jueves, 27 de abril de 2017

EL DESCONCIERTO

Sin duda, siempre has oído que el fin de la historia es ayudar a mejorar el mundo. Pero, por otro lado, también siempre has oído que la Historia la escriben los vencedores. Luego, no sé si se te ocurre, los perdedores lo son porque siempre quieren arruinar y afear el mundo. Y, sin embargo, cuando oímos decir a los perdedores que el ser humano aprende, ¿dirías que es, de todos los discursos de la historia, el más pequeño y el primero? Yo sí. Diría más, yo pienso que los perdedores (los que no se esconcden ante el dolor de la pérdida) atisban lo que hay al otro lado de las cordilleras de la Historia, y quieren escalar por esas montañas para verlo en toda su plenitud. Así alcanzan el sentido de su sentir. Entonces, ¿a que se refieren los vencedores cuando aluden al aprendizaje como el Proceso Historico ineludible para mejorar el mundo? ¿A impedir, a toda costa, que se organice la expedición de esa escalada?

Por seguir con la entrada de ayer, los lectores que desean ser permanentemente adulados pertenecen, a mi entender, al departamento educativo-cultural de los vencedores. Al igual que los ciudadanos que desean con fervor ser permanentemente engañados, sean pordioseros de diseño o petimetres de postín, están adscritos al departamento político-psicosocial. El desconcierto de hoy viene porque las montañas que separaban el tiempo de la historia de todo lo demás, han sido aparentemente allanadas en la era digital. El rencor y la maldad de los vencedores siguen siendo los mismos, pero ya no son percibidos por los perdedores, debido a la velocidad de aquella, con la crueldad de antaño, en la que su parsimonia inherente permitía distinguir a los unos de los otros y diferenciar, entonces, a los que ascendían las montañas de los que se quedaban apoltronados en la llanura de la ciudad. 

Cabe la posibilidad de que me digas, ¡no te entiendo!. Yo trato de hacerme entender, que no me entiendas no está en mi mano. Aunque si estoy convencido de que me dirijo a alguien que pueda entenderme. Si insistes, si no te espantas, ni te molestas, a pesar de la uniformidad y de la falta de relieves que impone la era digital, es que, además de no entender estás desconcertado, lo cual es algo propio del aprendizaje y cada uno lo lleva a su manera. Lo puedes hacer solo o acompañado. Si, pongamos, te pones a leer por tu cuenta, muchas cosas te sonaran a bajo sajón y otras no tanto. La vida misma. Pero si no le das la espalda a tu ignorancia y buscas compañía en el aprendizaje, comprobarás que, al otro lado de las montañas de la Historia, que de repente vuelven a emerger delante de ti con toda su hostilidad, la declinación y conjugación de las palabras sensibles están exentas de colonización. Miran e interrogan a cada uno de lo seres hablantes y lectores, que allí se encuentran, con su particular misterio