viernes, 28 de abril de 2017

LA MENTE

Una vez que me despedí de él, me dije en que me había convertido al consentir que mi hija mayor hubiera elegido la carrera de derecho para iniciar su vida universitaria. ¿Qué tengo dentro de la mente?, me pregunté,  tratando de contener mi ira, poco antes despedirme de quién con sus palabras me había llevado hacia ese estado de ánimo. Era un antiguo vecino de la urbanización donde había vivido durante los últimos once años. Fue la primera conversación que tuve con él desde de que me separé de mi mujer. No lo había visto desde entonces, hace ya más de un año. La custodia de las dos hijas del matrimonio nos las repartimos cada semana, siguiendo al pie de la letra lo que estipulamos dentro de las cuadrículas del cuadrante que para tal fin construimos. Mi mujer es del género positivo metódico. El lunes y miércoles, a mi casa. El martes y jueves, a casa de la madre. El fin de semana, de forma alternativa, uno conmigo y otro con la madre. Con la mente a ciegas, legué casa y traté de abrir la lavadora  que se me había quedado bloqueada la noche anterior. Utilicé el primer consejo que me indicaba una página de internet a la que me había conectado, y que consistía en introducir el cordón de una zapatilla por la ranura existente entre la puerta y el cuerpo del electrodoméstico, y tirar desde el lado opuesto al de la cerradura. Cuando estaba tratando de cumplir a rajatabla lo que me decía la pantalla del móbil, me acordé de lo que me había dicho mi amigo. Y también me volvió a zumbar en la cabeza la obsesión metódica de mi mujer por la custodia de las crías, en la que ella veía la mejor manera de garantizarles un futuro digno.  

No sé cómo decidí, finalmente, abrir mi mente. Lo que si te digo es que, en está ocasión, no acudí a Internet para tan delicada operación quirúrgica. Ahí dentro no hallé más que abstracciones y lugares comunes. No faltaban verdaderas estupideces muy del gusto de los libros de autoayuda y de la bisutería oriental. En esta ocasión, y por primera vez, no sentí pena por mis hijas. Y menos por el futuro que les esperaba.