Volver desde casa a la nueva normalidad de la calle establecida por los expertos, dando así por concluido el viaje que emprendimos hace ya tres meses, supone volver, a mi entender, de lo cómodo dentro de la jaula a lo mejor que pueda existir ahí afuera en el mundo. Uno de los descubrimientos mas notables de este viaje ha sido que lo empezamos acostumbrados a la cartografía de lo cómodo y nos tenemos que mover en la nueva normalidad con la cartografía de lo mejor, que desconocemos ya que todavía no esta publicada. La cartografía de lo cómodo sabemos a donde nos lleva: a la cacofonía propia de egos que no dejan de hablar en proporción directa a su falta de entendimiento. La cartografía en el mundo de ahí afuera nos abre una horizonte de inteligibilidad en el que esos egos, por fin, no tendrán la última palabra. A esto llamo yo lo mejor de la nueva normalidad frente a aquello, lo cómodo, de la antigua.
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La madre y el padre trabajan como profesores en un instituto de secundaria, lo que les permite vivir siempre protegidos dentro de la jaula de sus conocimientos especializados, matemáticas ella literatura el, que repiten como dos loros curso tras curso desde hace ya más de diez años. Sin embargo, inesperadamente, a partir del parón docente debido la virus de marras, han descubierto con sorpresa que se han acomodado al mundo al descubrir entre las cuatros paredes de su casa todo lo que no es tangible o contable o medible o determinado, dentro de esa rutina profesional enjaulada. Un acomodo que lleva incluido la oposición o indignación contra la imperfección material o visible de lo que hasta ahora los amparaba. Que se sepa no consta noticia, ni en las redes sociales ni en sus conversaciones en los claustros del instituto, que tan colosal descubrimiento se lo hayan hecho saber a sus vástagos y alumnos.