miércoles, 16 de marzo de 2016

LA VIDA CONTRA LA HISTORIA

A todo padre azul le salió un hijo rojo. Y a todo padre rojo, progre o bohemio le ha salido un hijo pijo, torero o guardia civil. He convivido, muy de cerca, con colegas y amigos que responden cabalmente a alguno de los tres ejemplos. Así la vida de los hijos salta por encima, al fin y gracias a su irreverente impostura, de la mecánica determinista de la historia de los padres. Eso significan para mí Coque Malla y los Ronaldos: una presencia contra la imposición histórica de su padre, Gerardo Malla. Gurú teatral, muy bueno todo se ha de decir, comprometido con todo lo demás que existía fuera del compromiso con su profesión. En fin, que nunca he entendido el alcance real de semejante heroicidad entre humanos. 

Sin saber del todo el por qué entonces - hoy ya sí - me empecé a fijarme primero, y a interesarme después, en la desfachatez y la alegre tontuna de estos chicos “mimados” (recordemos a "Sufre mamón" de David Summer, de Hombres G. Y muchos otros), ya que, en paralelo, me estaba dando en la nariz que sus padres, todos rojos, progres o bohemios, todos comprometidos con lo que es de todos, pues nadie en su sano juicio lo puede desmentir, nos estaban tomando el pelo. Por aquellos años era sólo una intuición sin forma, que en la actualidad la estoy viviendo como una sangrante tragedia.  

El que hoy Coque Malla confiese públicamente que está madurando como lo hace, me produce una doble alegría. Por lo que significa, como ejemplo para los que hayan tenido similar experiencia: haber sobrevivido al trago personal de ser el hijo de un padre así. Y por todos nosotros que todavía podemos celebrarlo. Lo que quiere decir que aquella gente no han conseguido que todo se fuera al carajo. Eso hace que la madurez sea como debe de ser: antes una posibilidad en marcha, una potencia, que una presencia definitivamente constatable y con vocación de imponerse a los otros, inmaduros por supuesto. Con eso me conformo.