lunes, 15 de octubre de 2018

HIESTERIA HISTÓRICA

Los sentimientos humanos y el tiempo a ellos adherido, que cada día se dan cita en el aula escolar y en el hogar familiar retroalimentándose los unos a cuenta de los otros, y viceversa, tienen un papel importante a la hora de averiguar los huecos que en ese maremagnum se mueve o persiste la vida. La historia de cada uno de los protagonistas no está en otra parte, como ha venido siendo habitual, sino que está con ellos cada minuto de manera histérica. Aunque no se conocen pues viven a mucha distancia el uno de la otra, el profesor de instituto Ignacio Lacruz y la presidenta de la Asociación de padres y madres de la escuela de sus hijos, Eulalia Cooper, llevan vidas paralelas, para entendernos, a la de cualquier prócer de esos que han pasado la Historia, pues no albergan ninguna duda de creer estar viviendo su particular momento histórico de inmediata e indiscutible trascendencia. Sin embargo, con el paso de los meses han empezado a surgir voces discordantes. Algunos, pocos bien es verdad, de los que coinciden con ellos en esos momentos insuperables en el claustro de docentes del instituto o en el consejo escolar de la escuela del pueblo, piensan que Lacruz y Cooper no creen en la transformación de la educación de acuerdo a los postulados, estrategias y decisiones que predica la ideología que dicen que practican, sino que sus quejas y acciones van encaminadas, más bien, a satisfacer la necesidad inaplazable que tienen de visualizar primero y disponer después de aquella transformación como una realidad o caja objetiva preexistente, que les permite así obtener lo que verdaderamente les importa, a saber, integrarse de forma dominante en su comunidad respectiva y acceder a una identidad reconocible que anhelan. En esa dirección apunta la camiseta del uno y el empecinamiento de meter las narices en los asuntos del claustro docente de la otra. Dicho de otra manera, perfectamente integrados en la sociedad a la que pertenecen, Lacruz y Cooper juegan a ser apocalípticos educativos para completar la imagen de éxito a la que aspiran, y que nunca podrán conseguir por otros medios. Esa convicción de estar protagonizando con sus acciones, y sin dilación alguna al paso del tiempo, un Momento Histórico Irrepetible los delata. La colección de camisetas con que se presenta cada día en el instituto es una señal de identidad de dominio indiscutible de Lacruz dentro de la comunidad del instituto. Mientras que el grupo de whatsapp de padres y madres, que Cooper maneja con mano de hierro, es ya famoso en la comunidad rural donde vive, sirviendo como ejemplo y difusión de esta herramienta tecnológica a otros ámbitos laborales. Este histerismo histórico, como lo califica uno de los compañeros disconformes con Lacruz en el instituto, corre el peligro de contagiar la personalidad de los alumnos, muy dada por otra parte a creer, y hacer creer a quien los escuche, que el mundo comenzó a rodar el día que ellos nacieron. Todo ello, afirma Ernesto Arozamena, está acabando por perfilar lo que serán el modo de ser bienpensante de la sociedad digital del futuro. Valor de cambio y autoficcion formando un matrimonio de conveniencia, como tantas veces apuntalaron las sociedades predemocráticas, vuelve de nuevo a sujetar, o quién sabe si a liquidar, dice Arozamena, la escuela democrática moderna, aprovechando la confusión y el descrédito que va creciendo entre quienes tenían que defenderla. “Estamos haciendo cosas para resolver tantos problemas”, contesta Lacruz  contrariado cuando alguien le recrimina lo de su insistencia en vestir la camiseta.