que ocurría? Por ejemplo, que sus "heridas" no son únicamente suyas y para siempre, y las de los demás no se encuentran en un mundo alternativo como el de la series televisivas o el que nos muestran los informativos. A lo que se opone el lector autosuficiente es al hecho de tener que aceptar que el relato que tiene entre las manos le rompa o le haga añicos, según los casos, su relato lineal autobiográfico, con su estrategia acumulativa, progresiva y en constante demanda de comprobación y aceptación propia. Pues tenerlo entre las manos no quiere decir que el relato sea de su propiedad, ya que le ofrece un tipo de conocimiento y, por tanto, de experiencia que procede de otros estados de conciencia. Lo que le obliga a hacer un desvío o giro lingüístico respecto a la forma de pensar y de hablar a la que está acostumbrado, la cual forma parte del estado de conciencia en que se encuentra instalado.
Para entendernos, un relato (novela o cuento) es una visión similar, o de parecido rango, a la que tenían los antiguos cuando miraban llenos de perplejidad el mundo exterior desconocido. Construido con palabras sensibles la procedencia del estado de la conciencia de quien las usa, el Narrador, no puede ser la misma que la de las palabras instrumentales que utiliza el mismo lector desde su estado de conciencia habitual, que es el dominante en la sociedad donde vive. No solo el Narrador es alguien a quien el autosuficiente no conoce de nada, sino que, a diferencia de cualquier desconocido de carne y hueso que le presenten, su estado de conciencia procede de un ámbito también desconocido que es al que lo invita a entrar y a participar. Las preguntas respecto a las primeras palabras que el autosuficiente escucha al recién conocido: quién las dice, a quién se le dicen y para qué las dice, no tienen la misma intensidad e intencionalidad si con quién habla el autosuficiente es una persona como él o es un personaje construido sólo con palabras sensibles. Aunque ahora que lo pienso, tanto en un caso como en otro, lo más normal es que no se pregunte nada. Para que engañarte, el lector autosuficiente, encerrado hoy más que nunca en la burbuja o el estado habitual de su conciencia de matriz exclusivamente tecnológica, elige las palabras de sus interlocutores según su propia conveniencia, y no necesita hacerse aquellas preguntas. Ni, por tanto, se imagina el desvío o giro lingüístico necesario que debe hacer para poder acceder a ellas. Para el lector autosuficiente la representación de la realidad y la realidad son la misma cosa. No hay distancia, ¿con respecto a quién la podría tener? Ni desvío o giro lingüístico, ¿para oír a quien que no fuera el mismo?