jueves, 31 de marzo de 2016
ENTRE LA JUSTICIA Y LA VERDAD
A veces me da por pensar, mientras paseo con una mano en cada bolsillo, en estos líos de la crisis, la falta de futuro y todo eso que sale por la tele y los otros medios de desinformación. Y he llegado a la conclusión que la educación que he recibido, lo mire como lo mire, no ha hecho nada más que perjudicarme. No se deduzca de ello que me eduqué en lugares apartados, perdidos en medio de la montaña. Al contrario, cumplí con todos los requisitos y etapas que se necesitan para hacer de mi un ciudadano ejemplar. Tuve becas, buenos profesores, estupendos compañeros. En términos generales mi carrera educativa, puedo decir, que fue notable. Mi reproche va contra el propio anhelo de alcanzar ese objetivo, de hacer de él mi único destino.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que semejantes propósitos llevan dentro el germen de su propia corrupción. Formar un ciudadano para que dirija sus esfuerzos hacia la obtención de la justicia, no significa que al final del camino se vaya a encontrar también con la verdad. Y aquí radica el fundamento de mi malestar. A esa confusión entre justicia y verdad han colaborado, paradójicamente, todos los que han hecho que mi etapa educativa fuera un éxito. A uno de ellos lo vi el otro día, ya muy mayor, en la pequeña pantalla, todavía en activo, predicando. Me resulta raro que las voces que más se oigan y los libros que más se lean sean de nonagenarios con cara de buenas personas, y, sin embargo, no destaque ningún joven con ganas de buscar la verdad. Muy airados todos, eso sí, pero solo aspiran a imitar a sus ilustres abuelos. Conseguir una sociedad que funcione bien, donde quepan, sin trabas, ellos y la justicia.
Entiendo que educar para la justicia es lo que le conviene a una sociedad de ciudadanos, pero no a la individualidad de cada uno de ellos. El "individuo aislado" lo que necesita es que le proporcionen lo necesario para aprender a buscar la verdad, a sabiendas de que no la encontrará nunca. Y no entro a discutir si la necesidad de uno tiene que ir obligatoriamente vinculada a la conveniencia de la otra, porque no son magnitudes, justicia y verdad, que puedan ponerse en contacto para tal menester. Además las posibles refutaciones vendrían siempre del gremio de los justicieros. Mi reproche está a una réplica pegado. Educar para la justicia comporta necesariamente saber que es lo justo, y que existe en algún lugar que esta al alcance de quien busca con ahínco esa meta. A educar para la justicia le acompaña el correlato paralelo del triunfo, sin el cual no es posible. Así la justicia se convierte en una propiedad que hay que defender, porque cada uno la entiende a su manera. Sin embargo, a la búsqueda de la verdad, a sabiendas de que no la encontraremos nunca, le acompaña en la andadura el correlato de lo que es oscuro y contradictorio. De lo que no se sabe. Destino paralelo al de un avión en vuelo que si, ante una emergencia, el piloto lo detiene para comprobar que todo va como debe de ir, se desploma.
En beneficio de la búsqueda de la verdad, no se me ocurre otra aptitud que desaprender todo lo que me han enseñado bajo el paraguas protector de la educación oficial. Soy buscando. Si leyera esto mi antiguo profesor pensaría de otra manera, que estoy buscando pero que soy injusto.