viernes, 13 de marzo de 2020

MAL HUMOR

La primera vez que oyó la locución: “la vida no tiene solución porque no es un problema”, fue también la primera vez que sintió un tumulto dentro de si que nunca antes había sentido. Luego vinieron otras no menos tumultuosas, por ejemplo, “¿por qué somos una catástrofe psicológica, mientras que desde el punto de vista físico mantenemos una estabilidad envidiable?” Y otra mas, esta vez Mamie sentenció, “lo que no entiendo no me gusta, desconecto y me voy.” Valdría decir que estos son algunos de los implantes, pendientes o anticonceptivos (así llama Mamie a toda esta fraseología que lee en los libros, las revistas o los periódicos que la rodean durante un día normal de su vida), que lo mismo le causan mal humor como le impiden salir de él. Mamie suele estar casi siempre de un humor de perros. Si uno quiere abordar el mundo de Mamie, por ejemplo su marido Rusky, lo más difícil es saber a que achacarlo. Normalmente Rusky piensa que debe ser debido a alguna causa exógena derivada de su trabajo en la editorial con la trabaja de free lance, algo que ella se niega a aceptar, o la menos se niega a discutir con el o a buscar a su lado la verdadera explicación autentica de lo que le pasa, que ha acabado por afectarle a él mismo. Por decirlo en plan sociológico, Rusky piensa que Mamie socializa las causas y privatiza los efectos si estos no le procuran algún tipo de beneficio, si no es así también los socializa. Con el paso de los años Rusky ha comprendido (no le parece a él que Mamie haya tenido similar experiencia) que los seres humanos, el mismo sin ir las lejos, primero ha hecho las cosas porque le ha petado y cuando y como le ha petado, y luego ha justificado esos hechos a su conveniencia para dar a los demás, a Mamie de forma prioritaria, la impresión de que ha sido siempre dueño de su propia vida. Mamie ha sido incapaz, al compás y al acorde de los años que llevan viviendo juntos, de darse cuenta de esto. Su nivel de autoconciencia, por decirlo así, es ilimitado y, en consecuencia, su necesidad de auto realización no descansa jamás. Mamie tiene muchas razones para sentirse desgraciada, pero nada le pone de tan mal humor como esa forma de razonar que, a partir de un día, Rusky quiso poner en el centro de sus conversaciones. La sola insinuación de que hablando en estos términos con Rusky, alrededor de una cerveza una tarde soleada, por adobarlo todo en plan muy romántico y primaveral, su desdicha pudiera quedar aliviada, encontraba una explicación irrefutable para volver a hundirse en la miseria. Los trabajos de ilustración para libros infantiles y juveniles que envía a la empresa editorial para la que trabaja, a Mamie le gustaría que tuviesen una repercusión diferente en los lectores a los que van dirigidos. Esto también le hace ponerse de mal humor cada vez que lo comprueba en las bibliotecas o las escuelas que, de vez en cuando, la invitan para hacer la presentación de sus libros. Da igual que los pocos asistentes, que siempre suelen acudir a estos actos, se hubieran entregado incondicionalmente a la magia y conmoción que trasmitía el arte de sus ilustraciones, en cuanto los perdía de vista volvía a las andadas con su mal humor y su hundimiento en la miseria.