La continuidad del
tiempo se muestra como falsa y la sucesión unidimensional de los
acontecimientos como irreal. Las personas ya no ocultamos nuestras contradicciones,
ni nuestras cambiantes complicidades, ni nuestras confusas emociones. Nada ni
nadie es de una pieza, ni se puede observar con un solo golpe de ojo. Un mismo
suceso, por tanto, puede ser contemplado bajo diversas luces y observado desde
la perspectiva de distintos protagonistas. Estoy hablando del núcleo central
del pensamiento moderno. Que es, también, la causa de la aflicción que pesa
sobre muchas personas, que no teniendo que sufrir las penurias de no poder
satisfacer sus inaplazables necesidades al poder disponer del dinero suficiente
para ello, se sienten y viven como perdedores obsesivos. Yo los llamo los transparentes
extraterrestres. Han conseguido lo que parecía imposible: hacer que los dioses
no necesiten para nada a los seres humanos, por la sencilla razón de que los
seres humanos son los dioses. Ajuste su objetivo y verá lo que le cuento.
“Soñamos como
dioses y pensamos como pordioseros”, le espeté a bocajarro a uno de estos
alienígenas que me quería demostrar científicamente, por supuesto, otra vez, de
donde vienen las borrascas que nos asolan. “¿Cómo es tu aflicción?”, le volví a
preguntar, ante su inopinado mutismo, ya que es un tipo que suele hablar por
los codos en las reuniones con sus iguales. “No huyas, por hoy no te emborraches, ni te vayas de
juerga, ni hagas chistes, por unas horas deja de ser un cínico. Mírala a la cara
y dime cual es su tono, qué rostro tiene, cómo te la imaginas. ¿Es ese el aire que
respiras todos los días?”
El mutismo no lo abandonó, pero esta vez lo acompañó de un leve fruncimiento
del labio superior. Fue todo lo que obtuve por respuesta, antes de que pagará las
cervezas y se marchara sin despedirse.