miércoles, 15 de junio de 2016
LAS PREGUNTAS QUE SE HACE EL DIABLO EN LA "CIUDAD ABIERTA"
Con lo que decimos que vemos y con lo que decimos que no vemos. Así vamos tejiendo nuestra vida. ¿Cuantas veces durante el día vemos sólo lo que queremos ver? ¿Cuantas lo que no queremos ver? ¿Cuantas le espetamos a la cara a los otros lo que quieren oír que hemos visto? ¿Cuantas veces al día compartimos con los otros lo que no hemos visto, pero sabemos que está ahí? ¿Tenemos poco tiempo o tenemos mucho miedo? Tantas horas metido en el hospital tratando con los problemas afectivos de las personas mayores, y Julius no se ha enterado de que se ha muerto la vecina de al lado. ¡Cielo santo! Una escena "semejante" a la protagonizada por el narrador me vino de golpe a la cabeza, tantas veces vista y oída por televisión, en la que el vecino del segundo un día raja fríamente a su mujer dejando el reguero de su sangre en el rellano de la escalera, y el vecino del primero jura y perjura ante la cámara que era una persona normal, cariñosa a veces, un poco callada pero normal. ¿De dónde ha sacado tanta impasibilidad, el vecino del primero por supuesto? ¿De dónde el avezado psiquiatra Julius? ¿A qué nos referimos cuando decimos a los otros lo que vemos? ¿Sabemos que cara se nos pone cuando no hablamos de lo que no queremos ver? ¿Por qué tengo la sensación de que ante estas preguntas, que surgen de los huecos donde habita el diablo en toda ciudad abierta, cien mil oyentes que las escuchen suman siempre después menos que uno? ¿Es qué, como seres hablantes, no somos gente de confianza? ¿O es que estamos permanentemente embrujados por la perfomance de las apariencias? Sigamos paseando, junto a Julius, por esta ciudad abierta.