Coincidiendo con el final próximo del estado de alarma que llevamos padeciendo para protegernos de la peste digital, tal y como nos dicen, Telmo ha leído en alguna revista no del todo generalista ni tampoco del todo muy especializada, que según la experiencia vivida en estos tres meses de encierro obligatorio, al entender de los que tienen que decir algo sobre la nueva distancia social entre humanos, el amontonamiento propio del ocio cultural (aquí no se contempla el amontonamiento educativo, que tiene otro impacto en la sociedad de masas), al que los humanos de estos pagos somos tan aficionados, aunque seria exagerado afirmar que está en vías de desaparición si ha sufrido un duro revés en alguna parte importante, todavía por determinar, de su naturaleza inherente. Uno de los que se ha dado cuenta de ello, tal y como consta en la revista que ha leído Telmo, es el arquitecto de Rotterdam afincado en Nueva York, Rem Koolhaas. Volver la mirada al campo es un clásico en situaciones de este tipo, haciéndonos ver que allí el infierno urbano por amontonamiento no existe. Pero también han aparecido otras posibilidades, fruto de la experiencia pantallista que hemos tenido en estos días.
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¿Cual es la naturaleza inherente a un concierto de música sinfónica, una corrida de toros, una peli, un partido de fútbol, un partido de tenis o una partida de billar o de futbolín, etc.?, se pregunta uno de los articulistas en la revista dice Telmo. ¿Valdría como respuesta, una orquesta con su director al frente, un toro y un torero, un tema y un argumento, once futbolistas contra once futbolistas dándole al vejigo, uno contra uno dándole a una bola en una cancha con una red mediante, o en una mesa rectangular de fondo verde? ¿O la naturaleza intrínseca de la música sinfónica, los toros, el cine, el futbol, el tenis, el billar, etc., es también tener a un conclomerado de espectadores y oyentes, mas o menos educado y ruidoso, que los vea y escuche y aplauda en directo? ¿O esto último es un efecto consentido cuando no hay virus de marras, como gastar mas de lo que uno gana lo es cuando circula el dinero a espuertas? ¿O es un efecto insoslayable, añade Telmo, que se convierte así en parte de la esencia de la música sinfónica, el futbol, lo toros, el cine, el tenis, el billar, etc.? O dicho con otras palabras, ¿la magia de los espacios del amontonamiento humano, son parte de la naturaleza inherente a lo que se dirime en el escenario que esta en frente o en medio, según los casos, de ese espacio donde nos amontonamos? Concluye por su cuenta Telmo.
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Sin embargo, los datos son tan elocuentes como tozudos. El negocio cultural ya nos está en esos espacios de amontonamiento, sino en las cuotas de las diferentes pantallas que los transmiten en directo o diferido. Hoy hay mas espectadores, por ejemplo, viendo un partido de futbol que en el campo desde donde se trasmite. Si no salen las cuentas, por ejemplo, en el teatro, el cine, la danza,... el Estado afloja la guita, al menos en España.
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La magia - que no olvidemos tiene una naturaleza de procedencia ancestral y, por tanto, predemocrática - de ocupar un lugar en un auditorio de música, una sala de cine, un campo de fútbol, una plaza de toros, etc. se ha ido desnaturalizando en el ámbito de las prácticas democráticas cada vez más masificadas. Esa magia, digámoslo así, se aviene mal, paradójicamente, con la tendencia al amontonamiento de la emocionalidad democrática. O dicho de otra manera, dice Temo, la sociedad democrática al igual que no puede aceptar de ninguna de las maneras la esclavitud de épocas predemocráticas o ancestrales, tampoco puede aceptar, sino es aceptando su lado elitista o antidemocrático, la naturaleza propia de la magia de aquellas. Asistir a un auditorio de música, una sala de cine, un campo de fútbol, etc será un acto aristocrático, o no será, como es comer en un restaurante de tres estrellas michelin, en lugar de hacerlo de un McDonalds.
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Para acabar, subraya Telmo lo que se pregunta un joven arquitecto español de edificios inteligentes, ¿El desamontonamiento del ocio cultural es la primera impugnación a la naturaleza de la democracia tal y como la concibieron sus padres fundadores? Entonces, ¿la desmasificacion del ocio cultural es un acto de afirmación democrática o es el primer gesto de la etapa post democrática o, como dicen los politólogos, de la democracia iliberal? Esto es, la vuelta a la vida pública de los hombres fuertes, mientras los ciudadanos se quedan en su casa privada para luchar contra la manía de amontonarnos.