lunes, 2 de marzo de 2020

PERTENENCIA

Decía Eduardo Chillada, el escultor del vacío, que todos somos de algún sitio. Yo pienso que el Estado debería decir a toda persona que viene al mundo de que sitio es y darle una subvención para situarse allí desde el primer minuto de sus existencia. Los padres y los profesores solo le darían lo necesario para que aprenda y cumpla su misión en ese lugar. Pero no, mira que pagamos impuestos. El Estado va a lo suyo, con la colaboración inestimable de padres y profesores, que encima se creen que ese es su lugar propio y apropiado en el mundo, no la función que les ha encomendado el Estado. En fin, un lio.  Chillida también sabía en que se gasta el Estado la pasta que le saca al ciudadano. El caso es que a uno lo arrojan al mundo (nace en lenguaje políticamente correcto) y lo primero que empieza a oír es que es muy guapo o guapa, a ver muecas de bienvenida de todos los formatos, pero nadie le asigna ese sitio que le pertenece al recién llegado. Y al mismo tiempo empieza a intuir que ese sitio desde donde le hablan, quienes dicen que mucho lo quieren, es y no es su sitio, al mismo tiempo. La confusión existencial empieza a hacer de la suyas en el recién llegado. Y el Estado calla y los papis mas y los abuelos ni te cuento, y los profes, ay los profes, etc. Todo el mundo calla sobre cual es ese sitio que tienes asignado y, mientras tanto, no paran de adularte, que es otra manera de decirte que tu sitio es donde has nacido, allí junto a tus padres en esa casa y junto a tus profes en esa aula. Y encima, a todo eso lo llaman Estado de bienestar. A lo sumo un día, años después, empiezas a oír otra monserga: deberías ser alguien el día de mañana, es que no te mueves. Y cosas así. La primera mentira de la que eres consciente empieza a trabajar en tus adentros. Tu entras al trapo y durante los siguientes veinte o treinta años (depende de cada época) te pones en contra del mundo, y encima tus padres y profes te dicen que esa es la manera más adecuada de que encuentres tu lugar en él. Vaya jeta. De esta manera el resto de la farsa no llegaras a conocerla nunca. Pasarás de la indignación mas extrema a tener que repetirles a tus hijos lo que a ti te han contado desde que naciste. Ya resignado, dices, no esta mal, es un relato eficiente y económicamente rentable. Aunque siga sin decirte cual es tu lugar en el mundo, aunque lo peor de todo es que no quiere competidores. No quiere que lo busques por tu cuenta. Pero esto ya forma parte de esa sabiduría que da la vida, aunque se aloje en la carpeta de los asuntos inconfesables. Nadie de los tuyos, porque a estas alturas de tu vida ya tendrás hecha tu tribu o tu familia, te dará la oportunidad de hacerlo, todo lo mas, si el malestar no te deja dormir, alguno te remitirá a un profesional o te dirá que te apuntes a algún curso de meditación. Cosas así. Y tu lugar de pertenencia quedará como tu asignatura pendiente. Lo sabes, pero no sabes como lo sabes. Lo que quiero decirte es que lo has olvidado. Solo es preciso que te pongas a recordar, pero dices que no tienes tiempo.