jueves, 10 de enero de 2013

SER ALGUIEN HABLANDO ES LA SOLUCIÓN


"Nunca se convence a nadie de nada. Pero hay que seguir repitiendo, aunque siempre sea en vano. Sólo se puede convencer a quien es alguien. A quien es nadie o nada, no hay forma de persuadirlo de algo, pues lo único que opone, en vez de lo que tiene (nada), es resistencia".

He querido comenzar este escrito recordando las palabras de Rafael Sánchez Ferlosio, que da en la diana de lo que somos. Y que yo creo que, lejos de leerlas literalmente traduciéndolas así en un ataque o una falta de respeto, deberían sonar como una advertencia que nos acompañe en el camino que individualmente tenemos por adelante. Y la mejor garantía de nuestro compromiso conjunto como ciudadanos. Queremos llegar a ser alguien, porque somos conscientes de que no somos nadie.

No hace falta insistir a lo que me refiero con lo de ser alguien o ser nadie, tener algo o no tener nada que contar: todo tiene que ver con el trato que mantenemos con las palabras, allá donde nos encontremos. Al fin y al cabo, somos seres hablantes, y todas nuestras transacciones están mediatizadas por el uso social e individual que hagamos de aquellas. El cual hoy, digamos, es el conocido y afamado  “hablar por hablar", que de forma persistente está adherido a nuestras vidas como una lapa.

Antes de seguir, y para evitar suspicacias, diré lo que creo que significa ser nadie en el uso y trato con las palabras. Ser nadie, somos nadie, todos los seres hablantes la mayor parte del tiempo que hablamos. Usamos las palabras como usamos el tren, como una herramienta más. No lo usamos, para entendernos, como lo hace Anna Karenina, ni como los protagonistas de "Extraños en un tren", que hacen un uso bien diferente de ese medio de transporte. La diferencia entre ser alguien y ser nadie estriba en si lo que se tiene que contar es algo o es nada. Es decir, somos alguien porque queremos contar algo. No nos interesa hablar por hablar de todo, que es lo mismo que no contar nada. El camino más corto para llegar a ser nadie.

Durante un día cualquiera de mi vida cotidiana escucho de todo. Intercambio mis palabras con las de todo tipo de “usuarios del ferrocarril”. Pero existen momentos en los que, sin previo aviso, se produce el  milagro, y hay quien decide ser alguien: entonces “sube al tren” para contarme algo. Son los mejores momentos del día, los que mejor me han ayudado en mi determinación de ser alguien hablando. Y, como consecuencia, leyendo y escribiendo. 

Nuestro futuro como seres hablantes, como todo los futuros, no está escrito. Pero nosotros, los hablantes de a pie, a diferencia de los iluminados y charlatanes, si estamos hoy en condiciones de ir construyéndolo, con la mejor garantía de sentido y significación. Porque en el uso y trato con las palabras podemos decidir, sin ataduras, ser alguien. El AVE ya ha llegado a la frontera y nadie sabe como ha sido. Como no podía ser de otra manera. Pero lo que sí hay que saber es si, a pesar de su incidencia, usaremos el “tren de las palabras”,  sentándonos alrededor de una de sus mesas para contar algo. Y tratar de ser ese alguien que pronostico y deseo. Vaya el tren a la velocidad que vaya.