lunes, 25 de mayo de 2020

EBRIEDAD EXISTENCIAL

La democracia cultural hace inviable e ineficaz seguir viendo la lectura con ese ultimo empeño vanguardista, que iniciaron e impusieron los románticos, y que consiste en hacer prevalecer la forma sobre el fondo. Lo cual significa que solo leemos si nos acomodamos antes a una estructura, nunca leemos para vernos leyendo. O dicho con otras palabras, la estructura donde se enmarca el fondo del relato y por donde corre el flujo de la lectura sirve para que el lector se acomode, no para que ese fondo y su flujo no se desborden. No es lo mismo. O para que los académicos y otros corporativistas se apropien del flujo y del fondo, y digan aquello de que esta obra es una obra maestra o aquella otra no lo es tanto o la de más allá es una obra menor. 
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Otra cosa es por qué a los vanguardistas históricos, como los últimos románticos que eran, les molestaba tanto el orden y las estructuras burguesas desde donde miraban el mundo. ¿Por qué sintieron la necesidad de dislocarlo todo y salirse del carril de la tradición? ¿Por qué la tradición de la mimesis dejó de ser interesante ante sus ojos? 
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Aun así, todas las obras de los vanguardistas históricos fueran escritas o pintadas o compuestas para nosotros, para quiene si no. Es la primera vez en la historia de la humanidad que tenemos las habilidades creativas que aquellos “descerebraos” propusieron al alcance de la mente y de la técnica humanas, pereza y arrogancia a parte. Las vanguardias son, como decirlo, como lo son en nuestra experiencia los campos de exterminio, el gulag o las bombas atómicas, ademas de McDonalds y Bill Viola. ¿Cómo no reconocer en la expresión moderna de cualquier contribuyente actual: voy de bólido, la mente zascandil de Leopoldo Bloom?
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Somos, por decirlo así, los herederos de algo (vanguardismo cultural) que es inviable en el mundo de la democracia cultural en el que vivimos, que se rige por la vulgaridad no por la excelencia o la supuesta excelencia de los vanguardistas. Que sus propuestas heredadas sean aparentemente inviables, no quiere decir que esa herencia no nos constituya. Yo pienso que somos vulgares demócratas culturales por cuyas venas corre toda la herencia vanguardista de nuestros antepasados. Lo que nos falta es cuadrar ese aparente oximeron o contradicción existencial.
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Ahí esta el Anuncio Publicitario para intentarlo, como ejemplo cabal de lo que digo. Acapara dentro e sus pocos minutos toda la tradición vanguardista plástica, filosófica, narrativa, cinematográfica, envuelta en papel de celofán de la mas absoluta vulgaridad: compra este coche o ponte estos tampax. De nuevo vuelve el orden burgués renovado.
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Sin estructura no sería posible hacer visible ese fondo y el discurrir por él del flujo narrativo del relato, cierto, sin embargo una vez que la estructura finaliza su cometido el flujo continua. Esto ve muy bien en algunas novelas del momento presente, que representan un mundo donde no hay estructura creíble que pretenda abarcarlo en su totalidad, cosa que si lo hacia la estructura narrativa decimonónica, cuando el mundo se creía inteligible y sus crisis eran como paréntesis para volver fortalecidos a la perenne e inteligible seguridad. 
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Lo cual si nos atenemos al hecho concreto de la lectura, dentro de esa democracia cultural, el romanticismo vanguardista desdibujó lo que es el sentimiento original de la lectura, a saber, una conquista individual irreversible no de una forma concreta, sino del uso de discursos lingüísticos que dentro de la comunidad emplea cada individuo de un modo determinado; la lectura individual, por decirlo así, usa la literatura. 
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Su imagen exterior mas recurrente lo dice todo: leer es ver a alguien leyendo. Es ver a alguien con la mirada fija sobre algo que ha sido escrito por otro y que está impreso sobre un soporte llamado papiro, libro, dispositivo electrónico. Es una imagen invariable en la larga noche del analfabetismo, que se ha dio abriendo paso lentamente, hasta hacerse visible de forma masiva en la polis de la alfabetización democrática moderna.
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La democracia cultural, de la mano de la globalización, ha venido para quedarse entre nosotros. La democracia lectora también. Es un efecto retardado de la revolución neolítica que comenzó hace ya mas de 8500 años. Pero no podía pasar de otra manera, toda vez que decidimos colgar los aperos nómadas y asentarnos de manera estable a la vera de un río. Ponerse a leer debajo de un pino como conquista irreversible, era cuestión de tiempo. Solo con el cuerpo, o con el cuerpo y el alma al mismo tiempo. Como preguntaría el poeta, ¿donde ponemos el don de nuestra ebriedad existencial? Eso es lo que seguimos decidiendo.