PASIONES DE OTRO MUNDO
El atractivo que tiene una novela como "Cumbres borrascosas", de Emily Brönte, se debe a la persuasión y conmoción que irradia su intemporalidad. Publicada hace ya hace mas de 160 años sigue sucediendo todavía. No es de extrañar, por tanto, que siga teniendo nuevos lectores que se atrevan, incluso, a recrear con imágenes su propia lectura. Es el caso de la británica, Andrea Arnold.
De lo que se trata, y en donde tiene que volcar todo su esfuerzo quien se atreva a llevar esta novela al cine, es volver una y otra vez sobre las misteriosas palabras, que como dos candentes piropos se dedican los amantes en las postrimerías de la novela. "Tu reposo eterno será mi infierno mientras viva", dice Heathcliff. A lo que contesta Cathy, moribunda: "Enterrada bajo la tierra, no podré descansar nunca mientras sepa que tu sigues vivo aquí afuera". Se puede decir mas alto, pero no mas claro. No hace falta insistir que estamos en otro mundo, estamos asistiendo a algo inaudito: como se liberan y como se cuecen las pasiones en ese otro mundo que desconocemos. Aunque nos parezca increíble, no lo conocemos todo. No son las pasiones a las que estamos habituados, con su dosis de romanticismo y finales felices o trágicos, a conveniencia. No son las pasiones que gozamos y padecemos tipos como nosotros, acostumbrados a mirar el mundo poniendo el cronometro y la calculadora entre el objeto que miramos y nosotros mismos. En este mundo no suceden cosas así, ni así viven los seres humanos, ni son así la relación entre las unos y los otros. Ese es el mundo que habitó Emily Brönte, y donde desplegó su portentosa imaginación. Ese es el mundo que vale la pena tratar de recrear, humildemente, en la pantalla. Y digo humildemente, a sabiendas de que el fracaso está garantizado, dado la dificultad extrema, por no decir imposibilidad, de que el lenguaje cinematográfico puede hacerse cargo de esa misión poética con éxito. Pero no hay que desesperarse, los fracasos, si nos fijamos bien fuera de los focos y las exigencias de la mercadotecnia, son lo mas común en la experiencia creativas. Es lo que le es propio, diría yo. De lo que se trata, al intentarlo de nuevo, es de aprender a fracasar mejor, como decían, si mal no recuerdo, Beckett y Faulkner.
La versión que ha filmado Andrea Arnold sobre la novela de Emily Brönte es un fracaso generoso y, por ello, interesante. Con generoso, quiero decir, que no intenta hacer la obra definitiva. Ni con ademanes de grandeza, lo cual el espectador lo agradece. Con interesante me refiero que, con su puesta en escena, sugiere otras posibilidades, como si dijera "yo he llegado hasta aquí, que continúe otro". Y le deja las trazas a seguir en el medio de los páramos muy bien definidas, para que nuevos directores fracasen con éxito en su intento de volver a captar el espíritu de los eternos amantes, que siguen vagando sin consuelo entre sus caminos. Lo que sin duda ha conseguido, al dibujar con su cámara esas trazas, es recrear con acierto la atmósfera de los páramos donde los protagonistas vagan. Y de donde debería acabar brotando la pasión que los une y atormenta. Desde siempre. Siendo esta la única razón por la que los lectores y espectadores del siglo XXI les hacemos caso, les prestamos nuestro tiempo y atención. Siendo eso lo que realmente me importa, porque sigue vivo, del texto de Emily Brönte.
En donde ha fracasado es en la manera de hacer vagar y hacer visible el sufrimiento que acarrea el peregrinaje trágico e irresoluble de su pasión. Solo nombrable por las palabras misteriosas que se prodigan Heathcliff y Cathy. Yo pienso que los nuevos directores de cine que intenten abordar la puesta en escena de la obra de Brönte, deberían partir de los aciertos que tiene Arnold en el tratamiento de la Naturaleza, al convertirla en un protagonista más, pero hacer una libre interpretación del texto, de las palabras que pongan en boca de los protagonistas. Que aunque sean las mismas, consigan otorgar el sentido preciso de lo que significan al quedar fijadas en una pantalla, no en un libro. Si no es así volverán a filmar una nueva versión romántica a la vieja usanza. Que podrá tener muchos seguidores debido a la campaña de promoción que, si convine a los productores, se le haga. Pero eso tiene que ver con la coyuntura y oportunidad que beneficie a la buena salud del negocio. No es impensable, sin embargo, que sin perjuicio contra esos intereses económicos la nueva versión atienda, como ya he dicho, lo que la obra de Emily Brönte tiene de permanente. Y no es mal negocio, visto así y dado los tiempos por venir menos copiosos, aunar en una misma película coyuntura y eternidad, ya que, lo miremos como lo miremos, es de lo que están hechos nuestros sueños y nuestra imaginación. No solo para pasar un rato, que un rato lo pasa uno de forma mas barata en cualquier sitio y de cualquier manera, sino para poder sobrellevar lo que hagamos después, fuera de la pantalla. Sea con la coyuntura o con la imaginación, que para entonces ya deberían estar convenientemente trenzadas de forma ininterrumpida.