La vida continua, cierto, pero ¿sabemos cómo? La continuidad de la vida en el ser humano, ¿se realiza en el mismo ámbito biológico que reconocemos, o, por el contrario, las dimensiones de esa continuidad no son ya biológicas o materiales? Es decir, la vida continua, si, pero en un ámbito inmaterial, invisible e indeterminado, por tanto, ajeno al imperativo cientifista. Para entendernos, la mente no es el cerebro. Convengamos que esa continuidad o extensión, la psiquis (o el alma), es irreductible al ámbito biológico de la vida. ¿Se puede aseverar, entonces, que un ser humano que esté entregado únicamente a su evolución o mantenimiento biológicos carece de psiquis (o alma)? Sin vida material no es posible imaginar los anclajes de la psiquis (o el alma), de acuerdo, pero solo con la vida material no habríamos desarrollado la psiquis (o el alma). La psiquis (o el alma), ¿es la vía de escape de de un ser humano que no puede seguir viviendo solo con el aparato biológico? ¿No otra cosa es el malestar o el aburrimiento de los seres exclusivamente materialistas? O más que una vía de escape, o una solución de urgencia, ¿la psiquis (o el alma) la podemos imaginar como un sitio? Un sitio de la exterioridad de lo biológico o material desde donde se pueden pensar y ver de otra manera las cosas. Y es que la psiquis (o el alma) no soporta el aburrimiento a que lo somete la comodidad de llevar una forma de vida material exenta de riesgo real, no pactado. El aburrimiento es el santo y seña de las sociedades de la abundancia. Un ser humano que se aburre (o que oculta el aburrimiento con más gestos y actos pactados de materialidad) es alguien que se va alejando de las oportunidades de revitalizar su psique (o su alma), es decir, es alguien que se aleja de la renovación de su propia vida. Lo que implica esta renovación es una nueva fe, o lo que es lo mismo, una nueva sensación de entusiasmo frente a la vida. Es decir, una nueva forma de mirar desde el afuera de ese materialismo que todo lo abarca y lo ocupa.