NICOLE EXPLOTA
Telmo tuvo la intuición, después de asistir perplejo a la explosión de cólera de Nicole delante de su marido Charlie y del primer mediador que se iba a encargar de llevar por el camino amistoso su divorcio, de que era ahí, en esa especie de erupción volcánica, donde se encontraba el tuétano de la película, aunque nada mas lo intuyó ya que los propios efectos del ataque de cólera de Nicole lo dejaran, por decirlo así, en estado de shock. Ni que decir tiene que minutos más tarde, en el tramo final de la película, la violenta discusión verbal que mantiene Charlie y Nicole, confirmó a Telmo en lo que ya venia intuyendo desde aquella primera escena, aunque reconoce que tuvo que esperar aun segundo visionado para poder entender que estaba pasando delante de sus narices y sus ojos y sus oídos. Así que Telmo, días después, se puso, con papel y lápiz, a volver a ver “Historia de un matrimonio” por segunda vez. Y efectivamente, cuando volvió a explotar el huracán Nicole delante de sus narices y sus ojos y sus oídos, sintió que aquello no venia de la película ni de la realidad compartible a la que quería remitir al espectador (las cuitas de separación de una pareja de clase media urbana occidental, talentosa y en plena fase creativa), aquella ferocidad no venia de la modernidad ni de algo que tuviera que ver con lo que entendemos las personas educadas por la civilización, sino que venia de la antigüedad mas lejana. Y lo que dejaba Nicole ante su marido Charlie y el bienintencionado mediador, que amablemente les había pedido que leyeran lo que pensaban uno de la otra, que previamente lo habían puesto por escrito, como una manera, digamos, constructiva (por seguir el argot del mediador bienintencionado) de enfocar el divorcio con el que iban a dar por finalizado su relación de cerca de una década, lo que sintió Telmo que se coló en la pantalla al escuchar a Nicole, fue algo que además de antiguo depositaba sobre la mente del espectador el estigma de la consumación o acabamiento, no a la manera que había previsto el mediador mirando hacia el futuro, sino de esa forma que, como todo lo consumado, recae en el tiempo primigenio o de vuelta al origen. La explosión de Nicole era una verdad incuestionable, quedaba por comprobar si era capaz de diluirse en lo temporal donde se había producido, o permanecía deambulando por la rudeza y aridez del mundo de los Angeles o Nueva York, como tantas y tantas verdades que pueblan el mundo actual carentes de lugar y de imágenes. El relato de Baumbach, al entender de Telmo, le concede ese lugar y esa imagen al explosivo aullido inicial e iniciatico de Nicole y, de paso, le abre el camino para el postrer aullido de Charlie, esta vez junto a Nicole que repite su acción colérico, donde le escupe a la cara que no deja de pensar cada día en llegar a casa y verla muerta. Todo el intento de los contertulios que acompañaban a Telmo, tal y como confiesa el mismo, de llevar la película al ámbito de lo natural, que es lo mismo que al ámbito de lo que debe ser o lo que estamos acostumbrados que sea, es verla desde la confortabilidad de la jaula de oro o de hierro, según la nómina de cada uno de aquellos, pero que tiene los mismos efectos, todos igualmente poco alentadores, sobre el resultado final de la conversación.
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Los homeristas (no se refiera Telmo a los seguidores del padre de la familia Simpson, de la serie del mismo nombre, sino al escritor de la antigua griega, autor de la Ilíada y la Odisea) defienden el origen, o pecado original, de la civilización occidental en la cólera de Aquiles frente a Troya ante el cadáver de su amigo Hector, negándole este privilegio a las añagazas de Eva para que Adan comiera del árbol prohibido del bien y del mal. Descanse por un rato, por tanto, el movimiento evista, pues, como no podía ser de otra manera, lo que puso en marcha, dándole la gasolina necesaria, la maquinaria depredadora de Occidente fue la violencia de un macho cabrio humano, demasiado cabrio y demasiado humano, cumpliendo con las tareas propias de la testorena de su sexo, a saber, luchar, derribar, conquistar y aniquilar al enemigo en el campo de batalla.