martes, 15 de enero de 2013

LA VOLUNTAD DE LOS EGOÍSMOS

Adam Smith lo dejó bastante claro hace ya más de doscientos treinta años en alguna de las páginas de su obra más importante, auténtica Biblia de referencia de la economía moderna, “la riqueza de las naciones”: el bienestar de los pueblos depende de la voluntad de unos cuantos egoísmos individuales. No hay más ciencia que esa detrás de todos las estadísticas, balances, primas de riesgo y demás jerga de índole económica y financiera. Ahora bien, el por qué y cuando esos egoísmos pueden coincidir o dejan de hacerlo, ya no es una cuestión económica, sino mas bien tiene que ver con el misterio de la condición humana, y cae, por tanto, dentro del campo de la poética que es la que se encarga de estos asuntos desde tiempos inmemoriales. 

Hoy me he encontrado con uno de los dependientes que trabajan en la librería de mi barrio y me ha dicho que están a punto de cerrar. Le he acompañado y al entrar donde trabaja he notado que algo había cambiado. Tanto en el contenido de las estanterías como el ánimo de quienes atendían. Lo emprendedor de antaño ha sido sustituido por lo funcionaril de hogaño. Una librería cierra por que no vende libros. Y si no vende es porque no hay lectores que compren. En una sociedad de la abundancia mal entendida y peor repartida, como la nuestra, es donde se nota, y hacia donde apunta con inusitada fuerza, la perspectiva que sugiere la frase de Smith. La gente no compra libros pero se gasta el dinero en gambas. En los bares es donde más y mejor se concentra el bienestar de los ciudadanos en la actualidad. La voluntad de los egoísmos millonarios de veintidós jóvenes dándole patadas a un vejigo, así lo decide cada semana. Poner el grito en el cielo por ello, es como quejarse porque haga frío en invierno o porque salga el sol por el este.