miércoles, 14 de septiembre de 2016

CHÉJOV, EL QUE MEJOR NOS CONOCE

Hay una manera de leer acuñada en la infancia y que perdura hasta el final de la edad adulta. Una manera que busca la sorpresa, el sobresalto, el pasmo, la estupefacción, el susto, la fascinación, la inquietud, la alarma, etc...huyendo así, tal vez inadvertidamente, de lo que dice Richard Ford, “lo abrumadora que resulta la vida por demasiado densa de subjetividad y demasiado pobre en verdad objetiva”. Creyendo que puede llegar a ser realmente insoportable vivir inmersos en una vida así concebida, y a sabiendas que no hay otra porque es la nuestra, no somos capaces de enfrentarnos a los “efectos perturbadores de la belleza exquisita en la vida cotidiana: pérdida, dolor, tristeza. Una visión bastante poco prometedora. Pero ¿quien no ha entrevisto estas cosas en los más brillantes encantos de la belleza como para apartarla bruscamente de la vista?”

En otro momento, continuando refiriéndose a Chéjov (al que tanto admira, porque tanto le debe como lector y escritor) - al que pone como antídoto contra ese hábito de la experiencia lectora que exige antes la rutina de la sorpresa, el sobresalto, la fascinación, la inquietud.... que el reconocimiento de la dimensión no deseada, o no prevista, de la vida - deja claro la importancia que tiene éste, “como si en nuestro fuero interno supiéramos en realidad que la gente es así pero hasta ese momento no hubiéramos tenido necesidad de desvelarlo”.   

Porque al reconocer nuestra vida no como algo intercambiable, sino irrepetible pero comunicable y compartible, y ligada a algo mas grande y misterioso que no es, evidentemente la literalidad palpable del mercado, podemos descubrir aún en ella aspectos, como señala Ford, nunca antes imaginados. Escuchemos sus palabras. 
“Con Chéjov compartimos la franqueza de la presencia inalienable de la vida; compartimos la convicción de que disfrutaríamos mucho más si se pudiera elevar una cuota mayor de la sensibilidad humana a la categoría de lenguaje claro y expresivo; compartimos una visión para la cual la vida (en particular la vida con los otros) es una superficie bajo la que hemos de luchar para construir un subtexto convincente con el fin de poder abarcar más y con menos desesperación; y compartimos una esperanzada intuición de que algo más de nosotros mismos – en especial esas partes de las que tenemos la sensación de que sólo nosotros conocemos – pueda ser objeto de exposición clara y útil”.

Y más adelante, continúa. 
“Pero por encima de todo, lo que nos emociona y nos maravilla es la consistencia de Chéjov; nuestra conciencia de lectores de que, cuento a cuento, escalón a escalón girando en torno a la esfera de la existencia humana observable, la medida de Chéjov es perfecta. Dados los temas, los personajes, las acciones que pone en juego, normalmente tenemos la sensación de que en Chéjov nunca falta nada importante. Y por esta razón nuestra imaginación esta deseando saber exactamente a qué responde esa consistencia. ¿Cuál es el estímulo subyacente por el cual casi todos los cuentos de Chéjov, ya sean alegres, ya sean penosos, nos hacen sentirnos confirmados en la vida? Como adultos, nos gusta lo que incita a querer saber más, y nos sentimos halagados por una autoridad firme que nos dé confianza y nos proporcione buen consejo. Es como si Chéjov nos conociera".