Reproduzco el párrafo de “El cuaderno de Bento”, de John Berger, en el que, refiriéndose a Andrei Platónov, aparece la frase del título de esta entrada, para que perciban con toda la intensidad su significado:
“Además de escribir para la prensa, escribía para el mismo. Historias inspiradas en lo que había presenciado. Historias que imploraban ser escritas. Algunas se publicaron durante su vida. La mayoría tuvieron que esperar medio siglo a ser publicadas en Rusia después de su muerte, y luego a ser traducidas. Empecé a leerlo hace diez años y cada vez lo admiro más. Fue, en gran medida, un precursor de los narradores que tanto necesita el mundo”.
En la segunda lectura de este párrafo, de repente, me di cuenta que si yo escribía: “las historias que imploran ser escritas por los narradores que tanto necesitamos quienes sobrevivimos en este pequeño mundo”, la frase interpelaba, de forma más directa, a las necesidades de los lectores. Pero, al mismo tiempo, se desprendía de ella un clara evocación antigua, de cuando la comunicación era oral y las comunidades formadas solo por seres hablantes. Y debido a la fuerza del aliento de ese ruego intemporal y a la de poder ser satisfecho siempre por alguien necesario, comprobaba que, junto a los que oyeron aquellas historias entonces, habían logrado transmitir su sentir y sentido hasta cualquier comunidad actual de lectores atentos y comprometidos con sus lecturas.