miércoles, 27 de mayo de 2020

NARCISOS SIN FLOR

Dice Constantino Bértolo, en el libro “La cena de los notables”, que nos gusta pensar el nacimiento de la escritura como un acto para dar honra, voz y cobijo a la memoria, pero que, sin embargo, lo más acertado es pensar que la escritura nació ligada al poder. Sin embargo, paradójicamente, la lectura nació como un acto de libertad frente a ese acto de poder. Cuando lo suyo hubiera sido continuar, por decirlo así, con la sumisión en la que se basaba la cultura de la sociedad oral, en la que unos hablaban y otros escuchaban, para seguir hablando y escuchando. El salto del mito al logos produce esa escisión del ser que ha conseguido impulsar, digamos, el espíritu vanguardista (voluntad decidida por sacar a la luz lo nuevo) de la cultura escrita (y en general) de Occidente hasta nuestros días. Ahora bien, el que leer sea una conquista irreversible de esa Libertad, lo es porque el lector es leal a la actitud de su antecesor el oyente, aunque no fiel a su transmisión obligatoria dentro de una tradición que necesitaba esa fidelidad para subsistir como sociedad. El lector lee en los libros, solo y en silencio, palabras y usos lingüísticos que pertenecen al comunidad donde vive (al igual que el oyente los oía, acompañado y con algo mas de ruido, salir de la boca del chaman visible y determinado), aunque escuchando, por este orden, la voz de una metáfora que se llama narrador invisible, que da forma a una una estructura que se llama campo narrativo también invisible, que está sujeta en un soporte visible que se llama papiro, libro Gutenberg, libro digital. El salto del mito al logos es, por tanto, un giro también de lo que es visible e invisible, determinado e indeterminado, en la nueva sociedad escrita respecto a lo que fue en la antigua sociedad oral. Lo cual le permite al lector individual, a diferencia del oyente colectivo, desplegar libremente todo el potencial de la creatividad que atesora en su intimidad. Le permite no tener que obedecer a la tradición (como el oyente) y ser, por decirlo así, vanguardista. Es ese potencialidad de lo nuevo en quienes vivimos en la modernidad lo que olfatean o intuyen, con mejor o peor tino (no solo que escriban o creen algo para que nadie los entienda), los escritores y creadores en general cuando construyen sus propuestas aparentemente descarriadas o descarriladas. Pues el lector solitario, ahora si, es quien en ultima instancia puede dar honra, voz y cobijo a la memoria individual y colectiva dentro de una subjetividad que se desarrolla organizada y amparada dentro de las leyes de la polis democrática. 
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¿Platon estaba más preocupado al escribir en ejercer su poder intelectual sobre sus contemporáneos y seguidores posteriores, o en salvar la honra, la voz y la memoria de Sócrates? ¿O son los lectores modernos de Platon quienes, al no querer ejercer el poder de la escritura publicada, es decir, ser solo los lectores que quieren ser, están en mejores condiciones de dar a conocer la herencia de Sócrates dentro de la sociedad democrática en la que leen a Platon y a la que pertenecen sus palabras y sus usos lingüísticos?