miércoles, 30 de marzo de 2016

LECTURAS Y MIRADAS INCONFESABLES

En una cena reciente entre amigos surgió el comentario de que algún día deberíamos poner sobre la mesa nuestras lecturas y miradas inconfesables. Entendiendo por inconfesables todo eso que leemos o miramos, digamos para entendernos, fuera del ámbito que teóricamente nos comprometen. Lecturas  y miradas inconfesables sería algo así como un cajón de sastre donde cabe todo lo demás. Es decir, todo lo que no se nos ocurriría recomendar ni a nuestro peor enemigo, ya que a lo mejor acababa haciéndose nuestro amigo del alma. Espero que se me entienda la intención de todo este aparente galimatías.

Por ejemplo, soy un apasionado de las películas del oeste, los western. Y, también, tengo entre mis manías el asesinato del presidente John Kennedy. De los western tengo alguna opinión sociológica o histórica, pero no será de eso de lo que hablaré. Del asesinato de Kennedy no se de donde me viene la manía, pero la tengo hasta el punto que cada 22 de noviembre vuelvo a ver la peli de Oliver Stone, "JFK". Manías como lector y espectador tengo muchas y, como decía Marx (Groucho), si no convencen unas tengo su repuesto. Yo creo que somos lo que dan de sí nuestras obsesiones, y nos vamos deformando en consecuencia. Más y peor si no las ventilamos. Como ya habrán podido averiguar, la razón por la saco a colación lo inconfesable es para intentar disolver ese tapón que nos aísla, y que se puede resumir en la siguiente frase: no me pongo a escribir porque no se qué contar que valga la pena. Manías que, como el cerumen en las orejas y las legañas en los ojos, de paso nos impiden oír y mirar.

El trato narrativo sin ascos ni miramientos, sin miedo al que dirán, con lo feo, con lo torpe, con lo imperfecto, con lo grotesco, con lo risible, con los deslucido, con lo banal, con lo insustancial, con lo sobado, con lo vulgar, con lo rutinario, con lo trillado, con lo repetido, con lo que no está de moda, con lo no sé por qué misteriosa razón pensamos que no tiene interés para nadie, en fin, el trato con lo inconfesable, eso que ocupa el 99% de nuestro tiempo e imaginación, es, también una forma de grandeza, de nuestra grandeza. Y como dijo uno de mis amigos en la cena, es también la forma que adquiere la belleza en nuestro existir de cada día.

El caso es que zapeando con la tele me topé con la peli "Raíces Profundas". Un western que me encanta, protagonizado por Alan Ladd, que dicen que era muy flojo como actor pero que a mí me parece que aquí esta enorme de gigante. Hacia el final, Alan Ladd, el bueno de la peli, le dice al malo, Jack Palance:

- he oído hablar de ti
- ¿dónde?
- por ahí
- y, ¿qué te han dicho?
- que eres un cobarde
- compruébalo tu mismo

Posturitas para el duelo, y el bueno va y mata al malo. Antes de que acabara la peli apagué la tele, y me fui a comprar unos yogures y otras vituallas. No sé, el reencuentro con un pasado varonil que nunca he vivido, de repente, me reconfortó como si así hubiera sido. Caminé con mas soltura, a pesar de que el asfalto estaba mojado ya que acaba de llover. La cajera que me cobró los yogures y lo demás me dijo que, dentro de lo que cabía, estaba contenta. Al volver a casa encendí de nuevo la tele. La peli de Alan Ladd ya había acabado. En el camino me vino a la cabeza lo que le contesta al niño antes de despedirse:

- y a donde te irás Shane.
- a cualquier lugar donde no haya estado antes.