martes, 29 de octubre de 2019

LO MUDO DICE

El coordinador tiene por costumbre dedicar algunos ratos de su tiempo libre a escuchar, vía YouTube, conferencias cuyos ponentes hablen de la Paideia y la Mayeútica griegas en los tiempos actuales. Ha oído y, sobre todo, ha leído que la gran virtud del padre de la filosofía occidental, Sócrates, fue tratar de inculcar en las mentes de sus vecinos atenienses su amor por la sabiduría y la verdad, desarrollado espléndidamente en la obra de Platon, el Banquete. Sin embargo, lo que para aquel fue una virtud ha llegado hasta nosotros, tal ha sido su degradación, como el peor de los defectos. Hoy al amor a la verdad y la sabiduría tienen apariencia algorítmica,  nihilismo 3.0, y su autor es un tipo de maneras gerenciales conocido como un Cualquiera. Así las cosas, piensa el coordinador, resulta por un lado esperanzador y por otro patético, que desde las tribunas de YouTube se oiga con frecuencia la llamada, como lo hizo Hölderlein en sus poemas, para volver a la Grecia antigua, la llamada para difundir el amor a la verdad y la sabiduría en las aulas o cenáculos post modernos, digámoslo así a falta de otro palabro. El coordinador confía plenamente en la filosofía socrática pero desconfía en la misma proporción de los oyentes y lectores actuales. Siempre los percibe en una actitud festiva, muy alejada del necesario silencio que se requiere para escuchar la verdad y practicar el amor a la sabiduría. No se trata de recogimiento sagrado al estilo católico, sino de dejar hablar a lo que habitualmente está mudo. Por ejemplo, dice el coordinador, la experiencia es posible tenerla delante de las piezas o esculturas que yacen en medio, tanto en los restos de las ciudades griegas como en los antiguos templos románicos. La verdad y el amor a la sabiduría tienen, al entender del coordinador, ese horizonte de inteligibilidad sin el cual es imposible, bajo el ruido ensordecedor del presente, poder acceder a ellos. Lo difícil es colar “lo mudo que dice” en esa cinta continua e ininterrumpida que es hoy la comunicación digital en la que siempre hay una marca o un eslogan, en fin, o un anuncio publicitario de lo que sea indecible, que es el todo, haciendo ruido. Algunas veces el coordinador lo intenta metiendo citas o imágenes no habituales en el rodar de la cinta continua a la que, como no puede ser de otra manera, están adscritos quienes le rodean con su interminable vaivén de mensajes de ida y vuelta. Ingenuamente, piensa el coordinador, esos restos verbales o icónicos habitualmente mudos tal vez pueden hacerse oír entre el trasiego de dimes y diretes que circulan por la cinta continua las veinticuatro horas del día. Lo que más le preocupa al coordinador es la sospecha, que ha empezado a cobra vida en su cabeza, de que el horizonte de inteligibilidad de la cinta continua de la comunicación audiovisual postmoderna y el de la verdad y el amor por la sabiduría griega es el mismo. Y si como también sospecha, fuera de esa cinta continua no hay mundo, como solo hay un anuncio publicitario en el momento que la marca correspondiente sube a la cinta y se exhibe durante el tiempo que le permiten o ha contratado, “lo mudo que dice”, que él se propone sea oído fuera de esa cinta de comunicación continua y de la presencia de las distintas marcas que allí se exhiben, solo puede existir como experiencia dentro de ese circular y su griterío. Así por ejemplo, si él quiere que se oiga lo que dijo en la entrada anterior, a saber, “la diferencia que hay entre estar presente en la literatura y leer una novela”, nunca podrá ser como lo hace una estatua policromada de la colegiata de Toro, pongamos, que está allí apartada del mundanal ruido esperando hablar desde su mudez a quien se acerque a ella. Estar presente en la literatura, entonces, se tiene que abrir paso al mismo tiempo y con el mismo impulso que el lector que esté ausente en el libro que dice que tiene entre las manos o entre los auriculares que dice que tiene colgados de las orejas. Un impulso único que une y separa sobre la misma cinta comunicativa aquella presencia y está ausencia, aquella consciencia y esta inconsciencia. ¿Es ese nuestro único destino?, se pregunta el coordinador entre esperanzado y desesperado.