viernes, 19 de octubre de 2018

EDUCAR SIN VALORES

Sin embargo, se sigue discutiendo apasionadamente sobre el asunto ya decidido hace tiempo. En el ámbito oficial que ocupan los organismos educativos las discusiones, a base de ser previsibles, carecen de importancia. Cada nuevo mandatario redacta una nueva ley educativa que es una enmienda a la totalidad de la que redactó el mandatario que le precedió en el cargo. Ahora bien, en el ámbito de lo privado, y de lo íntimo más si cabe, la importancia es muy grande, más incluso de lo que podría llegar a ser nunca para los organismos educativos oficiales. Ernesto Arozamena, que debido al carácter de saltimbanqui que le ha dado a su profesión de docente (tres semanas allí, dos meses allá y, con mucha suerte, un curso entero en acullá) ha aprendido a detectar la buena voluntad que le ponen en cosas sin importancia, tanto organismos educativos como los progenitores y los profesores, sin descartar la de algunos alumnos despistados. Pone el ejemplo de la repercusión que la conjunción actual de la libertad y la igualdad puede tener en el aula, y que es motivo de conversación entre los protagonistas educativos como algo verdaderamente sustancial para el destino de la labor común en la que todos están, dicen, auténticamente implicados. Es esta conjunción de tantas autenticidades o verdades alrededor de cosas sin importancia, es donde Arozamena encuentra la sobre carga del asunto educativo.  Pues, ¿qué importancia tiene que Ignacio Lacruz, compañero eventual de Arozamena, sea adicto a entrar en clase con el pecho tatuado con mensajes bellos, por mediación de una camiseta interpuesta que se cambia cada día? En la belleza de los mensajes de las camisetas de Lacruz, en la que sin duda tienen las leyes de los organismos educativos, o en la que aportan por su cuenta las campañas solidarias en beneficio de una educación pública de las asociaciones de padres y madres que, como la que preside la farmacéutica Cooper, lanzan frecuentemente al veredicto de la opinión pública, hay más una voluntad expresa de acceder a una identidad reconocible por parte de quienes embellecen sus mensajes, que un comportamiento empírico para tratar de conseguir una educación necesaria y común. En este sentido esos gestos (camisetas tatuadas, leyes recurrentes, campañas solidarias) tienen en común que  persiguiendo un fin ético para todos, lo que consiguen es un único resultado estético individual, embellecer su particular identidad. Pero, maquillado ese yo de las dimensiones (que otra cosa, sino, es la expresión, educar en valores, tan querida entre los del gremio) -“eso lo palpo cada día de trabajo que paso en el instituto”, dice Arozamena, - ¿qué impide a los organismos educativos defender una educación pura ajena a las pueriles innovaciones que propugnan las dimensiones del yo que asisten y encuadren a profesores, progenitores y alumnos cada vez que quiere maquillarse de nuevo para afrontar la siguiente temporada o el siguiente curso? En contra de su criterio, Arozamena decide salir al paso de tanta belleza educativa que se ha apoderado del instituto - pues las camisetas de Lacruz se han hecho ejemplares entre profesores y alumnos, hasta el punto de que han decidido ensayar una nueva dimensión del diálogo que deben mantener entre ellos - y se ha presentado en clase con la suya. Consiste en una efigie de Galileo a la que acompaña un pequeño párrafo que corresponde al Discorsi e Dimostrazioni matemáticas interno a due nuove scienze, de 1638. El párrafo dice así: “Claramente puede verse [por lo que ha sido demostrado] que es imposible magnificar estructuras a grandes dimensiones ni en el arte ni en la naturaleza; [...]. Si queremos mantener la misma proposición en un gigante que en un hombre, sería necesario encontrar un material que fuera más duro y resistente que los huesos, o bien admitir que su resistencia va a ser proporcionalmente menor [...]. Si no, según lo hiciéramos crecer hasta la inmensidad, así lo veríamos colapsar bajo su propio peso.” Con esta alusión a Galileo, en la que se inspira Taylor y su mención al carácter humano de dimensionarlo todo (manía, digámoslo también, en la que se fundamenta el mito del progreso del que son deudoras, como no, todas las innovaciones pedagógicas), lo que pretende Arozamena es llamar la atención de sus colegas, progenitores y alumnos en el sentido de que por celebrar el feliz hecho de que la educación llegue de todos, no debemos modificar el ideal de perfección y pureza educativa que existe en cada uno, y en el horizonte de todos, desde siempre.