En el momento más dramático de la película “Choose me”, de Alan Rudolph (1984), la joven protagonista principal dice: “Estoy harta de esperanzas inútiles”, al tiempo que el revólver que sujeta con la mano lo apunta contra su sien. Queda claro que el revólver y la frase se miran como una bala y su diana. Da igual que después, entre abrazos y lágrimas, el espectador vea que el revólver estaba descargado.
Años mas tarde un amigo me dijo, mientras escuchaba al violinista Nigel Kennedy: “Con todo ésto, lo que me apetece deciros es que creo que, por lo menos yo, ya estoy en edad de soltar lastre y de aprender cosas nuevas aprovechándome de todo lo que lo viejo me ha enseñado, ya estoy en edad de aprehender, de absorber, de abrir los ojos y de disfrutar de esa experiencia. Porque la curiosidad mató al gato, pero la mayoría de las veces lo dejó vivo...y más sabio...”
Ambas escenas son diferentes, aunque lo que las provoca es semejante. Algo del mundo en el que pisan cada día sus protagonistas, da la impresión de que ya no da más de sí. La diferencia estriba en las formas con que cada una quiere mirar de otra manera, es decir, quiere abandonarlo. En el caso de la prota de “Choose me” la pistola descargada simboliza la desesperanza, el nihilismo irreversible que se ha apoderado de ella, lo que hace temer que lo volverá a intentar otra vez con todo el tambor de la pistola lleno de balas. En el de mi amigo, los sonidos de las cuerdas que "rasca" Nigel Kennedy la han hecho saltar de la realidad donde respira un aire, que se intuye enrarecido y a punto de ser ya irrespirable, a ese Otro Mundo donde habita plenamente la Imaginación, poder vivo y el primer agente de toda percepción humana. Su decisión apunta en una dirección con sentido.
Más pronto que tarde se impone en nuestras vidas lo de mirar y hacia donde. Quiero decir, se nos aparece la necesidad de mirar por uno mismo, soltando el lastre que lo dificulta o, sencillamente, lo impide. Para que no acaben con nosotros las esperanzas inútiles. Regresando a las palabras, a las imágenes, a los sonidos. Quitándoselas a los dueños de esas esperanzas, si es preciso. Para volver a sentir el sentido de lo que hacemos.