martes, 28 de junio de 2016

EL TEMOR ANTE LA LECTURA

La lectura, entonces, de "Ciudad abierta" ¿es una lectura más?, teniendo en cuenta la realidad comunmente compartida a la que se refiere: pasear por la ciudad. ¿Quien no lo ha hecho? ¿Quien no ha divagado en sus paseos? Pero, aun así, la pregunta no desfallece en sus propósitos: ¿es una lectura más?

Venía a decir Antonio Machado que: "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te mira." Igualmente lo que vemos en el paseo de Julius no vale a nuestros ojos por lo que vemos, sino por lo que el narrador hace para que nos mire. Y ¿qué es lo que ve cuando mira: a alguien atrincherado detrás su comodidad o de sus temores? El paseo de Julius nos devuelve, con efecto retroactivo, lo que no podemos ver cuando paseamos: cómo nos miran los otros paseantes, mientras nosotros simultáneamente los miramos. No esta construido como una copia de nuestros paseos, buscando nuestra satisfacción inmediata en ese reconocimiento. Tiene autonomía propia y lo que suscita es la perplejidad de lector paseante, en cuanto éste abandona su manera de leer sin dudas y sin temores. Perplejidad que no es otra cosa que quedar, sin previo aviso, bajo los auspicios e influencia de lo que está más allá de los límites de nuestro entendimiento, digamos, empírico demostrativo.

Es evidente que frente a esa perplejidad sobrevenida, no cabe insistir en buscar la respuesta dentro del ámbito de esa forma de entendimiento. Ahora bien, una vez aceptada aquella, que es lo mismo que aceptar el límite de como miramos normalmente, la perplejidad misma nos estimula la imaginación como única manera de romper esa barrera, para que el lector puede encontrarse con lo que le dice Julius. Personaje que, a su vez, no tiene empacho en mostrar su perplejidad ante lo que va descubriendo y sintiendo. Y que lo transmite al lector mediante un despliegue imaginativo y sugerente que da cuenta de lo que hasta ahora estaba oculto, pero que a partir del mismo momento de escribirlo será para él algo ya inexorable.

Por lo tanto, y volviendo al principio, la lectura de “Ciudad abierta” no es una lectura más en tanto en cuanto debemos activar, para penetrar en ella como hace Julius, todo el potencial del lado más fuerte, menos indolente y cobarde de nuestra imaginación. No es una lectura cualquiera porque no desarrolla lo que de mimético pueda haber en todos los paseos que hacemos por la ciudad, sino que muestra, mediante la experiencia de Julius, lo irrepetiblemente sensible que hay en la de cada lector paseante. 

Convengamos que esto es lo que tenemos que aprender mientras leemos y miramos