La lectura no es lo que hacéis siguiendo la traza de lo que está escrito en el libro, dijo el Coordinador con voz que pretendía que sonase natural a los oyentes, sino el compromiso que adquirís con esas palabras. Ese día tocaba compartir la lectura de la novela “el regreso del soldado”, de Rebeca West. Desde las primeras palabras de su peripecia vital, Jenny decide tener ese compromiso Kitty prefiere mantenerse oculta en su escondite. Para Jenny sus palabras abandonan el torreón de su verdad íntima, sólida y estable, y emprenden un itinerario espiritual que trata de cernirse sobre el ambiente que se va encontrando (Goethe dixit). Para Kitty sus palabras son armas antojadizas y de defensa, instrumentos, nunca acontecimientos, si aquellas le hubieran servido, como le pasa a Jenny, para hacer caer el velo de la falsedad en la que viven. Pero, ¿quien es Jenny?, ¿que hace encastrada en esta historia, como un periodista lo está en el tanque de los soldados que se dirigen al frente de batalla? ¿En qué favorece o entorpece el entendimiento, por parte del lector, de la vida del matrimonio de Kitty y Chris más el añadido que proporciona la irrupción inesperada de Margaret? Jenny no ha participado en la construcción, digamos, de ese triángulo. Pero esto el lector solo lo sabe, con ciertas garantías de veracidad, al final, en la última página de la novela, que es como una continuación de la primera página. Según mi parecer, dijo la que suele investirse de juez en sus intervenciones, Jenny tiene envidia de Kitty y está esperando su oportunidad cuando vuelva Chris. O sea, dijo otro menos proclive a este tipo de sentencias que crean jurisprudencia en un campo donde no le corresponde, que el inicio de la novela te ha levantado expectativas fundadas de que la fiereza narrativa de la novela la protagonizan esas dos mujeres, algo que una vez que entra en escena Margaret parece, según mi lectura, que no se cumplen, pues el eje de rivalidad por obtener el amor de Chris se descalza hacia la recién llegada. Sin embargo, dijo el Coordinador, siguiendo con la tesis de la envidia entre las dos mujeres actuales en la vida del soldado, no parece que la presencia de la mujer de Chris de hace quince años, Margaret, levante los mismos sentimientos en Jenny que en Kitty. ¿No os parece que la llegada de Margaret junto con el telegrama y la carta sobre el paradero y el estado mental de Chris, es el detonante que mueve a Jenny hacia la escritura? ¿No es menos cierto que Kitty, al igual que tantos seres humanos, se mantiene inmóvil en términos narrativos frente a los acontecimientos que suceden en su vida? Dicho de otra manera, leemos lo que leemos una vez que hemos decidido abrir el libro del “el regreso del soldado” por voluntad expresa de Jenny, quien ante la avalancha, si tenemos en cuenta la calma chicha que disfrutan en el retiro donde viven, de acontecimientos no previstos (es importante resaltar esto en relación con el control absoluto que al iniciarse la novela parecen tener ambas mujeres sobre sus vidas. Únicamente la espera de quien se ha ido, Chris, parece alterar levemente la rutina de cada día. Y este intuir por qué Jenny se ha puesto a contar me parece que requiere, por parte del lector, un abandono de los aposentos de su intimidad, pues ahí metido me parece imposible que puede imaginar algo que no tenga que ver con la celosa salvaguarda y cuidado de esa intimidad. Es, por tanto, la necesidad imperiosa e inaplazable de contar que tiene Jenny, y de hacerlo como lo hace mediante un domino notable de la elocuencia verbal, con lo que tiene que relacionar el lector desde las primeras líneas de la novela. Una necesidad que está en el relato y adonde el lector tiene que ir si se quiere enterar de algo. Este movimiento desde la intimidad rocosa del lector hacia la arenosa espiritualidad con intención de cernirse, para no disolverse en la nada, en el ambiente exterior, primero, funda el compromiso del lector con su lectura y, después, lo enlaza con aquella necesidad de la narradora Jenny.