lunes, 16 de marzo de 2020

VIAJEROS Y CASEROS

El caso es que la “pelea” milenaria entre los partidarios de “En casa como en ningún sitio” y los de “Viajar para conquistar y conocer mundo y poder elegirlo todo”, que estos últimos, poco a poco, han ido ganando en el mundo occidental, a cuenta de la imagen atrasada o inmovilista o fuera de moda de los caseros, parece que ha llegado de repente y sin previo aviso a un punto de empate, que el decreto del primer ministro de su majestad ha decidido que se celebre en la casa de cada cual. Es decir, en el campo de los caseros. Lo cual significa, a mi entender, que ha llegado el momento de conversar y dejar de lado el motivo de la pelea, a saber, quien es superior y quien inferior, o que es lo mejor y que lo peor, o cuitas estériles por el estilo con las que caseros y viajeros se han venido ”entreteniendo” (demasiado tiempo a sangre y fuego) durante siglos. Que el responsable de todo este lío sea hoy un virus invisible al ojo humano, no puede ser entendido nada más que como una bendición. Por fin no hay culpables visibles o al alcance del insulto o del sable, por fin no habrá vencedores ni vencidos, porque en el fondo del fondo, sin saber muy bien por qué, empezamos a intuir que lo somos todos, y de todo. Es decir, todos los somos pero de nada y por nada. ¿Fin de la idea del viaje para conocer mundo o de en casa como en ningún sitio? Es decir, ¿Fin de una manera de entender la civilización o lo que es lo mismo, el equilibrio necesario entre la inteligencia y la naturaleza? No la bomba atómica y su estela de destrucción masiva, sino un ser inapreciable, sin despeinarse, nos ha puesto a viajeros y caseros en nuestro lugar, pero no nos ha dicho cual es. Solo ha dicho basta. Ya ves.

Algunas preguntas que pueden ayudar a empezar a comprender el  embrollo, aunque no puedan evitar dejarse acompañar por las teorías conspirativas, tan invisibles como el virus, que ya están empezando a proliferar:
¿Qué es aquello que una vez perdido, en casa o de viaje, nos pierde para siempre?
¿Hemos sido buenos viajeros, porque sabíamos que teníamos el billete de vuelta a casa? ¿Se puede ser buen casero sin valor ni coraje, sin tan siquiera poder imaginar el viaje?
Si es que todavía importa, ¿donde se consigue la sabiduría: en cualquier sitio menos en casa o en casa como en ningún sitio?

Y dos poemas para leer en voz alta a quiene tengamos al lado:

De Wislawa Szymborska (viajera y casera)
Prospecto
Soy un ansiolítico.
Actúo en casa, 
hago efecto en la oficina, 
me presento a los exámenes, 
comparezco ante los tribunales, 
reparo tacitas rotas. 
No tienes más que ingerirme, 
ponme debajo de la lengua, 
no tienes más que tragarme, 
con un sorbo de agua basta. 

Sé enfrentarme a la desgracia, 
soportar malas noticias, 
paliar la injusticia, 
llenar de luz el vacío de Dios, 
elegir un sombrero de luto que favorezca. 
¿A qué esperas?, 
confía en la piedad química. 
Todavía eres un hombre/ una mujer joven, 
Debes seguir en la brecha. 

¿Quién dice
que vivir requiere valor? 
Dame tu abismo, 
lo acolcharé de sueño, 
me estarás para siempre agradecido/agradecida
por las patas sobre las que caer de patas. 
Véndeme tu alma. 
No te saldrá otro comprador. 
No existe ningún otro diablo.

De Emily Dickinson (casera, casera)
¡Corazón!  ¡Lo olvidamos!
¡Esta noche - Tu y Yo!
Tu puedes olvidar el calor que nos daba -
¡Yo olvidaré la luz1 

Cuando hayas terminado te ruego me lo digas
¡Que acaso pueda comenzar de nuevo!
¡Deprisa! No sea que mientras te entretienes
¡Lo recuerde!