viernes, 2 de noviembre de 2018

ENDURECIMIENTO

Ese día se levantó tarareando una canción de su pueblo natal, Bermillo de Sayago, situado en la provincia de Zamora. El día anterior había pensado ir a la piscina, actividad que hacía tres días por semana, pero el buen humor le animó a dar una vuelta por el campo. Vive con su familia en una urbanización, rodeada de naturaleza por todas partes, lo que le permite que con un centenar de pasos se encuentre rodeado de pinos, alcornoques o plataneros. Las cosas desde que dejó su pueblo natal le habían ido bastante bien. Había estudiado una carrera técnica, se había casado con la novia de toda la vida y había tenido una hija. Lo único que no habían conseguido era un trabajo que le produjese la satisfacción que él creía se merecía. Antes de todo eso había experimentado lo que llama un poco tópicamente, ver mundo, con una estancia de tres años en Berlín. Aunque al principio tuvo enormes dificultades, pues la adaptación al clima y a la lengua le costaron mas esfuerzo de lo que él había supuesto, luego fue descubriendo en el estilo de vida de la capital alemana muchos de los rasgos con los que había imaginado la vida fuera de los lindes de su pueblo natal. Fue la época inmediatamente posterior a la caída del muro, lo cual también favoreció esa eclosión imaginativa. De repente, todo parecía posible, a diferencia de su pueblo donde nada acababa de llegar nunca. Valga decir que la experiencia berlinesa fue algo así como su educación sentimental, esa de la que después tanto cuesta desprenderse a la hora de afrontar los asuntos propios de la edad adulta. La caída del muro del Berlin significó para los de esa generación la caída de todos lo muros. Para Basilio Tejero también. Por eso no entiende lo que le pasa con el trabajo. Ahora todos son muros que se levantan a su paso cuando intenta buscarlo. Lo que menos tolera es la ceremonia a que se tiene que someter cada vez que tiene una entrevista, para que al final siempre acabe de la misma manera: lo sentimos pero de momento su perfil no coincide con nuestras necesidades actuales, de todas maneras guardamos su ficha por si más adelante nuestros intereses y los suyos pudieran llegar a un feliz entendimiento. Gracias. En estos días que se levanta con mejor ánimo, le da por pensar que lo mejor sea tal vez volver a su pueblo natal. Allí los muros son los de toda la vida y nadie se hace ilusiones sobre posibles cambios incomprensibles. O sobre causas que no dejen ver sus efectos sin demasiada pérdida de tiempo. Recordó las fotos que vio nada más llegar Berlin, en las que los berlineses de uno y otros lado del muro habrían agujeros quitando con entusiasta ansiedad las piedras para colarse por ellos. Probablemente la caída del muro de Berlín significó el endurecimiento repentino de todo lo que empujaba detrás de sus piedras. Como la lava liquida y ardiente, que nada más brotar del fondo del volcán solidifica al instante todo lo que arrastra. Cuando regresaba a casa por el camino que comunica la urbanización donde vive con el pueblo al que pertenece, su perro, un rotwailer macho de cincuenta quilos de peso que lo sigue por cada rincón de la casa, vino corriendo a su encuentro.