miércoles, 28 de noviembre de 2018

CONVERSACIÓN CULPABLE

Como indicaba con claridad el procedimiento de la cámara europea, después de las vacaciones de verano, sus señorías se disponían a discutir en un pleno el estado de la Unión, que todos los diputados coincidían en que era el peor de los últimos veinticinco años, debido en parte a que aunque la lógica de los procedimientos se cumplía con la misma lealtad de siempre, los cauces de resolución de conflicto eran los que estaban anegados por una palabrería inservible. Así que todo el mundo buscaba su propio atajo. A parte de las discrepancias habituales, el asunto de la inmigración había conseguido inocular en casi todos los estados miembros el virus de la desunión. Nadie se opone, digamos, de manera oficial  
a dar la bienvenida a los refugiados o emigrantes, como nadie dice en voz alta que los problemas actuales del continente europeo se resuelven con la tercera guerra entre las partes. Pero fuera de ese foco condescendiente, las palabras son otras y apuntan en dirección en nada coincidente con lo que se oye en las conversaciones oficiales a través de los medios de comunicación. Aunque la excursión por el camino de ronda Arozamena la había planificado para final del curso anterior, a última hora decidió aplazarla al inicio del curso siguiente porque el asunto del significado del mar inquieto en relación con la tierra firme le pareció más oportuno tratarlo con las fuerzas bien renovadas después de las vacaciones estivales. Lo que Arozamena no podía prever es que se iban a encontrar con la finca privada impidiéndoles el paso en el camino de ronda y al perro bueno que la custodiaba (de procedencia extranjera) diciéndoles que lo mejor era que se dieran la vuelta por donde habían venido. Esa triple coincidencia en el tiempo posvacacional, el pleno en la cámara europea, el malestar creciente en el continente por lo afluencia masiva de emigrantes y el paseo por el camino de ronda abortado por uno de ellos, había tenido su proyección adaptada, digámoslo así, en las conversaciones que se dieron, tanto en las aulas y los despachos como en las horas del recreo entre los profesores y alumnos, más algún que otro progenitor que se dejó ver en esos primeros días del nuevo curso académico. No hace falta insistir que al día siguiente de la excursión por el camino de ronda, primera actividad fuera del instituto que se hacía nada más comenzar el curso, las conversaciones se habían reducido de forma alarmantemente simplificada a una, que daba vueltas también como si estuviera aupada en una noria sobre un único asunto, a saber, que de ninguna manera puede un emigrante, por muy protegido y autorizado que esté por un propietario del país acogedor, cerrarle el paso a un grupo bienintencionado de alumnos oriundos de ese país y de segundo de bachillerato, ni de cualquier otro curso, en el cumplimiento de sus tareas de aprendizaje. Que hubiera ocurrido, se pregunta Arozamena, (que de momento no quiere sacar en el aula  ante sus alumnos el tema que los llevó al camino de ronda, pues es la tierra la que, con esas simplificaciones que aparecen por doquier, está más agitada que nunca en los últimos veinticinco años) si el tono verbal del sirviente de la propiedad privada hubiese sido perfectamente reconocible como nacido dentro de la lengua del país. Solo se atrevió a preguntarles, en el camino de vuelta por el camino de ronda, si consideraban al sirviente, o perro bueno, de la finca culpable de que ellos no hubieran podido continuar su excursión. ¿Es un asunto de brujería como pasaba en la edad media? ¿O es más bien un asunto legal? Pero la culpabilidad del sirviente de la finca, continuó hablando Arozamena en voz alta (aunque ya perdida toda esperanza de que sus alumnos le prestaran atención alguna), no es acaso un asunto de capital importancia para los intereses, digamos, intelectuales que os han llevado al paseo por el camino de ronda? Si la respuesta es afirmativa, continuó, es decir, si pensáis que el sirviente de la finca es culpable, ¿cómo ha llegado a convertirse en culpable, si como nos dijo, lo único que hacía era cumplir con su trabajo perfectamente amparado por la legalidad laboral vigente? Aún así, ¿es culpable porque es de otro país? ¿O la palabra culpable se declina igual en todas las lenguas?