miércoles, 31 de octubre de 2018

LOS IDÓLATRAS EDUCATIVOS

Lo más asombroso del viaje de nueve meses, que Alexis de Tocqueville hizo en 1831 a través de Estados Unidos en busca de información sobre las reformas del sistema penitenciario, fue que inspiró justamente todo lo contrario, es decir, una obra de teoría política donde sus protagonistas, la libertad y la igualdad de los ciudadanos norteamericanos, juegan sus cartas sobre el tablero de la joven República Americana con observaciones precisas e intuiciones deslumbrantes. El arte o la ciencia de la asociación, tal y como lo denomina Tocqueville, es esa fuerza que consigue conjugar con peculiar acierto esasdos pulsiones tan inherentes a la condición humana. Lo que mas sorprendió a Tocqueville (así como a Ernesto Arozamena que cuando se queda en paso entre dos periodos de trabajo en el aula, vuelve con insistencia del que le falta algo por entender sobre las palabras del pensador francés) fue esa disposición inmediata de cuerpo y alma que encontró entre los norteamericanos para asociarse en pos de una empresa común, sea ésta la que fuere y no necesariamente de índole política. Tocqueville llega a Estados Unidos procedente de Francia, un país, el suyo, donde se ha puesto en práctica un Revolución de la Libertad, eso sí, con dos teloneros, Igualdad y Fraternidad, que la acompañan en todos los fastos que tienen lugar cuando se va extendiendo por el continente de la mano de Napoleón Bonaparte. La libertad, como dice Tocqueville y Arozamena corrobora doscientos años más tarde en el ámbito educativo, no está ligada de manera exclusiva a una clase social, ni es un patrimonio que acompañe al advenimiento de las democracias. Tipos libres han existido siempre en todo tiempo y lugar, dice el francés, y no se puede considerar un atributo propio de la democracia que imprima carácter a quien decide abrazar su causa. Actitud que confirma Arozamena en los alumnos y los compañeros de claustro donde da clases Arozamena; tanto los unos como los otros son tipos perfectamente adscritos a esta tradición del uso de la libertad, independientemente del barrio y de la ciudad donde vivan y de la extracción social o étnica de donde procedan. Para entendernos, Arozamena piensa que sus alumnos y los otros profesores de instituto son libres sin ningún tipo de apasionamiento, aunque cuando si se atreven a manifestar el alcance de su pasión es cuando su libertad es amenazada por algún vestigio de igualdad que pueda surgir en el acontecer educativo diario. Por ejemplo, y volviendo sobre la película “una razón brillante”, y como se dijo ayer, Arozamena lo que si ha podido constatar, en los diferentes frentes de diálogo que ha suscitado su visionado por parte de alumnos y profesores, es que todos están de acuerdo en decir lo que quieren, pero nadie, absolutamente nadie, está dispuesto también a oír lo que no quieren. O sea, libertad si pero igualdad, de entrada, no. De esta manera la libertad de los alumnos y profesores del instituto donde trabaja Ernesto Arozamena se parece a la “libertad” de las termitas cuando tienen que reconstruir el termitero, es decir, no pueden no comportarse de otra manera, ni cuando las hormigas enemigas o los elefantes los ponen en la tesitura de tener que cambiar de conducta. No es la igualdad el carácter distintivo de la época educativa en la que viven, aunque asombrosamente se empeñen con tesón en repetir que la anteponen a todo lo demás, pues no es democrática ni saben explicar el itinerario de la excelencia que debe emanar, sin caer en el aristocratismo, de esa igualdad democrática que por otro lado, como pudo comprobar Tocqueville, quieren que dure para siempre. Muy al contrario que los americanos, asegura el francés, los europeos preferimos volcarnos en la espera de los beneficios que, a largo plazo y sin garantías fehacientes de que lleguen, trae el uso de la libertad, que ponernos a disfrutar los que de forma segura e inmediata nos proporciona la práctica de la verdadera igualdad en el aprendizaje, tal y como lo entiende Arozamena, que no es otra que exponer y exponerse todos a la ignorancia común de partida, el profesor más que los alumnos pues es el que más sabe que no sabe nada. El falso apasionamiento por la libertad es propio de los idólatras, piensa Arozamena. En una entrevista que el director del instituto de Arozamena concedió a un periódico local, en parte promovida por la repercusión mediática que ha tenido la proyección de la película “una razón brillante”, dice que la prueba a favor de la igualdad entre los alumnos y alumnas es la manera en que están comprometidos, él y todos lo profesores que trabajan a su lado, en la lucha, la cruzada parece que se atrevió a decir aunque el periodista consideró oportuno no publicarlo, que contra el fracaso escolar tienen emprendida desde que el está al frente del instituto. Por su parte, Ernesto Arozamena en la entrevista que se vio “obligado” a conceder, además de explicar con detalle toda la peripecia que ha envuelto a la proyección de la película “una razón brillante”, quiso advertir del peligro que conlleva el matrimonio de la libertad y la igualdad cuando es de conveniencia  o acaba siendo mal avenido. En nuestro días, como en los de Tocqueville, la libertad no puede implantarse sin el concurso armonioso de la igualdad, pero, alerta, el despotismo precisa igualmente de esta última para reinar.