miércoles, 9 de marzo de 2016

PASEOS CON MI MADRE, novela de Javier Pérez Andújar

Hacia la mitad del libro el lector tiene el corazón partido. Y el cerebro hecho un lío. Cinco capítulos de diez. En los tres primeros la voz mira, solo mira, no me parece que sea otra su intención. Liga lo disperso, une los objetos y las personas, salta de un tiempo a otro, cambia de tono, yuxtapone perspectivas, deja ver las metáforas sin estridencias, y me va quedando la sensación de que controla bastante bien todo ese caos visual y sonoro. Lo que quiere contar de la ciudad sucede porque lo que está hilvanando así. La ciudad aparece como fruto de su imaginación. Se inicia, por tanto, el principio de una buena complicidad. Pero en el cuarto y quinto capítulo, inopinadamente, la voz narradora abandona el progreso y, sobre todo, el destino de su mirada y se convierte en cronista activa de una ciudad, a cuya población rica y del centro pone enfrente de ella. Cada uno en su trinchera. Centro contra periferia. La oigo indignada, me imagino a su propietario a cara de perro, ha dejado a un lado el lenguaje con que se presentó al principio y pierde la distancia que le proporcionaba. Comienza un proceso de ensañamiento. No se por qué, ni a cuento de qué.

El cambio al lenguaje beligerante de denuncia social, me ha roto unas espectativas literarias alagüeñas. Ya se que en la ciudad hay voces de todo tipo y para todos los gustos. Pero las de la literatura han de ser coherentes. Es lo que diferencia la realidad de la ficción. Es lo que diferencia el ruido de la sinfonía. Otra cosa hubiera sido que desde el principio el narrador se hubiera presentado con una voz de denuncia social. Otro hubiera sido el pacto. Pero estar en misa y repicando....

El caso es que intelectualmente esta bien acompañado y lo desvela en algún momento de los tres primeros capítulos. Dice, la geografía es mas importante que la historia. Claro que sí, sobre todo la geografía imaginada. La Barcelona imaginada en ellos, no la real de los dos siguientes. Y dice también, por boca de Paul Valery, la sintaxis es una facultad del alma. Qué iba de ser de nosotros si fuese una propiedad excluisva y excluyente de los gramáticos. Por último, confiesa, que es un lector entusiasta de Paco Umbral. No se por qué, pero me da en la oreja que también lo sigue como escritor. Las retóricas variables de las brillantes columnas del vallisoletano pienso que no aguantan la solidez y la gravedad de una edificio narrativo. Y por editarlas contigüamente, no modifican un ápice esa limitación. Las columnas de Umbral son para leerlas de una en una, con el tiempo de la intemperancia urbana zumbando de por medio.