miércoles, 4 de marzo de 2020

HOTEL ATLANTICO 7

PORTO ALEGRE
El caso fue que después de pasar la noche en blanco en la habitación que le habían cedido en la hospedería TSN decidió continuar su viaje. A mitad del insomnio notó encima, como si fuera un implante, el recuerdo de la película “el show de Truman”. Sobre todo no dejó de triturarlo el descubrimiento que hace el protagonista de la textura de cartón piedra de que está hecha la realidad que lo rodea. Se dio cuenta de algo que no le había pasado cuando vio la película por primera vez, se le pusieron los pelos de punta al igual que le pasa ala protagonista Truman cuando se da cuenta que donde esta metido mas bien lo han metido sin su permiso. Fue en ese momento cuando empezó a entender la desconfianza que empezó a sentir hacia todo lo que, al fin y al cabo, había determinado su decisión irrevocable de marcharse de casa. Ya en el camino ha ido entendiendo que irse de casa era lo mismo que decir fin de la vida, encaminarse hacia ese sitio que tenía ese rótulo en la entrada. Los días antes de marcharse de casa soñaba despierto con ello. También, a veces, la imagen se le aparecía en sus breves ratos en que no estaba de vigilia. Siempre iba en grupo, y no especialmente trastornados por el destino al que se dirigían. Uno de los acompañantes, eso si lo recuerda TSN con nitidez, repetía una frase que había escuchado en una de las ultimas novelas que había leído, decía así, ¿qué había perdido al hacer lo que estaba haciendo que el mismo se ha perdido para siempre? Como la vida misma, le repetía otro. Y eso que tenia que ver, se preguntó TSN, con la obsesión por el fin de la vida que no lo dejaba en paz desde que abandonó su casa y a su mujer, como si ese fuera su destino. Probablemente la expresión como la vida y el fin de la vida quieran decir lo mismo, se dijo mientras se incorporaba sobre la cama dispuesto a emprender su viaje.  O dicho de otra manera, era el resultado inevitable de mirar hacia otro lado, de haber cambiado su punto de vista respecto a lo que había planificado para él y para su familia, respecto a las expectativas a que se había acostumbrado y con las que aquellos lo reconocían como alguien importante. Por eso su mujer no le hizo caso cuando le anunció que se marchaba, a cambio le dijo que era cosa de la edad. Estaba amaneciendo. Se vistió con sus ropas secas y se mojó un poco la cara con el agua de la palangana. Luego colgó la sotana en la puerta del armario y escribió la palabra gracias en un papel que encontró sobre la mesilla. Lo alojó como pudo entre los pliegues de la sotana y, sin mediar palabra, salió con sigilo de la hospedería. Había dejado de llover pero las nubes seguían amenazantes, lo que le produjo un gesto de intimidación en el rostro. De nuevo se preguntó, como la vida es lo mismo que el fin de la vida. Empezó a caminar con determinación por la carretera, con la intención de llegar a algún sitio antes de que la amenaza meteorológica cumpliera sus pronósticos. De cada curva de la carretera todavía le venía el temor de que aparecieran Nelson y Leo con las ganas intactas de matarlo. Después de cuatro horas andando atisbó lo que debía ser una pueblo. El cielo empezó a tronar, aunque la lluvia de momento no hizo acto de presencia. Lo que vino a continuación se aceleró de forma inesperada. Lo único que recuerda fue que perdió el equilibrio y al caer su cabeza se golpeó contra el asfalto, que lo percibió como si fuera el decorado de lo que estaba pasando, como si hubiera caído herido de muerte, en el combate postrero de su vida, en medio del escenario donde la había representado. Cuando se despertó estaba tumbado en la cama de lo que debía ser un hospital o una clínica, rodeado por un tipo que decía ser el enfermero, Sebastián, y por el médico que lo había atendido, que decía que se presentaba como candidato a las próximas elecciones. También andaba por allí la joven hija del doctor, con indisimuladas maneras de que TSN le hiciera caso. Fue el doctor quien al final le dijo, a bocajarro, que le había tenido que amputar la pierna. De nuevo la frase que no lo abandonaba, como la vida es lo mismo que el fin de la vida, se le fijó en la cabeza como una placa. Le bastó con volver a repetirla en silencio para no tener que pedir explicaciones sobre la amputación de su pierna. Los días siguientes le valieron para reconocer que había llegado a su destino, y así se lo hizo saber a Sebastián que le prometió que se irían juntos cuando se recuperara de la amputación, pues a él también se le acababa el contrato en el hospital. Pasados quince días TSN estaba en condiciones de emprender la ultima etapa de su viaje, esta vez en compañía. La meta era Porto Alegre, porque era su ciudad natal y, también porque Sebastián no había visto nunca el mar. Con un poco de suerte, y si su acompañante no le abandonaba a ultima hora, TSN pensó que, mirando el mar, podría saber al fin que él era él, al juntar como la vida con el fin de la vida en el último suspiro de su existencia.