miércoles, 17 de octubre de 2018

PROPIEDAD O ALQUILER

Podría decirse que era norma habitual que, nada más acabar la carrera de magisterio, los organismos educativos manifestaran su buena voluntad de dar en propiedad, oposición mediante, la plaza por la que tantos estudiantes habían hincado los codos. Valga decir, que también era la época en que la vocación educativa coincidía con la biografía del opositor. Pero a partir de la crisis económica de 2008 los citados organismos comenzaron a poner trabas - dejando de convocar oposiciones de forma regular y haciendo más enrevesados los procedimientos y protocolos de las que esporádicamente convocan - a la satisfacción de lo que para muchos de los que pasan por la escuela de magisterio todavía es su auténtico ideal educativo, ser funcionario con mando en plaza. Esta decisión entorpecedora no ha sido acompañada desde los propios organismos educativos con el cierre de la escuela de magisterio, cuya titularidad de ellos depende. Lo cual ha hecho que crezcan de forma desmesurada los aspirantes a propietarios de una plaza para toda la vida en el organigrama educativo estatal. De una parte, están los que trabajan de alquiler en plaza ajena sustituyendo a los propietarios de dicha plaza, que se ausentan temporalmente por razones de enfermedad o disfrute de un año sabático o lo que ellos llaman irse a una comisión de servicio. De otra, los que acaban cada años sus estudios que de inmediato se apuntan a las listas que a tal fin, y de forma incomprensible, ponen a su disposición los organismos educativos, como primer paso para conseguir su plaza fija en propiedad. Ernesto Arozamena es, según sus propias palabras, un tipo híbrido en estos menesteres. Acabó la carrera de magisterio el mismo año en que en nuestro país la desaceleración económica se convirtió, de la noche a la mañana, en una crisis de dimensiones desconocidas. Lo que quiere decir Ernesto Arozamena es que tuvo que empezar a lidiar con una palabra hasta ese momento para él desconocida, recortes. La mayoría de las palabras duermen plácidamente en el rincón que le corresponde dentro del diccionario, sin que durante muchos años nadie le reclame otro protagonismo que ese que los expertos lingüistas le han asignado. Arozamena pone el ejemplo de la bomba atómica, porque para él los recortes tuvieron un efecto similar, en tanto en cuanto significó, como la explosión de aquella para la humanidad, el inicio de una nueva era en su particular experiencia vital. En una entrevista de la revista Life a G. I. Taylor, uno de los artífices del proyecto Manhattan, del que salieron las tres bombas atómicas que explosionaron en Álamogordo, Hiroshima y Nagasaki respectivamente, dice que la naturaleza tiene comportamiento, no tiene valores. Y en ese comportamiento lo que interesa son las variables adimensionales, que son las que significan los comportamientos, o las relaciones entre fenómenos. Frente al valor de tener anticipadamente un trabajo en propiedad, Arozamena ha aprendido a seguir la traza del comportamiento del trabajo de aquí o de allá, pasando por momentos de no tenerlo en ningún sitio. O dicho de otra manera, frente a la propiedad como valor irrenunciable entre el gremio de docentes sindicados, Arozamena prefiere el alquiler temporal, o sustitución, de una plaza de esas que son fijas como comportamiento provisional. Paradójicamente, dice Arozamena, al descubrir que mediante el uso irresponsable de la energía nuclear podemos desaparecer todos del planeta, giro similar al que supuso descubrir el carácter heliocéntrico de nuestro universo, descubrimos también los peligros que introducimos si a todo lo que hacemos le otorgamos un valor dimensionado. La realidad no funciona así y la educación es una parte fundamental de esa realidad. Insiste Arozamena que si dejamos de entender la educación como un valor apriorístico, como algo que nos merecemos antes de ponernos en marcha y, a cambio, nos acostumbramos a verla como un comportamiento que se despliega en el tiempo y se construye mediante la conversación permanente de las partes implicadas, tal vez así veamos la necesidad de agruparnos alrededor de un ideal educativo, ultima tabla de salvación de nuestra civilización.