El placer puro inmediato y desinteresado se cumple en la medida que la relación que mantiene el ser humano con la naturaleza: amanecer, atardecer, paisaje nevado, montañas, valles, y con la institucionalización técnica de la vida urbana, se vean reflejadas en el arte en igual medida de pureza, inmediatez y desinterés.
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Cualquier retorcimiento, cualquier intromisión inesperada o extraña en esa lógica o en ese mandato natural o precepto técnico produce inevitablemente en el espectador un placer impuro, no inmediato y lleno de intereses. En definitiva, el arte moderno o el arte de vanguardia, cuyos giros producen y exigen otra participación del espectador o lector pasivo de la naturaleza o técnica urbana.
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El auténtico entusiasmo acontece sin poder evitarlo, y sin capacidad alguna para disimularlo. Tiene que ver, sin ruido ni alharacas, con lo que uno es y no tanto con la fanfarria que acompaña a lo que uno debe ser, como nos quieren hacer creer. En fin, el auténtico entusiasmo tiene que ver más con la perplejidad del No Saber, que con la chundarata que acompaña a lo que y ya se sabe. Como el viaje crea falsos viajeros, el entusiasmo, cuando debe ser una obligación, produce falsos entusiastas. Solo hay que fijarse con atención.